Tribulaciones de un margariteño del siglo XXI
Querido hermano:
En relación con tu próxima venida a la isla te informo que la vaina no está fácil. Me dicen que en Tierra firme es lo mismo, pero, en fin, mi pana, mal de muchos consuelo de tontos. Acá estamos desconsolados y atontados viviendo una realidad dantesca – que ni el mismo protector, amante de la Divina Comedia, ha podido resolver. a pesar de tanta valla y propaganda. Estamos como Dante, no en el paraíso con Beatriz, sino en el mismísimo infierno bolivariano.
Resulta y ocurre que la cotidianidad es imposible de llevar. No hay normalidad operativa, cualquier diligencia que se tenga que hacer amerita de mucha paciencia y de una buena dosis de resignación. Te cuento:
Ayer temprano, debía ir al banco en Porlamar y luego a la notaria a fin de firmar un documento en La Asunción… imposible, en el banco no había línea y en la capital del estado la luz brillaba por su ausencia. Así es todo por acá ir y volver, regrese mañana a ver, y que Dios nos coja confesados, Recuerdo, manazo un chiste bien idiosincrásico, te lo resumo.
Después de una noche de francachela, de tragos y mujeres, un par de amigos – venezolano él, alemán el otro -, estrellaron su carro y fallecieron; al alcanzar al cielo, Dios los remitió, ipso facto, al infierno. Al llegar Lucifer les informó que en el averno priva un criterio de nacionalidad: el teutón al suyo y el criollito al otro. Protestaron vehementemente, empero, el Diablo les comunicó que en ambos el castigo era el mismo: tres tobos de caca diarios y los fines de semana visita libre para cordializar ente los sub-infiernos.
El fin de semana siguiente, el alemán llego marrón de caca a visitar a su amigo en el infierno venezolano, para saludarlo… para su estupefacción lo encontró punta en blanco con un liquilique impoluto. Furioso iba a reclamar al demonio, sin embargo, su amigo le dijo: tranquilo… no pasa nada; el castigo es el mismo, pero, cuando hay la caca no hay tobo, y cuando hay el tobo y la caca no hay quien lo eche.
En fin, así es la vaina en la antigua Perla del Caribe, cuando hay agua no hay luz ni Internet, y a la visconversa, para echar gasolina hay que madrugar y mamarse una cola de diez horas, no hay bolívares en efectivo para pagar el por puesto o el bus, y cuando llueve todo se inunda, los drenajes no tienen mantenimiento, las calles son un verdadero lodazal, los mosquitos y las cucarachas hacen de las suyas.
En fin, hermanazo si vienes es a tu propio riesgo: el dantesco infierno margariteño no le para a nadie… ni habitantes y mucho menos a los visitantes.