Luis Eduardo, una estrella que se apaga

Opinión | mayo 30, 2021 | 6:15 am.

Nace Luis Eduardo Márquez Narváez en Santa Ana del Norte, municipio Gómez del Estado Nueva Esparta, y la luz del viejo amigo nos dijo adiós el día viernes 28 de mayo en horas de la tarde en la capital de la República, Caracas, a la edad de 61 primaveras. Se marchó dulcemente como se van las tardes.

Quedó el pueblo en silencio y paralizado, sin su cantante favorito. Murió el tenor que acariciaba las flores, que alegraba el camino y las veredas, que endulzaba las ventanas y palmeras, y así se fue su canto, tras la tarde en primavera. Su mente era un prodigio. Jamás habíamos conocido cantante como él. Dominaba cualquier género musical, tenía un repertorio gigantesco, extraordinario. En síntesis, se nos marchó el “Tenor de América”, el “Zorzal del Norte”, el que nos deleitaba con su exquisita voz y agradable presencia.

Santa Ana del Norte se sentía orgullosa y se ufanaba de contar con su hijo predilecto, su tenor lírico de cualidades únicas, nortero ejemplar de pura cepa, de buenos sentimientos, cristiano 100%, sano, humilde y sabio. Un tenor simpático, quien veía la vida de otra forma, en quien predominó el espiritualismo, de allí, que se conformara con una audiencia local, hilvanó sus sueños provincianos, no se preocupó por explotar su arte, por propagar el don que Dios le había brindado, esa gracia y virtud que tienen pocos. Lo cierto, que se nos fue y no pudimos descubrir el secreto, la magia que poseía para aprenderse tantas canciones de memoria y cantarlas tan perfectas, como sus intérpretes originales, sin duda alguna, que esta cualidad formaba parte de sus virtudes.

Sus padres, el Dr. Luís Márquez Gómez y su madre Isabel Narváez Gamboa, oriundos de Santa Ana del Norte, compartieron su dulce hogar con sus hermanos: María Isabel y Antonio, ambos profesionales de la República. Vivió muchos años en Carúpano, luego viajó a Caracas, donde culminó su carrera de Derecho en la Universidad Andrés Bello, pero como decía el mismo, “Yo nací para cantar y no para litigar”.

Tuve la dicha de compartir escenarios con mi amigo del alma. Nuestras presentaciones las cumplimos en varios hoteles de la isla, donde figuran: Hesperia, Sunsol, Kokobay, Costa Azul, Punta Playa, entre otros. Está de luto el canto y los escenarios margariteños. Fueron muchos los cumpleaños, reuniones familiares, encuentros, celebraciones donde compartimos momentos gratos e inolvidables. Luis Eduardo fue un extraordinario cantante y abogado, más que un amigo, un hermano, respetuoso, humilde, persona de bien, con virtudes y valores, indiscutiblemente que se nos marchó un patrimonio artístico y valor ciudadano.

El dolor más fuerte que sentimos, el no poderlo acompañar hasta su última morada. Que ironía de la vida, es parte de lo que estamos sufriendo y viviendo en carne propia. Y como dice Alberto Cortez en su poema: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”.

Nos toca las cuerdas del alma su adiós. Su ausencia no se asimila, murió el zorzal de la vida, se fue con él su candor. Nuestras almas están muy tristes, porque sé, que no volveremos a compartir con este ser maravilloso, no volveremos a oír su voz, sentir sus pasos, compartir sus ocurrencias, su adiós nos deja el corazón partido, en estos momentos tan difíciles que vivimos, nos hará falta sus enseñanzas, sus sabias lecciones, su presencia tan linda y su amistad tan exquisita. Era un libro abierto, cantaba en inglés, italiano, francés, su repertorio era rico y amplio.

Para nosotros se apagó una humilde estrella que con sus rayos luminosos se ganó el cariño, el respeto y la admiración de todos. Adiós Luis Eduardo, hasta luego hermano. Dios te tenga en su sagrado Reino y la Virgencita del Valle te cubra con su sagrado manto. QEPD su alma noble y buena…

Santa Ana del Norte