Los nuevos terratenientes de Irán
Entre las innumerables promesas que catapultaron al difunto Hugo Chávez Frías al poder, la redistribución de la tierra ocupó un lugar central. De hecho, fue precisamente la llamada “Ley de tierras” una de las primeras y más polémicas medidas que marcaron el inicio de la era chavista. Pese a que en el preámbulo de la ley se podía leer que su objetivo era “incrementar la productividad, a través de una distribución más equitativa y justa de la tierra”; veinte años después de su promulgación, las consecuencias de aquel instrumento legal están a la vista.
A la Ley de tierras le siguió la “guerra contra el latifundio”, el saldo fue absolutamente devastador: más de cinco millones de hectáreas confiscadas y/o invadidas durante los regímenes de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Entre ellas, las 290 hectáreas por las que Franklin Brito, mártir de la democracia, emprendió una lucha de años por la que dio su vida.
Cuando se trata de ganar apoyos, la promesa de quitarle a las “minorías privilegiadas” para darle a las “mayorías desposeídas” nunca falla. En sociedades desiguales, alimentar el resentimiento a veces resulta más fácil que alimentar la esperanza. Chávez lo entendió así y fueron millones quienes aplaudieron que se despojara a miles de familias no solo del patrimonio que durante años habían traspasado de generación en generación, sino también de la única forma que conocían de ganarse la vida: producir la tierra.
Quienes vinieron a ocupar lo robado creían que producir era tan fácil como gritar “uh, ah, Chávez no se va…”. En poco tiempo, cientos de miles de hectáreas productivas se convirtieron en tierra arrasada. El país comenzó a depender cada vez más de las importaciones, cosa que a nadie le importaba, pues transitando la mayor bonanza petrolera de nuestra historia y con un bolívar sobrevaluado, importar salía más barato que producir en Venezuela. Fue cuando la época de las vacas flacas llegó que los venezolanos comenzaron a notar en los anaqueles vacíos lo que había significado para Venezuela la política expropiatoria chavista, sin saber aún la magnitud de la crisis humanitaria que se avecinaba.
Hoy, los padres del desastre, los artífices de aquel pillaje pretenden, en lugar de devolverle sus tierras a quienes se las robaron, entregarle el equivalente a la extensión territorial del estado Táchira, un millón de hectáreas, al régimen fundamentalista iraní, pisoteando así, una vez más, la constitución que ellos mismos escribieron y que reza en su artículo 13 que «el territorio nacional, no podrá jamás ser cedido, traspasado, arrendado, ni en forma alguna, enajenado, ni aún temporal o parcialmente a estado extranjero ». ¿Se puede ser más apátrida? Lo dudo.
Aunque los representantes de la dictadura madurista aseguran que dichas tierras serían usadas para el cultivo, queda claro el peligro que significa para la región y particularmente para los Estados Unidos que un régimen patrocinador del terrorismo controle tamaña extensión de territorio en una ubicación tan estratégica como la que tiene Venezuela. Mientras el mundo reacciona, los nuevos terratenientes en Venezuela hablan farsi.
@BrianFincheltub