La injusticia de la justicia
Definitivamente la dictadura que usurpa los poderes en Venezuela no tiene ninguna disposición a facilitar una salida dialogada. Por lo que se ve, solo usan ese mecanismo de las negociaciones para seguir ganándole tiempo a la desgracia que los acorrala, como una trampa en la que ellos se han metido, mientras destruyen un país maravilloso que trata de sobrevivir a semejante desastre. El cinismo con que proceden Maduro y sus socios es patético, como es turbadora la ingenuidad o es deleznable la complicidad apaciguadora, de factores que hacen el papel de opositores complacientes de la dictadura.
Acaban de montar una nueva “constelación” de magistrados reciclados en lo que dan por llamar “alto tribunal de la república”, cuando bien se sabe que más bien cada día están muy, pero muy bajo en desempeño corporativo. De allí que la mentada “reinstitucionalización” quedó como una maroma que guarda relación con las peripecias puestas en escena, en medio del diálogo mexicano, en cuya agenda el régimen privilegia la condición de hacerle un desagravio a su diplomático estrella, Alex Saab.
Debemos tener una idea clara de lo que representa para una nación el sistema judicial, que como es evidente, en Venezuela es un apéndice de la dictadura y por lo tanto se da por descontado, que en ese Tribunal Supremo de Justicia no se dictará un fallo sin que antes no tenga la venia de la familia que ocupa el Palacio de Miraflores.
En Venezuela es una práctica común de los jerarcas de la dictadura, mofarse de los ciudadanos venezolanos. Chávez se burlaba de sus competidores a los que les encasquetaba un mote. A unos los llamaba frijolito y a otros majunche o apátridas. Maduro ha proseguido con esa impunidad para agredir a quien le venga en gana, tal como igualmente lo hace semanalmente, en su despreciable programa televisado Diosdado Cabello. Pero resulta que el intento de comedia de Olga Mata tuvo un desenlace azaroso.
La septuagenaria tiktoker venezolana puso a circular un video con una parodia sobre arepas caracterizadas con los jefes de la revolución del socialismo del siglo XXI. La grabación se hizo viral y la Fiscalía ordenó su detención por promoción e incitación al odio. A la señora Mata le aplicaron una medida cautelar que además la obligaba a la grabación de un nuevo video desde la sede de la policía leyendo unas disculpas públicas y explicando lo que siempre se supo, que se trataba de una broma, que solo intentaba hacer humor, no cometer un delito. Pero resulta que en Venezuela opinar y hacer humor es un delito para los que se opongan al régimen dictatorial.
Otra barbaridad cometida por la dictadura fue la modificación caprichosa de los símbolos de la ciudad de Caracas. Cambiaron el escudo y el himno de la capital venezolana, y el pretexto fue “la necesidad de exaltar las figuras de nuestros aborígenes”.
Mientras se ejecuta ese disparate, un grupo de 300 indígenas de la etnia Yukpa se levantan en rebelión en el estado Bolívar. Los indígenas Waraos admitiendo que los están matando de hambre y se sitúan en el cauce del rio Orinoco buscando desperdicios en el vertedero de la ciudad de Puerto Ordaz. La misma mala suerte la han vivido indígenas yarabanas de la región amazónica de Venezuela que fueron atropellados por mineros que trabajan ilegalmente en sus tierras.
Esas calamidades que sufren nuestras etnias, contrastan con ese supuesto sentimiento reivindicador que argumenta Nicolás Maduro para meterle mano de forma irresponsable a los símbolos de una ciudad que acumula varios siglos de historia. Pero así son los populistas: ¡Mentirosos y manipuladores!