«Quizás”

Opinión | mayo 2, 2021 | 6:26 am.

Los hechos ocurridos la semana pasada en torno a las acusaciones de abuso sexual en contra de Willy Mckey han sido el escenario propicio para llamar la atención sobre un problema que azota a la sociedad venezolana: el abuso de los hombres hacia las mujeres. Abuso en términos generales. En el caso mencionado prevalece el elemento sexual, pero se puede decir por decenas de mensajes que circularon en Twitter que hay una gran cantidad de mujeres que se siente abusada en distintas formas por parte de los hombres. Para unos esto es la expresión de una sociedad machista, para otros una consecuencia de las asimetrías de poder en distintas circunstancias, y hay para quienes incluso es natural que sea así.

Expresión cultural, consecuencia de relaciones de poder asimétrica, o cualquier otra causa razonable (no la de señalar el abuso como algo “natural”) es importante que sea analizado por expertos y, más importante aún, que desde una comprensión adecuada del problema se aborde.

Pero la historia no acaba ahí. Algo ha quedado flotando en torno a los eventos de la semana pasada. El victimario, reconociendo la acusación públicamente, escribió una palabra tan ambigua como brutal: “quizás”. La duda que plantea esa palabra deja entrever que el daño causado era una posibilidad, lo relativiza, y al hacerlo cuestiona los preceptos morales de muchos, e incluso a la justicia en términos formales.

“Quizás” esconde una realidad compleja, la relativización del mal, eso a lo que Hannah Arendt llamó “la banalidad del mal” cuando reflexionaba en torno a los regímenes totalitarios. Sin embargo, el mal es un hecho que se presenta por grados, de forma continua, no se trata de una dicotomía en la que es claro diferenciar el mal del bien. Es ahí donde entra en juego ese “quizás”, crea una zona gris que abre la puerta a justificaciones, y con ello a la posibilidad de evadir la responsabilidad. Esa opción de relativizar una situación le permite a la persona justificarse ante la sociedad, pero también frente a sí mismo.

Hay para quienes la infidelidad no está mal. Para otros es robar lo que se encuentra en esa zona del “quizás”, incluso hay padres que pueden creer que maltratar a sus hijos puede justificarse, o docentes que confunden autoridad con abuso. Hay casos en los que ese “quizás” es más natural que en otros, y por eso suele pasar más desapercibido; sin embargo, cuando aparece en un caso de abuso contra una menor de edad resuena, es una gran mancha roja sobre una hoja blanca. Pero un aspecto que debe llamar la atención es que incluso en el caso referido, en el que para una mayoría importante que se pronunció no había zonas grises, hay otro gran número de personas para los que efectivamente hay un “quizás”.

La relativización del mal es terrible, lo es porque es cotidiana y silenciosa, es permisiva, y por ello suele estar acompañada de complicidad. El temor, el chantaje, la vergüenza, e incluso los vínculos afectivos suelen ser compañeros de los abusos, también el contexto cultural suele servir como telón de fondo para crear esas zonas grises. Además, hay un elemento muy difícil de asumir, la revisión de uno mismo, enfrentarse a las propias creencias, percatarse que ese “quizás” es también parte de la manera como se relativiza el mal, o al menos lo correcto de lo incorrecto. Es asomarse al abismo de una moralidad líquida, en la que las reglas por las que cada uno rige su vida pudieran estar llenas de “quizás”.

Las víctimas son reales, no son un “quizás”. Se trata de personas afectadas. Como seres humanos tenemos la responsabilidad de acompañar a las víctimas, como también tenemos el deber de escuchar, de cuestionarnos a nosotros mismos, de navegar por esa peligrosa zona del “quizás” con la mayor conciencia posible de evitar perjudicar a los demás.

La tarea no es sencilla, más en un mundo cada vez más diverso y dinámico, con más zonas grises, donde la relativización puede estar muy presente. Quizás un punto de partida es identificar aquellas zonas en las que a nivel personal algo no es un “quizás”, y para ello un punto de partida puede ser el precepto de evitar hacerle daño a otro.

Twitter: @lombardidiego