Cuando la Ley falla

Opinión | febrero 21, 2021 | 6:26 am.

Cuando la Ley falla la sociedad deja de funcionar eficientemente. La relativización de los correcto y lo incorrecto se convierte en la guía de las interacciones sociales, por lo que la individualización prevalece sobre lo colectivo. Este tipo de contextos es un regreso a la barbarie, donde la imposición del más fuerte está por encima del acuerdo colectivo, o lo que pudiera llamarse en términos más cercanos a la política, al contrato social. En este sentido, la Ley, aún con sus imperfecciones y las fallas que pueda haber en su aplicación, es el mecanismo a través del cual la vida en sociedad está por encima de los deseos individuales, por ello sin Ley el resultado es el caos.

Esta semana en Venezuela hubo un debate en Twitter sobre el trabajo infantil a raíz de una publicación en la que un comerciante “empleó” a un menor de edad que había ido a pedirle comida. En términos legales en esa publicación se violan al menos dos principios fundamentales: se emplea a un menor de edad (además que no quedan claras las condiciones de esa “contratación”) y se revela su identidad en una foto. En cualquier sociedad medianamente funcional esto automáticamente sería sancionado en base al marco jurídico, y, más importante aún, la sociedad no relativizaría la situación resaltando las bondades de darle empleo a un menor de edad. Pero Venezuela no es una sociedad funcional.

Es cierto que el trabajo infantil no es nuevo en Venezuela, y por mucho tiempo ha sido un mecanismo de ingreso adicional para muchas familias, incluso llegando a ser el principal medio de sustento en familias muy pobres. Hay incluso quienes se enorgullecen de haber trabajado siendo niños y resaltan que eso les permitió “llegar a donde han llegado”. Desde ese punto de vista, en el que el caso específico es la referencia para analizar la situación general, lo que se considera correcto está por encima de la Ley. No importa lo que digan las convenciones internacionales, no importa lo que señale la Ley, ni siquiera importa si esta puede ejercerse efectivamente, lo que prevalece es la percepción personal.

Sin una base común de acuerdo las sociedades están destinadas a ser caóticas, y por lo tanto a ser injustas, poco eficientes, y estar condenadas al permanente conflicto. Si de algo se preocuparon los pensadores que dieron forma teórica a la modernidad fue sobre la importancia de evitar que el hombre permanezca en su “estado natural”, bien desde la perspectiva de un Estado fuerte, la de un contrato social, o incluso desde la fraternidad. El tema central es la necesidad de evitar el caos, en el que inevitablemente se vive en permanente conflicto e incertidumbre, limitando cualquier posibilidad de progreso material, y en general de un mayor bienestar.

Una característica de la Venezuela de hoy es su fractura social, acompañada de un Estado frágil, y en general de una sociedad que vive en permanente incertidumbre y conflicto. Cualquier posibilidad de transición exitosa hacia una democracia debe pasar antes por estabilizar esta situación. Un aspecto fundamental de la democracia es el reconocimiento de un conjunto de condiciones institucionales por parte de todos los actores, si no hay una base común de aceptación entre todos, la perspectiva dominante es la de la imposición a la fuerza. En este sentido, es importante resaltar que al hablar de condiciones no se refiere exclusivamente al plano electoral.

La gran interrogante es cómo lograr ese piso común. Hay mecanismos y experiencias que muestran distintas vías, pero si algo hubiese que resaltar de todas es que una condición fundamental es el reconocimiento del otro, o puesto en términos más prácticos, la no aniquilación del otro. Mientras el conflicto se siga manejando como un juego de suma cero (en el que solo se puede ganar lo que el otro pierde) seguirá la confrontación, en la que cada actor cree tener la fuerza suficiente para imponerse liquidando a sus enemigos. En esos escenarios es posible que en algún momento haya un cambio, pero seguramente traerá consigo otros conflictos, y no más democracia o bienestar.

Twitter: @lombardidiego