Antoun, “Árabito emprendedor”

Opinión | noviembre 15, 2020 | 6:18 am.

El 20 de febrero de 1970 por el aeropuerto internacional de Maiquetía llega un vuelo procedente del aeropuerto internacional Rafic Hariri de Beirut, Líbano. En ese avión viene de pasajero un joven de 13 años, flaco, alto, bien parecido. En inmigración es identificado como Antoun Bakhos, con pasaporte libanés. Viene acompañado de dos tíos que ya estaban residenciados en Venezuela, Francisco y José Antoun. Bakhos nació al norte del Líbano, en el pueblo Arbed Kosaia, un lugar muy cercano al pueblo donde nació San Chárbel.

Ese joven con el correr de los años estudió, se formó, se preparó como empresario. El 14 de febrero de 1980, día de los enamorados, contrajo matrimonio con la joven Jamile de Antoun. Su esposa que se convirtió en su ángel guardián, formando un hogar de tres hijos y cinco nietos.

Su brújula siempre estuvo orientada hacía el comercio. Ese fue su norte. Es fundador de varias empresas que hoy son marcas en campos bastantes complejos. Gracias a sus iniciativas, sus ideas, al empuje que como creador de esas empresas le ha imprimido, es prácticamente el único que le ha puesto el alma y el corazón para el crecimiento y el desarrollo de las mismas.

Antoun es el Árabito emprendedor e influencer, siempre con un proyecto en la mano.

Tradición y cultura libanesa

Bakhos es el único hijo varón de la familia. En la tradición y la cultura árabe el hijo mayor es el sostén de todos, y las hembras deben estar pendientes de todos los quehaceres de la casa. A él le correspondía trabajar y velar por sus padres y las dos hermanas menores. El caso es que sus tíos que vivían en Caracas no tenían hijos varones. Sólo hembras, no tenían sucesores. Ellos, los tíos habían organizado el viaje a Líbano para traerlo a Caracas. Se lo pidieron a sus padres y eso fue una larga discusión para que se convencieran y les dieran el permiso de viaje a Francisco y a José, tal como sucedió y así pudieron traerse el sobrino a Venezuela. Antoun tiene tres hijos, y para continuar la costumbre de su pueblo natal, al primer hijo lo bautizó Francisco José, en honor a sus dos tíos; su hija se llama Damia en honor a su señora madre, y el tercer hijo se llama Bachir en honor a su señor padre.

A los hijos hay que dejarlos elegir, no se le deben cortar las ilusiones, ni las esperanzas de buscar nuevos horizontes, Antoun es la mejor expresión de ello. No sabemos cuál sería su vida hoy si se hubiera quedado en el Líbano, pero aquí en esta tierra de gracia, si sabemos quién es Bakhos. Este es un país generoso, hospitalario, nunca tuvo distinciones con los inmigrantes, se les dio todo el apoyo y muchos supieron aprovechar todas las oportunidades.

“Árabito” nació en Catia

En 1980, en la calle Colombia, entre las calles Panamericana y El Cristo de la populosa barriada caraqueña de Catia, abre las puertas la panadería “Arabito”. Atendiendo su negocio se encontraba el joven empresario y emprendedor. Ese era Antoun Bakhos. Comenzó con un horno rudimentario a producir el hoy conocido pan árabe, luego vinieron los chawuarma, kipe, los tabule. Al poco tiempo en su vidriera aparecieron los dulces donde el pistacho, la miel y el pan filo estaban a la orden del día, para los paisanos, sirios, libaneses, jordanos y palestinos que desde entonces no han dejado de degustar los platos típicos árabes.

El Árabito fue una revolución en Catia, porque en esa época no se conocía el pan turco, como le decían. Muchos de los habitantes de Catia eran oriundos del oriente del país, venidos de Carúpano, Cumaná, Maturín, Anzoátegui, margariteños, pueblos donde el casabe es un acompañante obligado a la hora de la comida, quienes al conocer el pan árabe (que es redondo más pequeño que una torta de casabe), se familiarizaron y fueron de los primeros caraqueños que degustaron ese exquisito manjar.

El pan Árabe se comercializaba en las bodegas, en los pequeños negocios, empacados en cajas o individual, se los dejan a consignación en el mostrador a las cajeras y expendedores, ya que los negocios, panaderías, supermercados, abastos, no los aceptaban porque no les era rentable, no se vendía.

Los portugueses tenían el monopolio en sus panaderías en Catia y en toda Caracas. Cuando llegaba el pan árabe para la venta, lo rechazaban, no les gustaba, decían “llévatelo. Eso es casabe”.

El comercio Fenicio “la habilidad del turco”

Antoun Bakhoss repartía su arabito en un auto Chevy Nova del año 1968. Entendió que necesitaba salir de Catia. Debía crecer, entrar a la red de supermercados, y decide poner en práctica el comercio fenicio (comienza a hacer trueques). Solicita una entrevista con el gerente de Central Madeirense, llamaba todos los días. Era tal su insistencia que lo reciben a los cuatro meses, oída su oferta, le proponen que le reciben 20 paquetes de pan diario, solo para ser vendidos en el supermercado ubicado en San Bernandino (bien lejos de Catia) durante un mes con la condición que si no se vendía, no había devolución y no volvía al supermercado. Me comenta Bakus que “todos los días a las 4 de la tarde mandaba a sus amigos para ver cómo estaba la venta, y compraban el pan restante. Durante un mes se vendió todo”. Claro, él mismo se compraba el producto, y sus amigos decían “guárdeme para mañana que vengo a comprar”. El supermercado viendo la receptividad que tenía “El Arabito” acepta la entrada del producto en todas sus sucursales. Es así como se inicia la cadena de comercialización, hasta el día de hoy. Funcionó la habilidad del turquito.

Estudia en la UCV y se gradúa en Hard Work

Ya asentado en Caracas comienza a estudiar de noche y en el día trabaja con sus tíos en sus negocios, aprendiendo el oficio y aclimatándose en la ciudad. El sexto grado, primero y segundo año de bachillerato los estudia en el Liceo Simón Bolívar; tercero, cuarto y quinto año en el Liceo Juan Vicente González (en el día es el Liceo Andrés Bello). Ahí se gradúa de bachiller. Continúa sus estudios superiores y se inscribe en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela (UCV), cursa cuatro años y suspende los estudios hasta nuevo aviso. En los pasillos de la Escuela de Derecho conoce a su amigo Félix Moreno. Bakhos, “el árabe” o “el turquito” como cariñosamente ya era conocido, se estaba labrando un espacio en el mundo de los negocios y estaba formando sus propias empresas.

Con el correr de los años me lo encuentro en una reunión con un grupo de abogados, en compañía de su amigo Luis Superlano. Estaban discutiendo un asunto legal de un siniestro de seguros. Observo que Antoun lleva la voz cantante explicándoles lo que él consideraba se debía hacer, y le pregunto: “Arabito, ¿dónde aprendiste tanto Derecho, dónde te graduaste?”. Me responde con la jovialidad y la risa que lo caracteriza, “Mario, estudié Derecho en la UCV, el doctor se especializó en la universidad de Harvard y yo me gradúe e hice el posgrado en la universidad de Hard Work (Trabajo difícil). Me gustó la respuesta, la salida rápida. Entendí el mensaje, que el éxito se consigue con estudio y trabajo, pero es clave la universidad de la vida, y eso es exactamente lo que él ha hecho, resolver los casos y negocios que otros no han podido.

Es el empresario que nunca ha estado vinculado a la política. Es el amigo de todos. Siempre está mandando. Siempre es gobierno. Práctica una filosofía, “que él no es político, ni compite con nadie. Es un hombre de bien, de ayuda, un valor agregado”.

Antoun Bakhos y San Chárbel

Cuando entras a la sede de su empresa lo primero que te llama la atención es la talla en madera tamaño real de San Chárbel, a la que él saluda y le pide la bendición antes de entrar a su oficina, donde también lo sigue acompañando. Se declara cristiano maronitas, sostiene que “a través de él se manifiestan la grandeza y el amor de Dios”.

Una de las empresas de Bakhos patrocinó y publicó un libro sobre la obra y la vida de San Chárbel “Luz en el mundo, vida y fe de un santo”. Él escribió el prólogo del libro, y se declara un hombre orgulloso de su fe, de haber nacido cerca de la casa donde nació el santo, uno de los más admirable y orgulloso de su tierra natal. Se hace una interrogante y se pregunta: ¿Y qué es lo que quiero con este libro? Y se responde “Ayudar que en mi otra tierra, la que me ha visto crecer desde los 13 años cuando salimos del Líbano, se conozca mejor, se aprecie mejor, la figura tan importante de Mar Chárbel”.

Desde hace más de 10 años ya es una tradición que el segundo domingo del mes de diciembre, asistir a la misa que se realiza a cielo abierto con todo el personal de las empresas de Antoun y de amigos invitados. Me siento orgulloso de encontrarme dentro de esos invitados. Para mí se ha convertido en religioso asistir ese día a la misa de Antoun Bakhos con San Chárbel.

Venezuela es el mejor país del mundo

He viajado mucho y he conocido otras realidades, pero en ninguna parte me siento tan bien, como aquí Venezuela es mejor país del mundo, dice Bakhos. Aquí llega el inmigrante árabe y el chino, que ni hablan ni entienden el español, pero apenas le ponen el sello de entrada en inmigración están haciendo un negocio, ya tienen un negocio montado, esto no se ve en ninguna otra parte. En Estados Unidos nadie sale adelante, allá trabajas, vives bien pero endeudado, allá no puedes tener negocios y empresas como aquí, es difícil prosperar. Para viajar tienes que programarlo desde un año antes para que te salga barato. Aquí viajas de un día para otro. Este personaje dice “Este es el único país del mundo donde puedes hacer todo, desde hablar con el presidente de la República o entrar al paisano, esto es una maravilla”.

“Cheche” Guerra lo enseñó a comer pescao

“El árabito” tenía un auto Chevy Nova del año 68. Con él recorría los distintos estados del país, igual estaba en Maturín que en San Cristóbal, en Apure que Lara, siempre visitando los sindicatos para ganar las licitaciones con los mejores precios en los útiles escolares, ropas, zapatos, siempre con su acompañante y amigo José “Cheche” Guerra, carupanero. “Ese fue el que me enseñó a comer pescao con las manos”, “treinta años estuvimos juntos por esas carreteras. Hoy está jubilado. Sigue siendo mi compañero y mi amigo, pero yo no me jubilare nunca”. José Molina “El Gocho”, fue el eterno Secretario General del Sindicato de Radio y Televisión, y de VTV (canal 8), gran amigo del Árabito. Magaly fue su eterna secretaria en Italbraga, que era la empresa que competía en el ramo de calzado y ropa.

Los dulces de Beirut o Damasco están en la avenida Casanova

Bakhos es un hombre inquieto. No puede estar tranquilo ni en pandemia. En estos tiempos revisando sus negocios se detuvo en “El Arabito” sucursal fundada hace 20 años en la avenida Casanova de Sabana Grande. Lo que era una restaurant normal de comida árabe, lo convirtió en un negocio múltiple, logró condensar en un mismo espacio los cuatro conceptos árabes. Ahora los caraqueños pueden encontrar panadería y pastelería, bodegón, restaurant y pizzería en el mismo sitio. No necesitamos ir a Beirut o Damasco para encontrar la deliciosa variedad dulces tradicionales.

Es un concepto interesante y que debe llamar la atención para que otros empresarios se estimulen e inviertan en Venezuela. Los que decidimos quedarnos aquí tenemos que promover y auspiciar hechos como estos para que se multipliquen los buenos conceptos y los negocios prosperen y salgan adelante, fomentando el empleo, pagando sus impuestos y generando fuentes de trabajo. Así es como este país saldrá adelante.

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