Negociación en torno al enemigo común y la fragilidad del Estado

Opinión | junio 6, 2021 | 6:28 am.

Las personas se adaptan, más pronto que tarde, a sus circunstancias por muy adversas que estas sean. La necesidad de cierta recurrencia de eventos y, por lo tanto, de alguna estructura es lo que permite tener cierta estabilidad emocional. Nadie puede vivir permanentemente en medio del caos.

Las sociedades, como las personas, también se adaptan. Esto no significa que el contexto al que se adaptan sea el óptimo, ni siquiera el mejor posible dadas las circunstancias, es fundamentalmente el recurso más cercano para salir de una situación caótica. Bajo esta lógica muchas veces se sacrifican las mejores opciones por recortar la distancia entre la inestabilidad y la (aparente) estabilidad.

En Venezuela, una vez más, se ha abierto la posibilidad de una negociación entre el oficialismo y la oposición. Como en el pasado, los actores de ambos lados recurren a este mecanismo como una estrategia de sobrevivencia más que por convicción, y más en términos instrumentales y tácticos que como parte de una estrategia de largo plazo que, eventualmente, conduzca a una transición hacia la democracia y un mayor bienestar para la población. Con estas premisas presentes el proceso de negociación ya tiene predeterminado su resultado, el cual en el mejor de los casos será táctico para los actores que participan en ella, pero estará muy lejos de una solución real a la crisis que atraviesa el país.

El problema no es propiamente la negociación. Esta es de lejos la mejor alternativa posible dadas las circunstancias. El error es que la manera de abordarla presenta los mismos vicios que en el pasado: 1) se está realizando entre actores que representan intereses muy particulares, los cuales en ambos lados lejos de ser un cuerpo unitario son un conjunto de facciones que luchan por el poder; 2) los actores que se estarían sentando en la mesa de negociación no representan a todos los grupos con poder, particularmente a aquellos que se han ido armando y fortaleciendo en un contexto de mayor fragilidad estatal; 3) el objetivo es táctico, principalmente electoral (a pesar que se diga otra cosa).

Sobre el primer elemento la solución es (relativamente) sencilla. Quienes están llevando el proceso de negociación deben buscar mecanismos que amplíen la base de quienes se están sentando en la mesa, que establezcan reglas claras y en igualdad de condiciones para todos quienes participan, y que establezcan los mecanismos que fuercen a cumplir los acuerdos por todas las partes. El gran problema es que hasta ahora la negociación es bilateral entre “Gobierno” y “Oposición”, y además es asimétrica a favor del primero. De resolverse este punto el tercero (el foco en lo táctico – electoral) también se minimizaría ya que entrarían otros temas dada la naturaleza más diversa de los actores negociando.

El segundo punto, el contexto de fragilidad estatal, es mucho más complejo. La razón es que la mayoría de los actores que han adquirido poder en el marco de fragilidad están vinculados a actividades ilícitas, y en general mantener la situación actual les conviene. En este sentido, hay actores con poder y sin motivación para que haya un cambio, por lo que las probabilidades que saboteen cualquier negociación son altas, además que dificultan que los compromisos que otros actores asuman en una mesa de negociación resulten creíbles en cuanto a la posibilidad de mantenerlos. Además, la posibilidad de sentar a estos actores en la mesa de negociación luce poco probable, por su naturaleza y diversidad.

Pero la fragilidad del Estado combinada con la necesidad de estabilidad puede ser un aliado importante, aunque muy peligroso. Los grupos que se encuentran al margen de la legalidad pueden ser un adversario común para todos los demás factores que saben no podrán tener estabilidad mientras dichos actores se mantengan, y sigan ganando poder. Así, una alianza entre factores del gobierno y de quienes lo adversan podría darse en torno a la necesidad de lograr mayor seguridad en el territorio nacional (la misma lógica pudiera aplicarse en la provisión de servicios púbicos). En este planteamiento la gran interrogante es qué tan permeado está el Gobierno por estos grupos que se encuentran al margen.

Twitter: @lombardidiego