Colombia, ¿en peligro?
“Es difícil estudiar mientras mi gente está siendo asesinada”, dijo un estudiante universitario colombiano…
El 28 de abril se inició en Colombia un paro nacional que dejó 19 personas muertas solo en la primera semana. La mayoría, se cree, fue asesinadas por la policía nacional y el escuadrón anti disturbios de ese país. Ante esto, los estudiantes universitarios apagaron sus cámaras y computadoras anunciando antes en un mensaje en la web, que “Es difícil estudiar mientras mi gente está siendo asesinada”. Cientos de miles de personas han salido a las calles, inicialmente para protestar por una reforma tributaria que luego fue retirada, y ahora para exigir medidas contra la brutalidad policial, la desigualdad y el impacto económico de la pandemia, que ha dejado al 42% de los colombianos viviendo en menos de $ 90 mensuales.
Desde entonces los académicos y estudiantes colombianos se sumaron a la agitación social del país, que solo ha aumentado desde entonces. Muchas personas han muerto y hay más miles de denuncias de brutalidad policial, incluidos varios casos de violencia sexual. Un par de cientos de personas están desaparecidas.
Mas de 8.000 investigadores colombianos han firmado una carta rechazando la brutalidad policial en apoyo a los estudiantes y civiles. Varias asociaciones profesionales han emitido declaraciones apoyando a los manifestantes y exigiendo respeto por los derechos humanos. Por ejemplo, el 8 de mayo, ornitólogos y estudiantes de biología boicotearon la participación de Colombia en el mayor evento internacional de observación de aves, el Gran Día Mundial. La Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) debido a estos problemas le quitó la sede de la Copa Americana de Fútbol a Colombia.
Los líderes universitarios y académicos han buscado impulsar un diálogo nacional para ayudar al país a superar la crisis. El 5 de mayo, los presidentes de las siete universidades más importantes, tanto públicas como privadas, firmaron una carta abierta en la que se describen seis cambios fundamentales de política que podrían hacer avanzar al país.
Los cambios solicitados al gobierno colombiano se pidiendo desde fines de 2019, cuando hubo una ola similar de protestas. Las federaciones estudiantiles pedían: 1.- Reestructuración de la política fiscal del país, 2.- Acceso universal y equitativo a la atención de salud, 3.- Implementación de los acuerdos de paz de 2016 con el Movimiento guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, (Farc), 4.- Mecanismos institucionales para reducir la violencia policial y 5.- Educación universal de calidad.
“Los problemas de nuestro país son estructurales,” manifestó Dolly Montoya Castaño, Rectora de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien redactó la carta abierta. “Y la academia tiene mucho que decir sobre ellos. Aportamos un cuerpo de investigación y trabajo acumulado que puede contribuir a la solución de estos problemas fundamentales”.
Las universidades han organizando cinco grupos de trabajo para generar propuestas concretas de políticas públicas en las cinco áreas discutidas en la carta abierta; también se iniciaron debates a nivel local. UNAL, la universidad más grande del país, ha realizado 14 foros abiertos sobre problemas sociales desde la huelga de 2019 y está a punto de publicar los resultados de esas discusiones.
Una encuesta de diciembre de 2020 mostró que el 73% de los jóvenes confía en sus académicos para liderar cambios en su país. También se han inspirado en otros países latinoamericanos que han experimentado grandes disturbios civiles recientemente. Para avanzar en los cambios propuestos y por proponer, los estudiantes están estudiando a Tenemos que Hablar de Chile que es una plataforma online creada por universidades chilenas donde el público puede intercambiar ideas y propuestas sobre el futuro del país, en especial ideas para ser llevadas a la Asamblea Constituyente recién elegida en ese país, plataforma que quiere se emulada por los estudiantes colombianos.
Alejandro Gaviria, presidente de la Universidad de los Andes, en un reciente artículo de opinión plantea que la crisis político-social de Colombia y la pandemia de Covid-19 han afectado especialmente a los jóvenes cuyas causas son que una de cada cuatro personas menores de 28 años está desempleada. “Muchos se sienten excluidos, sin oportunidades, sin esperanza”. En una reciente encuesta, el 30% de los jóvenes dijo que sus emociones principales son el miedo, la tristeza y la rabia. El biólogo Andrés Cuervo, director de la Colección de Ornitología de la UNAL dice: “No hay garantía de futuro para los jóvenes”. Jonathan Stiven Espitia Romero, estudiante de biología de la UNAL dice «Entonces, tenemos que alzar nuestra voz como científicos».
Para Gaviria la violencia se puede intensificar si fracasa el intento de diálogo nacional. Montoya Castaño escribió en Education Latin America que “si Colombia es un país que no entiende que tiene que educar a su juventud, será un país en guerra el resto de sus días”.
Noam Chomsky – Profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Colombia, académico en la Universidad de los Andes, MIT y Northwestern University y columnista habitual del London Review of Books- es uno de los que mejor puede explicar el drama en Colombia. Los académicos y estudiantes colombianos se preguntan “en Chile aun cuando todavía faltan muchos análisis para saber si el 18 de octubre de 2019 fue un levantamiento popular o un estallido espontáneo, ¿en Colombia cómo podríamos calificar las protestas?”
En Colombia hay niveles de espontaneidad y ciertos niveles de organización en el movimiento de protesta que desnuda una profunda crisis de representación política, un proceso que atraviesa a todo el país. Gustavo Petro (líder del izquierdista movimiento Colombia Humana) dice que no es un movimiento de izquierda y ha señalado que la juventud es la única protagonista. Ha dicho que lo sucedido en Colombia no tiene influencia en el movimiento el castrochavismo, un calificativo al que aún recurren las autoridades y medios colombianos, aunque personas ajenas al país han caído detenidas.
Lo cierto es que los partidos de izquierda no tienen capacidad para dirigir las protestas las cuales solamente apoya, ya que entienden que la juventud que está en las calles insiste en representarse por sí misma, que no aceptan que alguien hable por ellos y esto se expresa en las asambleas populares que se han levantado y en las que participan jóvenes, pero también gente de todas las edades y situaciones económicas.
La represión lleva más de un mes entero de violencia represiva desbordada e indiscriminada, algo que no se ha visto en la historia contemporánea de Colombia. Es a tal nivel que ha debido intervenir la Organización de las Naciones Unidas para que a través de Michelle Bachelet, ex Presidenta de Chile y Alta Comisionada Para los DDHH de la ONU quien expresó su preocupación el domingo 30 de mayo de este año por los enfrentamientos en la ciudad colombiana de Cali, y pidió diálogo y que se investiguen las muertes. Su oficina ha recibido informes de que 14 personas murieron y 98 resultaron heridas (54 por disparos) en los enfrentamientos que tuvieron lugar en los dos últimos días en el contexto de protestas ciudadanas.
Bachelet dijo: «Es esencial que todas las personas que presuntamente causaron lesiones o muerte, incluidos funcionarios del Estado, estén sujetas a investigaciones rápidas, efectivas, independientes, imparciales y transparentes, y que los responsables respondan ante la ley”.
Si analizamos lo que sucede en Colombia podríamos concluir que esto es una insurrección nacional popular con base en las ciudades y, en ese sentido, es un fenómeno realmente muy novedoso en Colombia pues las protestas son en al ámbito nacional.
El movimiento actual es totalmente despolitizado. Es un movimiento de movimientos, pues aglutina a miles de organizaciones formales, informales y recientemente creadas en forma espontánea pues incluye a personas que pertenecen a colectivos y agrupaciones barriales, sociales, personas que no participan de ningún movimiento organizado, que hasta antes de las protestas no tenían nada que ver con levantamientos y bloqueos de rutas como está ocurriendo en la actualidad.
Existe una confluencia única de sectores organizados, sectores de izquierda, de centro derecha, y otros sectores no organizados de las periferias urbanas, mucha juventud sin estudios y ni trabajo que les gustaría estudiar o tener un trabajo mínimamente viable. Hay familias pasado hambre por motivo de la pandemia pues miles se quedaron sin trabajo aunque antes de la pandemia no estaban mejor.
Se puede negociar para obtener que se logre algún cambio social y económico pero eso no les habla a los jóvenes de las barricadas. Las negociaciones son sobre una renta básica, una mejor salud pública, una moratoria sobre las deudas en casas comerciales, bancos, universidades, escuelas, etcétera. Se exige derogar decretos de emergencia, reivindicaciones de género y diversidad sexual, apoyo al sistema educativo y seguridad alimentaria, entre otros.
Como en Chile las demandas del estallido de 2019 dieron origen a la discusión de una nueva Constitución, parece ser distinto al caso colombiano aunque en Colombia se redactó una Constitución en 1991, y esto es diferente al caso chileno de una Constitución generada en dictadura militar y que se prolongó tras el retorno a la democracia con algunas enmiendas que en la práctica mantuvieron el Neo liberalismo económico o como le llaman los chilenos “el vil capitalismo”. En Colombia fue un gobierno civil lo que llevó adelante los cambios constitucionales.
Lo que más llama la atención es que en Colombia, pese a conservar regímenes civiles, en medio de una región asolada por dictaduras militares, los niveles de violencia política y policial sean tan altos. Si bien no hubo dictadura, sí hubo exterminio de opositores, como lo que sucede en la actualidad con su vecino Venezuela gobernada por Nicolás Maduro.
La brutalidad policial, llamó la atención en el extranjero, especialmente de la Esmad (escuadrón móvil antidisturbios), que en 2019, ya había efectuado asesinatos y varios jóvenes habían perdido sus ojos, muy similar a lo sucedido en Chile. Lo que es distinto es la escalada de violencia en las ciudades contra los manifestantes, muchos manifestantes de clase media que nunca se habían enfrentado a esa violencia, lo que por ser más generalizada e indiscriminada, ha tenido como respuesta que las manifestaciones aumenten.
Colombia es una democracia imperfecta pero democracia. El gobierno debe, muy pronto, buscar una solución a los petitorios estudiantiles y de los sindicaros además de las organizaciones civiles. La democracia colombiana así como la chilena se han caracterizado por ser estables y sin embargo han sido víctimas de grandes protestas, lo que no ha sucedido ni en Cuba, Nicaragua y Venezuela en donde el poder está en manos de férreas dictaduras y obviamente no permiten ningún tipo de protestas, las cuales son reprimidas a sangre y fuego. ¿Será que los protestatarios no se dan cuenta del valor de la democracia? O ¿será que los gobiernos manejan el poder solamente para que algunos grupos se beneficien económicamente de él?
PhD. –Docente – Chile
E-mail: [email protected]