El buen sabor de las pupusas
Tal como anuncié en mi anterior artículo, Me metí en Honduras, en esta oportunidad les comentaré sobre el encuentro que sostuve con el presidente de Honduras.
Debido a que la delegación empresarial internacional estaba compuesta por 40 personas, los organizadores decidieron dividirla en 2 grupos de 20. Cada grupo visitaría organismos oficiales diferentes. Sin embargo, la incidencia del chavismo sobre el ejecutivo hondureño los llevó a incluirme en casi todas las reuniones. Sugirieron que debía contarles a los funcionarios gubernamentales el daño que habían causado en Venezuela las malas prácticas del actual gobierno y los riesgos que correría Honduras si decidiera aplicar unas políticas similares. Además, me diseñaron una extensa agenda de medios: radio, televisión, periódicos y ruedas de prensa, para que explicara con detalles el caso venezolano.
La tarde del 6 de agosto de 2008 el grupo en el que yo me encontraba se dirigió a la primera reunión, la cual estaba pautada con el entonces presidente de Honduras, Manuel Zelaya. Cerca de las 4 de la tarde llegamos al antedespacho presidencial, nos atendió la asistente del presidente y nos invitó a tomar asiento, por cierto, era una pequeña y modesta oficina. El canal de televisión, que estaba sintonizado, recitaba casi que con una certeza bíblica las maravillas del gobierno de turno. Pregunté a la asistente si no había más canales de televisión en Honduras: Sí, hay muchos —me respondió―, pero ese es el único autorizado para ser visto en las oficinas públicas». Parece que en Latinoamérica esta práctica se está haciendo costumbre, pensé yo.
Veinte minutos más tarde la asistente nos franqueó la entrada al despacho presidencial, espacio que también me pareció pequeño sobre todo para albergar un elevado número de personas. El presidente Zelaya nos recibió muy afablemente. Por estar acostumbrado a las peroratas de Chávez no me resultó extraño que Zelaya se extendiera hablando sobre las maravillas de su gobierno. Se refirió al importante soporte que algunos países le estaban brindando, sobre todo, desde que Honduras ingresó a Petrocaribe. Comentó que solo faltaban pequeños detalles para que su país ingresara al Alba, donde esperaba conquistar nuevos espacios. Nos confió que estaba teniendo dificultades con algunos empresarios y gremios empresariales, inconvenientes que, posiblemente, lo llevarían a implementar controles en diversas áreas. Y le colocó la tapa al frasco cuando dijo que la constitución debía ser actualizada y para ello estaba pensando convocar una Asamblea Constituyente.
Una vez concluida la intervención del presidente Zelaya, sin haberla solicitado, me concedieron la palabra. Inicie mi intervención de la siguiente forma: «presidente Zelaya, con el debido respeto, oyéndolo hablar a usted me parece estar escuchando otro mandatario conocido y la verdad es que sus acciones llevan la misma orientación que condujo a Venezuela a encontrarse hoy al borde del abismo». No había terminado de hablar cuando sentí un toque en una pierna. La acción había sido ejecutada por el director nicaragüense, quien, en voz baja, me dijo: «Recuerde con quien está hablando. No le falte el respeto al presidente». En su mismo tono de voz, le respondí: 2Y usted no olvide que soy dirigente empresarial en un país libertario, donde nunca bajamos la cabeza ante ningún gobierno. Además, le advierto que, si me interrumpe nuevamente, mi respuesta no será tan cordial como hasta ahora»., El caballero no volvió a dirigirme la palabra durante todo el evento.
Superado el pequeño impasse, retomé los señalamientos en contra de los anuncios de Zelaya.
Hablé sobre el tema de la constituyente política venezolana de 1999 que privilegió la política sobre la economía y cuando quiso corregir el error, ya era demasiado tarde. Expliqué el daño que le había hecho a Venezuela el afán reeleccionista de Chávez; señalé que la aprobación de 49 leyes inconsultas había sido el germen de nuestra conflictividad. Manifesté mi sorpresa de encontrarme ante un exdirigente empresarial que no confiara en la premisa que señala: la mejor forma de hacer crecer y fortalecer un país es impulsando un estado promotor dentro de una economía de libre mercado. Y para concluir dije: «Todos aquí sabemos que los almuerzos gratis no existen. Me refiero a que, más temprano que tarde, el régimen venezolano vendrá a cobrar los apoyos que hoy dice estar dando desinteresadamente al pueblo hondureño».
Todos notamos el cambio que sufrió el semblante de Zelaya ante los cuestionamientos. «Amigo venezolano —dijo, recuperando lentamente su jovialidad—. No se moleste conmigo, mire que yo soy un gran admirador de su país y por tanto, ante esta honorable delegación, asumo el compromiso de estudiar todas sus recomendaciones y emitir una respuesta a la mayor brevedad». Esa respuesta nunca llegó, pero mi conciencia quedó tranquila porque el mensaje fue entregado.
Culminó la reunión y al momento de tomarnos la foto de rigor sucedió algo curioso. Como expliqué anteriormente, la oficina presidencial era muy pequeña y el escritorio ocupaba mucho espacio, por tanto, no todos podíamos ser enfocados. Yo le pedí a algunos directores que me ayudaran y en volandillas llevamos el escritorio hasta un rincón. El presidente comentó: «este venezolano es terrible, no solo me reclama mis actuaciones, sino que además me desbarata el despacho». Todos rieron el chiste y la asistente del presidente tomó la foto.
Una vez concluida la sesión fotográfica, el presidente nos invitó a pasar a una recepción que nos tenía preparada. Como una forma de suavizar la tensión, Zelaya colocó su brazo alrededor de mis hombros y me invito a que lo acompañara. Mientras bajábamos unas escaleras me iba comentando: «Usted va a degustar un plato típico hondureño que lo sorprenderá». Llegamos al jardín del palacio presidencial donde estaba ubicado el banquete. El mandatario explicó al encargado: «Quiero agasajar a mi amigo venezolano, prepárenle una “pupusa” especial». Quedé sorprendido por partida doble. El nombre del plato me causó gracia y luego me impactó su extraordinario sabor. Cerca de las 9 pm nos despedimos del presidente y de algunos ministros, pero antes de retirarnos el primer mandatario me confió: «Dentro de un rato le enviaré un presente».
Llegamos al hotel. En el lobby comenzamos a evaluar los resultados del encuentro. Estando allí ingresó al establecimiento una comisión de la Guardia Presidencial de Honduras y el que fungía de jefe preguntó: «¿Quién es el delegado empresarial venezolano?». Al decir que yo era la persona que buscaban, el militar se paró firme, saludó y me hizo entrega de 3 artículos: un bolígrafo, un escudo y un pergamino. Los dos primeros enchapados en oro. En simultaneo a la entrega de los efectos, el militar iba recitando: «Reciba estos presentes como un acto de condecoración por parte de la presidencia de la Republica de Honduras».
Al recibir los instrumentos, pregunté al emisario si alguien más había sido distinguido: “Solamente usted”, respondió. A los pocos momentos, mientras caminaba hacía la habitación, iba pensando en la cara de sorpresa que puso el nicaragüense cuando vio la entrega de presentes. Ahora debía dormir porque al día siguiente, nos reuniríamos con el presidente del congreso, Roberto Micheletti. Esa y otras reuniones las comentaré en futuros artículos.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE