Monseñor Rafael Arias Blanco Príncipe de da Iglesia y apóstol por la libertad

Opinión | septiembre 22, 2022 | 6:22 am.

En homenaje al Padre Robert Cardona

Esta crónica histórica acerca de la vida de Monseñor Arias Blanco fue producto de una conversación con el Padre Robert Cardona, quien me solicitó, con motivo de cumplir los 100 años de nacimiento de nuestro ilustre prelado, escribir y difundir su obra, y está inserta en el libro compilado y editado con motivo de los 30 años de La Sociedad Bolivariana del Edo. Vargas

En la calle Palmasola de la ciudad patrimonial y mariana de La Guayra, al sur de la actual Catedral San Pedro Apóstol, ve la luz el 18 de febrero de 1906, el infante Rafael Ignacio Arias Blanco, hijo de a padres católicos llamados Carlos Manuel Arias y Teresa Blanco. No había cumplido un año cuando sus padres se mudaron para Caracas, ciudad en la cual fue bautizado el 18 de febrero de 1.907.

Quedo huérfano a muy temprana edad y bajo el protectorado de unas tías paternas quienes le formaron e indujeron al conocimiento de la religión católica, lo cual le sirvió de base para que a los 11 años de edad se sintiese llamado a integrarse al Seminario Metropolitano de Caracas.

A partir de ese momento se inicia una carrera eclesiástica con estudios de Humanidades, Ciencias y Filosofía, que se vio compensada el 1 de febrero de 1925, cuando recibió del entonces Arzobispo de Caracas Monseñor Felipe Rincón González las Ordenes menores, apenas tenía 19 años de edad y se vislumbraba un futuro sin precedentes en el campo religioso.

Luego fue a Roma y en la Universidad Gregoriana, complementó sus estudios de Teología, Historia Eclesiástica, Derecho Canónico, Patrística, Sagradas Escrituras, para recibirse de Doctor en Teología y Ordenarse como Sacerdote en dicha Ciudad el 22 de diciembre de 1.928, estrenándose como Sacerdote con su primera misa el 25 de diciembre.

Inmediatamente regreso a su lar venezolano y empezó un periplo de trabajo por la Fe y la cristianidad para sembrar la esperanza en aquellos que no percibían un futuro seguro. Estuvo a partir de 1.929 como cooperador en Santa Capilla, luego Capellán del Seminario, Cura Párroco de Guatire, Vicario de Villa de Cura y Párroco de la Divina Pastora en Caracas, hasta que fue promovido como Obispo Auxiliar de Cumana en 1.937, es decir el nuevo Obispo contaba apenas con 31 años de edad.

A partir de ese nombramiento el don y valor del trabajo y la promoción de los Valores Cristianos fortalecieron su templanza como Vicario de Cristo y emergió un hombre nuevo que se dedicó en cuerpo y alma a trabajar por los postulados Humanísticos, cristianos y Sociales de la Iglesia.

Para el año 1939, fue promovido para ejercer la Diócesis de San Cristóbal, entidad en la cual va a dejar una intensa estela de fecundidad al continuar la labor de su antecesor e inaugurar las actividades del Seminario Mayor en dicha ciudad. Era el segundo Seminario eclesiástico en Venezuela después del de Caracas. La actividad Pastoral del Prelado se incrementó con pasión al congregar a su rebaño de fieles, con diversas tareas como el Congreso Catequístico para orientar la captación de voluntarios y Adeptos al Catolicismo, celebró las Bodas de Plata de la Diócesis, así como el Congreso Vocacional para despertar y sembrar en los seminaristas los valores y principios de ese apostolado y para  abrir nuevas opciones a los nuevos seminaristas que culminaban sus estudios Sacerdotales creó nuevas Parroquias Eclesiásticas.

Simultáneamente a esta labor estuvo comisionado por la Santa Sede para atender la Diócesis de Barquisimeto como administrador apostólico hasta el 23 de abril de 1952, el Papa Pio XII lo designó Arzobispo de Caracas con derecho de sucesión, y al morir Monseñor Lucas Castillo Lara el 9 de septiembre de 1955, se convirtió en el Undécimo Obispo de Caracas.

En Caracas la acción y apostolado de Rafael Arias Blanco se desarrolló con una fortaleza propia de un hombre de Fe, en la búsqueda de mejorar las condiciones humanas y sociales de la ciudadanía, razón por la cual fundó el Secretariado de Acción Social (Cáritas) y presidió la Unión Misional del Clero. Igualmente organizó el III Congreso Eucarístico Venezolano el año de 1956, el cual tuvo la característica de denominarse II Congreso Bolivariano ya que contó con la presencia de Sacerdotes de los países Bolivarianos y latinoamericanos.

El crecimiento vocacional de los fieles y la expansión urbana y demográfica de la ciudad de Caracas y del área geográfica del Distrito Federal del cual era su Arzobispado, lo llevó a crear nuevas Parroquias Eclesiásticas incrementándose las mismas en dicha entidad regional de 30 a 58, por lo cual logró formar más Sacerdotes, cuestión que se dio al mejorar las condiciones del Seminario Mayor ubicado en la Sabana del Blanco.

El crecimiento eclesiástico de la Diócesis le permitió tener mayor contacto con la feligresía y así conocer más de cerca las necesidades y problemas de la ciudadanía que confrontaba problemas con el régimen presidido por el autócrata Marcos Evangelista Pérez Jiménez, quien a lo largo de su mandato no actuaba con justicia social en cuanto a la distribución de los ingentes recursos provenientes de la renta petrolera, así como también la forma despótica de ejecutar  su mandato soslayando y oprimiendo al pueblo con sus decisiones que cercenaban la Libertad democrática aspirada por los Venezolanos.

El maltrato a la clase trabajadora y las pocas oportunidades para el estudio y canales de expresión para los jóvenes motivó al Arzobispo nacido en La Guayra a leer el 1 de mayo de 1957, en Homenaje a San José Obrero su famosa Pastoral, en la cual denuncia de una manera cruda pero objetiva las condiciones infamantes para el pueblo venezolano en que gobernaba ese régimen de oprobio,  sin importar la oportunidades y condiciones de desarrollo para todos, sobre todo en momentos en que el País recibía cuantiosos recursos provenientes de la renta petrolera.

Esta Pastoral fue el detonante que motivo la organización social de los venezolanos, quienes no desmayaron en esa lucha por instaurar la Democracia hasta que en un acto sorprendente el 23 de enero de 1958, la ciudadanía venezolana sin distingo de clase logró deponer al déspota.

Depuesto el dictador, Monseñor Arias Blanco fue llamado a integrar la Comisión Social para el Proyecto de Ley de Reforma Agraria que se promulgaría el 5 de marzo de 1960.

La vida de Monseñor Arias se apagó abruptamente cuando en un viaje a Barcelona el 30 de septiembre de 1959 volcó el carro que lo transportaba y murió instantáneamente.

Se truncó una vida en plenas facultades, pero su obra y su legado están hoy más vigentes que nunca, ya que la lucha por mejorar las condiciones socio económicas de los trabajadores ha sido el norte de las organizaciones sociales venezolanas inspiradas en la obra de Monseñor Arias Blanco, e igualmente el fortalecimiento del núcleo familiar ha seguido sus consejos de Pastor.

De igual manera su labor Eclesiástica se ha visto mejorada en cuanto a la educación y crecimiento de la vocación Sacerdotal al crearse mejores oportunidades de estudios para los venezolanos, gracias a la democratización educativa implementada a partir de 1959, así como el incremento de Seminarios para la vocación Sacerdotal. Además, esa actitud protestataria por lograr mejores condiciones de vida para los venezolanos es un legado que nos sirve en los actuales momentos para amalgamar una férrea voluntad de los venezolanos por buscar un destino mejor al que tenemos.

Aquella aspiración de Monseñor Arias por un destino mejor para los venezolanos en 1958, es similar a la nuestra, por lo que su escuela es nuestra ruta para lograr hoy un país en el todos que podamos vivir en paz.

Historiador