Las piedras de la oposición
Los distintos círculos de la oposición democrática han venido actuando lejos de los que constituye su rol natural, entendiendo que este tendría necesariamente que apuntar a ganarse el mejor lugar dentro de la sociedad, o sea ser popular, contar con un gran apoyo para que llegado el momento político, obtener los impulsos ciudadanos necesarios con los cuales acceder a los centros de poder en disputa y con ello lograr la responsabilidad de administrar los mecanismos públicos y así materializar sus proyectos.
Muchos de los que hoy están activos en el mundo político tienen experiencias en ello, tanto que en momentos lograron ser la mayoría social. Hoy, usando términos propios del área bancaria, sus saldos están en un dígito o, cuando mucho, en dos dígitos bajos. Mas, cuando esos partidos eran fuertes, lo eran por cuanto grandes sectores sociales estaban alineados con sus propuestas, y sucedía en virtud de que esos partidos habían hecho una correcta lectura de la aspiración social, eso siempre ha sido así. Entonces, a partir del roce popular tienen conocimiento de las exigencias sociales, con ese insumo toca a los ideólogos y pragmáticos establecer el cómo pueden ser satisfechas tales demandas a partir de su propuesta ideológica, lo que se traduce en oferta electoral.
¿Y qué quiere Venezuela? Los voceros de empresas que hacen estudios de opinión pública han dicho que el venezolano quiere un cambio político, que le permita acceder a modos de vida dignos, con alimentación, salud, educación, trabajo con salarios suficientes, entre otras exigencias.
¿Y qué están haciendo los partidos opositores en pro de ese logro? Se percibe que poco o nada. Están es peleándose para imponer su particular propuesta política, empantanando las ideas que tienen otros partidos y sectores sociales, para, de obtener el triunfo, mostrarse como líderes absolutos. Por otro lado está la sociedad venezolana, que sufre un gran malestar mientras espera que la sociedad política cumpla su misión con prontitud, y cuál es esa misión, ante este escenario difícil, que la oposición se articule en una estrategia única, creíble, viable que lleve pronto a la solución de la crisis.
La oposición tiene que enfrentar un régimen de visión totalitaria, que desarrolla estrategias poco democráticas y capaz de llegar a los extremos, incluso transitar lo inhumano, para imponer sus ideas. Eso ya lo ha hecho, baste recordar la experiencia del deslave de Vargas, cuando el régimen se desentendió de esos graves sucesos para ocuparse del proceso electoral constituyente, y luego rechazó ayuda humanitaria que gratuitamente se le ofrecía, necesaria para una población que la urgía, por sólo adentrarse en los dictados de sus intereses políticos; hoy es igual, cuando muchos pasan hambre, se enferman y carecen de recursos para superar o a lo menos aliviar dolores, entre otras lamentables situaciones, el poder se aferra a su proyecto político y niega la entrada de la ayuda humanitaria otorgadas por sectores internacionales, la cual muchos venezolanos aún la requieren.
Este es un régimen, como se sabe, está sostenido por el poder de las armas, donde las instituciones con poder de fuego, como las fuerzas armadas, han demostrado ser leales a Maduro y lo que él representa, quienes a su vez permiten que cuerpos armados informales de todo orden, existan y repriman a la población que desea hacer valer sus derechos. Entonces estamos ante una población sometida y acallada con el terror. Esto hace más difícil la tarea de la población venezolana para lograr su camino al bienestar.
Más, a principios de año sucede un hecho gratificante para el país en virtud de que la Asamblea Nacional desconoció las elecciones de mayo de 2018, por lo tanto al en enero vencer el período presidencial en vigencia y al no haber presidente electo se aplica lo establecido en el artículo 233 de la Constitución Nacional, y entra en posesión de la Presidencia de la República, con carácter temporal, el Presidente de la Asamblea Nacional, lo que generó esperanzas en Venezuela, al darse las condiciones para el aspirado cambio.
Sin embargo, en contrario, Nicolás Maduro continuó ejerciendo la Presidencia de la República, en condiciones de facto, soportado por el poder de las armas, formales e informales, lo que impide al país alcanzar lo que las realidades institucionales pautaban.
Mas, se impone la presión sobre el régimen de facto, y alrededor de 60 países, la mayoría de los latinoamericanos, reconocen como presidente encargado a Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional. Así, el llamado Grupo de Lima, la Comunidad Europea y en especial los Estados Unidos generan presión en pro de la estabilidad política y nuevas elecciones presidenciales.
A estas presiones el régimen hubo de atenderlas, por cuanto han venido teniendo efectos importantes en la gobernabilidad nacional, lo que lo obligó a ceder en acciones que ya anteriormente, por conveniencia, las había soslayado, y la presión los obligó a ceder.
A todas éstas, aquella oposición que no se identifica con la Presidencia(e) de Juan Guaidó, en público manifiesta su apoyo, mas en lo privado trabaja para enlodarlo, desprestigiarlo y debilitarlo.
En estos tiempos sucede lo del cambio de embajador en la República de Colombia, sale el Dr. Calderón Berti, y ello ha causado una andanada en contra de Juan Guaidó que busca lo que desde hace rato están detrás, debilitarlo. Poco les importa que la herramienta más importante de la oposición, el reconocimiento de esa presidencia por parte de importantes sectores de la comunidad internacional, pueda llegar a perderse, y con esto, la herramienta más vital con que cuenta, para ellos lo importante es sacarlo y luchar por ocupar su lugar. Y esto difícilmente pasará.
Coincidiendo con unos cuantos es de reconocer que uno de las bases para el sostenimiento político de Nicolás Maduro en la Presidencia de la República es esta oposición.
Se necesita que nuestra oposición sepa ocupar su lugar, especialmente el político, para poner rumbo de buen futuro al país.