Antes de llegar a Venezuela, Guillermito González era Manolín

Opinión | julio 7, 2020 | 6:16 am.

Esta crónica especial está dedicado a Guillermina González Dager y sus hijos Gabina y Gael (Manolín, como le decía su abuelo Guillermo “Fantástico” González, cuando se refería a él).

El 8 de junio de 1945, en la calle Brasil,casa número 4, del barrio Ciudad Jardín, ubicado en el centro de Las Palmas de Gran Canaria, España, nació Manolín.

Ciudad Jardín es una zona exclusivamente residencial. Sus casas se asemejan mucho a las casas de estilo británica. La zona se caracteriza por la estrechez y lo angosto de sus calles. Es arborizada, con sus huertos y jardines. Es una barriada muy popular y concurrida que colinda con los barrios Alcaravaneras y Arenales. Hoy con el correr de los años ha ido extendiéndose al resto del archipiélago canario. La casa donde vivió Manolín en su infancia quedaba cerca del parque Doramas y el club de Tenis, relativamente muy cerca de la mar, con sus playas, sus barcos de velas y yates, una vista recreativa y extraordinaria.

Manolín fue un niño que llevó una vida tranquila, citadina. Hacía las cosas propias de su edad: jugar de pistoleros, o a escondidas con los compañeritos y vecinos. Era aplicado en el colegio. Terminaba las tareas y se iba a los paseos, al parque. Le gustaba ir a nadar a la playa y me comentaba que pasaba horas mirando las embarcaciones, imaginándose que iba en ellas dándole la vuelta al mundo. Asistía religiosamente a la misa, se colocaba de primero para comulgar, le pedía las Bendiciones a la Virgen de La Candelaria.

Por el amor de Bellita

A los seis años de edad ya se perfila como todo un galán. En el colegio tenía a su novia. Se llamaba Bellita. Todos los amiguitos se la cortejaban, pero él les llevaba ventaja porque se metía en los jardines de las casas vecinas y cortaba flores y rosas para llevárselas a su pretendida. De niño aprendió la picardía. La atención, la galantería, el trato amable, la distinción, el detalle que le gusta a las damas, las flores que nunca le faltaron. Es evidente que le dio buenos resultados y lo hizo como un modo de vida.

Bellita era una niña muy agraciada, bonita. Con su carita y nariz perfilada. Coqueta. La cabellera le caía en los hombros, el uniforme azul con sus medias blancas. A Manolín le encantaba como era ella, su sonrisa y el trato con sus amiguitos, entre ellos Abilio y “Ferrugante”.

A los siete años de edad está estudiando en el Colegio La Salle. Era jugador preinfantil de primera línea por su agilidad . Despuntaba como un futuro atleta con sus habilidades para el fútbol, jugaba como delantero en el equipo infantil “C” de la Unión Deportiva Canarias.

Entra en la etapa en que empieza a jubilarse del colegio para irse a jugar fútbol y a bañarse a la playa Las Alcaravaneras. Ya tiene sus amigos más definidos, entre quienes se encontraban “el Ferrugante”, Pepe “El corto”, Antón “El boticario”, Abilio y Antonio. Esa era la banda, los cómplices que tenía Manolín, para las rubieras y correrías. Tenía más cuerpo que ellos y era peleador, le hacían caso. Era el jefe.

Manolín y “El Príncipe Farud”

Por esas escapadas del colegio, los juegos y la playa, sus padres lo reprendieron y como castigo lo inscribieron en el internado del Colegio Salesiano “Arucas”, al decir de su señora madre, para alejarlo de las malas juntas. Pero los fines de semana que regresaba a casa, volvía con sus amigos a los juegos y las correrías de playa.

Al poco tiempo de estar en su nuevo colegio, por su habilidad y su manera de ser, rápidamente hizo un nuevo grupo de amigos. Entre ellos conoce a un joven de piel morena que también jugaba al fútbol. Ambos se inteligenciaban y hacían buenas combinaciones en las canchas con el balón, para las gambetas, los dribles y los tiros al arco buscando los goles. El deporte los unió para una gran amistad. Siempre se les veía juntos haciéndole maldades al resto de los compañeritos. Y por ser los mejores jugadores del colegio terminaban imponiéndose. Ese muchacho morenito resultó ser “El Príncipe Farud”, hijo del Rey Farud de Kenia (África). Esta primera etapa de la vida de Manolín, transcurre en plena dictadura del general Francisco Franco, presidente del gobierno de España.

Manolín en la finca “El Gato”

Su vida transcurría en Ciudad Jardín de manera normal. Un día, sin motivo aparente, sus padres deciden venirse a vivir a Venezuela. Su madre le dice: Manolín recoge tus cosas que nos vamos al amanecer. Me comenta que le dio la orden sin mayores explicaciones, y él que le tenía tanto respeto tampoco las pidió. No tuvo tiempo de despedirse de sus amigos, ni de su amor Bellita. Para ellos Manolín se fue, desapareció. Buscó en un mapa para ver dónde quedaba Venezuela. No conocían a nadie. Dejaban atrás todas las comodidades que tenían en Ciudad Jardín para buscar horizonte en nuevas tierras.

Recién cumplido los ocho años de edad le toca levantar la carpa y dejar la isla de Las Palmas de Gran Canarias. Se van a otra isla, a Tenerife a un pueblo llamado “Orotava”. Era un caserío, un pueblo agrícola donde vivía su abuelo materno, quien tenía una finca llamada “El Gato”. Aquí el joven se compenetra con el campo y la ganadería. Sus días transcurren haciendo las labores de la finca: monta caballos, aprende a ordeñar y a tomar la leche caliente de la ubre de la vaca. Esos dos meses de estadía en el campo fueron de gran utilidad, porque además del aprendizaje que tuvo, pudo compartir con su abuelo y la familia. Recordaba que su abuelo le regaló un escapulario que conservó por muchos años.

Donde estaba enclavada la finca “El Gato” hoy es una de las urbanizaciones más lujosas y agradables de Tenerife. Se llama “Las Lagunas”. Muy cerca se encuentra el aeropuerto Norte de Los Rodeos (Tenerife). Para el año 1953, que fue la época que Manolín estuvo allí, el aeropuerto era una pequeña pista de aterrizaje que casi siempre estaba cubierta por la neblina. La explicación es que el arquitecto que estaba a cargo del diseño marco con una “X” el sitio donde no se debía construir. El arquitecto muere repentinamente y quien lo sustituyó creyó, erróneamente, que ese era el lugar que su difunto colega había elegido para construir el aeropuerto. Craso error.

De El Puerto de Tenerife a El Puerto de La Guaira, Venezuela

El 24 de diciembre de 1953 Manolin sale en compañía de su señora madre, doña Carmela Regalado de González, desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife con destino al Puerto de La Guaira, Venezuela, en un trasatlántico llamado “Franca C”. En la medida que el buque va adentrándose en la mar, Manolín siente y ve como la isla se va poniendo pequeña y se va perdiendo en el firmamento.

En la travesía hace amistad con dos jóvenes, hijos de un dentista polaco de apellido Burger. Uno de ellos es Bruno Burger, hoy un famoso médico y comentarista deportivo, conocedor de “la Fórmula 1” en Venezuela y América Latina. Las cosas y las vueltas que da la vida, 50 años después lo contrata para la televisión. Viajaban en los camarotes de segunda clase, con sus amigos correteaban por todo el barco. Un día estaban jugando, había pocos turistas en ese momento por el área de la piscina y se cayó en la parte honda. Empezó a hundirse y se fue al foso. No podía flotar. Afortunadamente el hermano mayor de Bruno se lanzó al agua y lo rescató. Un buen susto se llevó Manolín.

Un marinerito en la travesía

El 31 de diciembre celebran la fiesta de fin de año en el barco. Como es tradicional el Capitán de la embarcación estaba impecablemente vestido con su uniforme blanco de gala, sus condecoraciones y charreteras. Los marineros y el resto de la tripulación con sus uniformes. Los adultos estaban formalmente vestidos, los varones con flux y corbata, damas con vestimenta elegante. Recordaba que el vestido y la ropa que llevaba doña Carmela era de una elegancia que sobresalía al resto de las damas. A Manolín lo vistieron de “marinerito”. Quedó deslumbrado con toda la elegancia de la gente. Bailaron al son de una orquesta, cenaron e interpretaron las 12 uvas del tiempo. Recibieron el año nuevo. Fue inolvidable esa primera fiesta de su vida. Nunca había visto una orquesta con sus músicos. La fiesta terminó con el alba. Yo era un marinerito en la travesía, nos dijo tiempo después.

Llegó con los Reyes Magos a Venezuela

El 5 de enero de 1954 el barco entra en aguas territoriales de Venezuela. En la madrugada oscura el Franca “C” llega a su destino, atraca en El Puerto de La Guaira. Manolin, al despertarse el 6 de enero, se asomó por el camarote. Nunca se imaginó lo que vieron sus ojos. Era el puerto de La Guaira de los años cincuenta, inmensamente grande comparado con su Puerto de embarque. Estaba maravillado viendo la mar. Sube con su mamá a la cubierta del barco. Y la mamá le dice: “Mira, llegamos a un pueblo grande y hoy estamos llegando a Venezuela con los Reyes Magos”.

Contaba su madre que cuando se bajaron del barco quedaron fascinados viendo el agua, el puerto rodeado de embarcaciones y containers. Al frente esa gran montaña, el cerro El Ávila del litoral. Recuerda Manolín que estaba regocijado de la alegría, muy contento y atento por donde caminaba, viendo para abajo, para todos lados. Ella nota que él se agacha y recoge algo del suelo y se lo metió al bolsillo. En la primera oportunidad le pide registro al hijo,“qué recogiste del suelo y te metiste al bolsillo, enséñamelo”. El muchacho le enseña la moneda que se había conseguido. Era un fuerte de plata conocido como “cachete”, que tenía un valor de 5 bolívares. Era evidente que Manolín llegó con suerte, y de lo astuto que era se lo escondió y no le había dicho nada a su madre.

Manolín va a notar el contraste. Va a conseguirse con una ciudad totalmente distinta a su Ciudad Jardín. Caracas estaba en franco crecimiento en materia de vialidad y otros servicios. La autopista de Caracas – La Guaira estaba recién inaugurada. Acababan de inaugurar el teleférico que comunicaba a La Guaira, con el hotel Humboldt y Maripérez, Caracas. Venezuela era gobernada por el dictador general Marcos Pérez Jiménez. Más adelante notará que salió de un país gobernado por militares y llegó a otro también gobernado por los uniformados.

“Tú te llamas Guillermo José Manuel”

El taxi tomó la autopista vía Caracas. Quedó impresionado con esa carretera de seis canales, de asfalto, señalizada y pintada de amarillo y blanco, totalmente alumbrada en la mañana. Para un niño recién llegado de Canarias, sintió el cambio. Venía de un pueblo donde las carreteras de asfalto eran escasas y muy estrechas. Esa imponente autopista lo deslumbró.

El taxi subió rumbo a Caracas. Cuando llegaron a la avenida Sucre, vio las casas con techos rojos y dijo: “Mamá, hemos llegado al paraíso”. El conductor se fue directo al Hotel “Comercio” en Quinta Crespo. Esa era la referencia que traía doña Carmela para hospedarse con su hijo.

El Hotel “Comercio” era el sitio donde llegaban los artistas, los cantantes que venían a actividades particulares a cantar o a trabajar en Radio Caracas Televisión (Rctv). Allí se alojaron Jorge Negretti, María Félix, Lola Flores, El Chaval de España, Pedrito Rico, Pedro Infante, Miguel Aceves Mejías, otros.

Manolín, que se la pasaba jugando y correteando con otros niños los alrededores del hotel, se da cuenta que ya casi nadie lo llamaba Manolín, sino Guillermo. Un día, por curiosidad, le pregunta a su mama el por qué ya no me llaman Manolín, y ella le contesta: “es que tú te llamas Guillermo José Manuel”. “Ese día supe mi verdadero nombre”, comentó tiempo después. Desde ese momento dejó de ser Manolín y se convirtió en Guillermo.

Vuelta a Gran Canarias

En junio del 2014, Guillermito regresa nuevamente a la isla que lo vio nacer por invitación del Presidente del Gobierno de Gran Canarias, Román Rodríguez (RR), quien lo invita a hospedarse en su casa. Pero prefiere hacerlo en el hotel que fue construido en el sitio donde él acostumbraba ir a comer dátiles con sus amigos.

Desayunando en la terraza del hotel vio el panorama, la ciudad, la playa donde iba a bañar con sus amiguitos, a los parques donde jugaban. Le embargaron los recuerdos, las añoranzas. Decide caminar por el barrio de donde había salido hacía más de 60 años. Se fue directo a la calle Brasil número 4, donde nació. De allí pasó viendo su antiguo colegio “La Salle”; luego fue a la playa Las Alcaravaneras, y se metió en un chiringuito de esos que hay en las playas para refrescar el calor. Recordó que los frecuentaba. Le llamó la atención un letrero que decía “en alquiler”, y le pregunta al dueño: ¿cuánto tiempo tiene este negocio? El hombre le contesta: “tendrá como 35 años”, y Guillermo le dice “este negocio tiene más de 60 años”.

Un señor que se encuentra acompañado con una niñita catirita, dice: “el señor tiene la razón, este chiringuito tiene más de 60 años”. El hombre le pregunta: “¿y usted cómo lo sabe si no es de por aquí? Guillermo le contesta “porque yo vivía por aquí”. El señor insiste: “¿y usted como se llama?”. Le contesta: “Guillermo González”. El señor de la niñita dice: “Yo soy Abilio Fernández”. Guillermo se queda viendo a aquel hombre que no se parece en nada al mejor amigo que tuvo Manolín, que una vez pelearon a puños por quien de los dos tenía el amor de Bellita. Todo eso le pasó en fracciones de segundo por la mente, y le dice “Te conozco de toda la vida, yo soy Manolín”. Abilio sorprendido exclama: “¡Coño, Manolin, me cago en diez; esta niñita es mi nieta, mi hijo se casó en Londres!”.

“Manolín, por la puta madre que parió a Maneque”

Le pregunta por los amigos de entonces, le contesta que todos se han ido. Abilio le dice: “pero vamos hasta el mercado que queda cerca de tu casa, a esta hora se reúnen los quedan ahí”. Al llegar, Manolin se da cuenta que a todos les ha pegado el sol y el tiempo. Están tostados, arrugados, barrigones.

“Muchachos, tal vez no recuerdan a este amigo, mírenlo bien, es nuestro amigo de toda la vida”, les dice Abilio. Todos lo miraban escudriñando de arriba abajo. “No lo reconozco. No recuerdo a ningún Guillermo González”, niega “Ferrugante”.

Entonces, alzando la voz y dirigiéndose al recién llegado, Abilio le dice: “Aquí todos te recordamos porque un día sin despedirte te llevaron para América. Te hemos buscado. Hemos preguntado por ti, pero nadie nos daba noticias. Decíamos que a Manolín se lo tragó la tierra”. Todos gritaron de alegría, “Manolin, por la puta madre que parió a Maneque”; todos los presentes entrados en años y canas festejaron ese grato encuentro y brindaron.

Manolin preguntó por Bellita, “¿se acuerdan de ella?. Qué hermosa era”. Farrugante señala a una señora de cabellos blancos y dice “es aquella que está allá, de espaldas rodeada de tres nietos”. Insiste vamos a llamarla, Manolín voltea a verla, a lo lejos la detalla, está sentada de espaldas, un poco rellenita rodeada de niños. De inmediato como el rayo le comunica a sus amigos que mejor se quedan tranquilos. “No le digan nada. Quiero seguir recordándola como era. Mi primera novia. Por ella le agarre odio a los pulpos. No vaya a ser que se vuelva a enamorar”. Jajaja

Manolin fue hasta el día de ayer quien en vida se llamó Guillermito “Fantástico” González, el hombre de la televisión, el Caballero Barón de la Casa Real de Trastámara, Gran Canarias.

Fuente: Conversaciones con Manolín. Todo lo aquí publicado es responsabilidad del autor

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