Sucre, el genio de Pichincha
El presente artículo lleva el título del libro de mi autoría en el cual referimos detalles de la épica batalla que el ilustre hijo de Cumaná, Antonio José de Sucre, libró en las faldas del volcán Pichincha un 24 de mayo de 1822, hoy hace 200 años, liberando al Ecuador del yugo español y consolidando su Independencia.
Desde su tatarabuelo con títulos de barón y marqués; gobernadores y fundadores de ciudades; hasta educadores, escritores y sacerdotes; Sucre creció con el poder como narrativa de vida.
De familia muy numerosa con principios republicanos, tuvo oportunidades para estudiar y superarse. Con una formación integral, que lo forjó para convertirse en el hombre que todos recordamos desde la escuela como el “Gran Mariscal de Ayacucho”; título otorgado por Bolívar, y el más alto rango después del suyo como Libertador.
Es muy poco lo que se sabe y mucho lo que se intuye de la infancia de “Antoñito” Sucre, como le llamaban. Integraba una de las familias de la élite cumanesa y su padre era una autoridad en la ciudad. También se dice que conoció la tristeza infinita de la orfandad, pero siendo integrante de una familia numerosísima, la soledad no le acompañó jamás. También, se sabe que frecuentó la hacienda de su padre, cerca de Marigüitar, en Cachamaure (estado Sucre), y que fue un nadador aventajado, habiendo pasado su niñez chapuceando en las aguas de los cumanagotos, para huir del calor exasperante de la ciudad.
Rafael Arráiz Lucca, en su obra La Gran Aldea, refiere que el primer Sucre llegó a Cumaná en 1733 y provenía de Flandes (región que ocupa la franja norte de Bélgica), era noble. El tatarabuelo del mariscal fue Carlos Adrián de Sucre y D’ives, barón y marqués de Preux y de Noyela.
El primero que se estableció en Cumaná fue Antonio de Sucre y Trelles, padre de Vicente de Sucre y Urbaneja. Este último casó con María Manuela de Alcalá Sánchez y tuvieron nueve hijos, entre ellos Antonio José. La señora Sucre falleció en 1802, y el padre se volvió a casar en 1803 y tuvo nueve hijos más. De tal manera que el futuro mariscal fue huérfano de madre, como Bolívar, desde los siete años.
El cumanés Antonio José de Sucre es un venezolano que se supo ganar la confianza, aprecio y el respeto de sus compañeros de ideales por la libertad, en tiempos de Independencia.
En enero de 1822 Bolívar inicia la “Campaña del Sur” con el objeto de derrotar a las fuerzas realistas que dominan el sur de Colombia, el futuro Ecuador y Perú. Sucre se adelanta a Bolívar en su camino hacia Quito, mientras al Libertador se le presenta la no buscada Batalla de Bomboná, cerca de Pasto, la más realista de las ciudades neogranadinas. El 7 de abril tuvo lugar la batalla de dos ejércitos con cerca de 2.000 hombres cada uno. La pérdida fue casi igual para ambos ejércitos en pugna y los daños sufridos por los patriotas no fueron pocos, al punto que Bolívar se ve en la necesidad de detener la marcha y no participa en la Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, cuando el general Sucre se cubre de gloria.
La victoria de Sucre en la Batalla de Pichincha fue completa, a pesar de haber tenido cerca de 400 bajas, mientras los realistas sumaron cerca de 600 y la rendición de más de mil prisioneros.
Además de Sucre, en la Batalla se distinguieron el neogranadino José María Córdova y el joven ecuatoriano Abdón Calderón. Entonces, emergió el genio magnánimo de Sucre y le concedió una capitulación honrosa al mariscal de campo español Melchor Aymerich, quien admitió su derrota, quedando libre de fuerzas realistas el territorio de la futura República del Ecuador. Por su parte, al enterarse Basilio García de la derrota realista en Pichincha capitula ante Bolívar, y este sale de Pasto rumbo a Quito.
La sólida formación de Sucre se inició desde los 13 años de edad cuando ingresó en la Escuela de Ingeniería Militar recién fundada por el coronel de ingenieros Tomás Mires. Estudió matemáticas; álgebra; aritmética; geometría; topografía; dibujo lineal y topográfico; construcciones civiles y militares; manejo de armas; táctica; estrategia, y ceremonial militar; así como dirección de tropas y ejercicios militares, lo cual lo distingue como un militar con sólidos conocimientos sobre la guerra, amén de sus innatas condiciones morales y éticas.
Conocedor de estas cualidades que adornaban su carrera militar, el Libertador designó a Sucre en la comisión negociadora del Tratado de Armisticio con Pablo Morillo, firmado en Trujillo el 26 de noviembre de 1820, mediante el cual se regularizó la guerra entre España y Colombia.
De este Tratado señala Bolívar en su Resumen sucinto de la vida del general Sucre publicado sin su firma en 1825, pero confirmada su autoría por carta de Bolívar a Sucre el 21 de febrero de 1825, en la cual afirma: “Este tratado es digno del alma del general Sucre: la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron; él será eterno como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra; él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”.
La Batalla de Ayacucho se libró en hora y media, y el triunfo de los patriotas fue contundente, y con ella se desterró del continente sudamericano, al yugo español.
El 4 de junio de 1830, un criminal atentado acabó con la vida de Antonio José de Sucre, víctima de cuatro disparos, en el sitio La Jacoba, montaña de Berruecos, Colombia. Con este infausto suceso la Patria perdió uno de los venezolanos más gloriosos y grandiosos. Sus restos reposan en la Catedral de la capital ecuatoriana, de acuerdo a sus expresos deseos manifestados en carta dirigida a su esposa ecuatoriana Mariana Carcelén, Marquesa de Solanda.
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