El trauma de ser maestro

Opinión | febrero 5, 2020 | 6:18 am.

Se habla en demasía que la educación es la plataforma ideal para que un país logre su desarrollo económico y social. Son muchos los países que lo han logrado, entre ellos: Estados Unidos, Japón, Las Coreas, Gran Bretaña, Alemania, Singapur, entre otros. Lamentablemente aquí se invierte en milicias y colectivos, como parte de la debacle. Hace medio siglo que en Venezuela existió una generación que le puso todo su empeño en el pedagógico, en las normales de maestros, las escuelas. Hay presidentes, senadores, rectores, ministros, profesores universitarios, que fueron maestros de primaria.

Señala Jenaro Aguirre en 1991 que nuestro fracaso está en que lo apreciado como prioritario es lo último a la hora de los jóvenes escoger sus carreras. Sus familias se lamentan y se resisten si un hijo comete la audacia de optar por la vocación de educador. Al parecer, para la fecha estaba mal vista la profesión. Sin embargo, para ese tiempo un maestro contaba con un sueldo digno, que podía cubrir sus necesidades y le sobraba dinero para otras cosas. Que diría el sacerdote Aguirre en estos aciagos momentos, cuando el sueldo de los maestros se les vuelve “sal y agua” en manos de la hiperinflación.

Hoy en día la educación anda boca abajo así su máximo representante diga lo contrario. El tema educativo fue un plato fuerte en el menú de embustes que vendió “el difunto” en sus campañas electorales, donde tuvo la osadía de decir que tenía un plan especial para el rescate de la educación industrial, todo fue un engaño, un fraude, una falsa. Aquello fue tan rimbombante, que con el tiempo se convirtió en una película de vaquero donde matan al muchacho, me refiero al pobre maestro, a quien explotan vilmente con los míseros sueldos que le pagan. De allí, su ausencia en las aulas y lo más grave, que emigran a otros países, donde son muy bien remunerados y atendidos. No se sabe, si es una estrategia de la “peste roja”, para llenar esas vacantes con su gente, que solo portan un carnet. Lo cierto, que la educación es el motor que impulsa el desarrollo de un país.

No es posible asistir todos los días a sus centros de trabajo porque el infeliz sueldo no le alcanza para cubrir el transporte, menos para adquirir alimentos y otras necesidades. La situación del maestro es sumamente grave, ellos perciben un aumento salarial cada dos años, según sus contratos colectivos, pero nuestra moneda se devalúa dos y tres veces al día. ¿Cómo pueden palear esta triste situación? Entiendo que el resto de los profesionales y todo el pueblo está sufriendo del mismo mal, pero lo del maestro es más grave aún, a ellos se les dificulta realizar otro tipo de actividad, condición impuesta por la misma sociedad, de allí que ellos, deben percibir un buen sueldo, como en otros países, donde el maestro, policía y juez, son los funcionarios mejor pagados.

Cuando nos acercamos a un maestro, podemos notar a simple vista, su estado de desesperación, sus carencias y el nivel de pobreza que ha llegado, con sus zapatos viejos y maltrechos, en algunos casos rotos, su vestimenta un tanto desteñida, sin correa, sin libros en sus manos, sin un lápiz, un cuaderno y menos con un bolígrafo, ¿cómo lo compran? No tienen capacidad económica para nada, a diario se ven pidiendo prestado, solicitando créditos en los negocios, en fin están pasando la de Caín.

A manera de reflexión, hacemos estas preguntas: ¿Se podrá considerar esta educación de calidad? ¿Podrá el maestro rendir al máximo en estas condiciones? ¿Está satisfecho con su salario? ¿Está el maestro en capacidad de realizar cursos de postgrado o cualquier otra actividad para mejorar su formación profesional? Cada quien sacará sus conclusiones, son muchas las preguntas que podemos formular, pero las respuestas serán caldo de cultivo, para afirmar que en esas condiciones es traumático ser maestro.

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Santa Ana del Norte