La Cruz

Opinión | abril 3, 2021 | 6:24 am.

Hoy la humanidad no tiene nada que celebrar. Hemos asesinado a Jesús, un hombre justo y bondadoso cuyo único delito fue promover un mensaje de amor fraterno entre los hombres. Han transcurrido más de dos mil años de este insensato acontecimiento y la humanidad con especial responsabilidad de sus élites continua inmisericordemente asesinando a sus propios hermanos.

La humanidad es libre y social por naturaleza y dependerá de cada uno de nosotros administrar. A esta acción la conocemos como «libre albedrío», acción personal que determinará la cruz de nuestra vida, una cruz inevitable que será liviana o pesada de acuerdo a como la aceptemos. Nos recuerda el Papa Francisco que la Cruz es nuestra condición humana del límite y la fragilidad. En la Cruz están nuestras virtudes y defectos, nuestras decisiones pero especialmente la voluntad misteriosa de Dios. El Papa Francisco nos invita a abrazarla y aceptarla como lo hizo Jesús diciendo: “no se haga mi voluntad sino la tuya”

Esta expresión “no se haga mi voluntad sino la tuya” tiene un significado y alcance profundo. Según la tradición cristiana quién la dice es Dios encarnado en el hombre. A pesar de saber quién es, se entrega a la voluntad divina. Es el momento del desprendimiento absoluto, del amor total e incondicional, el todo ha superado la parte, la carne es solo carne, pero el espíritu infinito, se ha consumado el encuentro íntimo y grandioso con Dios.

Hoy la Cruz nos enseña que los sacrificios por los demás son duramente juzgados y castigados por nuestros hermanos. Sin embargo, la experiencia de Jesús nos enseña que la recompensa es mucho más grande porque esta termina siendo el antídoto para derrotar la maldad.

En palabras textuales del Papa Francisco: “la mordedura de la serpiente busca escandalizar, inmovilizar y volver estéril e insignificante todo servicio y sacrificio de amor por los demás. Es el veneno del maligno que sigue insistiendo sálvate a ti mismo… Y en esta mordedura, insiste el Papa, cruel y dolorosa, que pretende ser mortal, aparece finalmente el triunfo de Dios. San Máximo el Confesor nos hizo ver que con Jesús crucificado las cosas se invirtieron: al morder la Carne del Señor, el demonio no lo envenenó —sólo encontró en Él mansedumbre infinita y obediencia a la voluntad del Padre— sino que, por el contrario, junto con el anzuelo de la Cruz se tragó la Carne del Señor, que fue veneno para él y pasó a ser para nosotros el antídoto que neutraliza el poder del Maligno”.

La Cruz es nuestra salvación. El libre albedrío nuestra libre voluntad de tomar decisiones, el camino a la verdad uno solo y el rostro de la maldad es el egoísmo.

@lombardijose