Desigualdad y pobreza
La persistencia de la pobreza y la acentuación de la desigualdad social son un rasgo relevante de esta Venezuela presente.
Hoy los ricos son más ricos y los pobres más pobres, acrecentados estos últimos por miles de familias que fueron clase media. Pocos ingresos llegan al fin del mes, la remuneración promedio del sector privado representa 30% de la canasta alimentaria, que ascendió en abril a US$381. La del sector público promedia 12%. El desempleo alcanza a 58.3%. Muchos prefieren buscar sobrevivencia montando un chiringuito para vender cualquier cosa, o inventarse un oficio, antes que un empleo estable. Para el acceso a la salud y a la educación, es abismal la distancia que separa a los sectores vulnerables y la capa pudiente.
Solo la economía real, la de inversión, producción y empleo, podría romper este marasmo de pobreza y desigualdad, pero se requiere financiamiento interno, crédito internacional e inversión foránea, fuera del alcance del actual régimen. Como recurso alterno se privilegia la importación sin aranceles, en detrimento de la producción nacional. Mientras la profecía de producir millones de barriles de petróleo, se estrella en la realidad operativa y financiera de nuestra primera industria.
Se controló la hiperinflación mediante el anclaje cambiario, pero al costo de liquidar dólares de las reservas internacionales, de reducir el gasto público y un severo encaje legal, para sustentar un Bolívar sobrevaluado. Una ficción, que será cuestión de tiempo para que dé lugar a un gran ajuste cambiario y al repunte inflacionario, salvo que creciese considerablemente el ingreso en divisas.
La generación de la riqueza que permita elevar las condiciones de vida no es un proyecto de este régimen, que no cuenta con los recursos ni con la competencia necesarios. Entretanto, desigualdad y pobreza continuarán como la procesión que va por dentro, como esa que ha sido bomba de tiempo en otros países con mucha más estabilidad y solidez económica que el nuestro…