Servicios Públicos

Opinión | enero 15, 2021 | 6:18 am.

Agua, energía eléctrica, gas doméstico, aseo urbano, son parte de los servicios básicos que cada uno de nosotros – en nuestros hogares y comunidades – necesitamos para vivir y hacerlo con las comodidades mínimas.

En Europa, así como en los Estados Unidos, las instancias gubernamentales suministran el acceso a estos servicios con precisión y sumo rigor, sin embargo este no es el caso de América Latina y menos el de Venezuela.

En estas tierras la lucha por servicios públicos es permanente, pues no existe una cultura de optimización de los mismos, sino una larga experiencia de fallas y desdén que se acumula afectando la calidad de vida de millones de ciudadanos en todo el continente, empezando en el sur del Río Grande.

Los temas como el hídrico, el eléctrico o el aseo urbano, en teoría deberían ser básicos, aspectos cotidianos del ejercicio de la gestión local o nacional, no obstante no es así. Por ende, las calles de nuestras ciudades siguen oscuras, las tuberías secas y la basura acumulándose en las aceras.

Es menester, en nuestros países, que el ciudadano se organice – no para emplazar al gobierno – sino para logras las soluciones a partir de la relación ciudadano-gobierno.

Ante la falta de madurez en los gobiernos latinoamericanos, el ciudadano debe aprender a exigir y a colaborar en la construcción de soluciones. Pues, el vivir bien en comunidad no es tarea exclusiva de los gobernantes, sino que es una labor de todos aquellos que convivan en una ciudad.

En la medida que los gobiernos cumplan con su deber, y los ciudadanos participen en el proceso de mejoras colectivas, podríamos hablar de ciudades en vías de desarrollo, entendiendo éste como mejoras en la vida normal de los ciudadanos.

Cuando las necesidades básicas estén satisfechas (no es el caso de Venezuela y de muchos otros países de Centroamérica y Sudamérica) las sociedades irán creciendo y aspirando a construir cada vez mejores medios de existencia, lo que – a veces – suele, nuevamente, desmovilizar a los ciudadanos, ahora sumergidos en sus particularidades.

Cuando no hay condiciones adecuadas de vida en una comunidad, el ciudadano tiene dos opciones: acostumbrarse a vivir mal, o accionar cambios mediante su acción. Y cuando todo marcha bien, igual tiene dos opciones: despreocuparse de asuntos comunes reduciendo sus acciones al ámbito personal o seguir siendo factor de crecimiento en los temas de interés colectivo.

¿Qué quiero decir con esto? Tan peligroso es el acostumbrarse a lo malo, como sentirse totalmente cómodo en las épocas positivas. El punto medio – entre estas dos opciones – es la preocupación y la participación permanente del ciudadano para ayudar a que las condiciones de vida en una ciudad mejoren de forma constantes.

Una ciudad donde funcionen los servicios públicos a raíz de la activación de la relación gobierno-ciudadano, donde surjan buenas ideas, ahorro económico, se cubran las necesidades reales de la ciudadanía a través de su participación directa, es una ciudad que tiene un buen gobierno. Y es una ciudad con una sociedad formada, organizada, participativa y colaborativa.

Esta debe ser la meta de todos nosotros para nuestros municipios. ¡Claro que se puede!

@malemalaver

Miembro de la Directiva Nacional del Colegio de Ingenieros de Venezuela
Embajadora de la ONU para la Enseñanza de los ODS