José Gregorio

Opinión | octubre 30, 2020 | 6:30 am.

¡Qué importante resulta para una nación contar con referencias humanas de alta significación espiritual, moral o intelectual!

José Gregorio Hernández representa para Venezuela justamente esa referencia de elevada significación. Es una referencia para la unidad nacional. Todos los venezolanos, católicos o no, sentimos un orgullo muy grande en ser sus compatriotas.

Nació en un bello pueblo andino llamado Isnotú en octubre de 1864. Fue un hombre excepcional. Un médico muy eminente, investigador científico, profesor universitario y, sobre todo, un ciudadano ejemplar y un católico auténtico. Estudió medicina en Caracas, en la UCV. Después de graduarse de médico regresó a su humilde aldea natal para trabajar al servicio de los más pobres, de los marginados. Ejerció la medicina en los tres estados andinos: Táchira, Mérida y Trujillo, estableciendo centros de salud en ellos.

Luego hizo estudios de especialización en las universidades de París y de Berlín, los dos centros de mayor reputación y jerarquía en el mundo científico de aquella época.

Al regresar fue profesor en la Universidad Central de Venezuela, creando allí varias cátedras de medicina, entre otras Bacteriología, la primera en el continente americano.

Un profesor que ejerció una influencia muy grande entre sus colegas, sus estudiantes y sus pacientes.

Tuvo tiempo además para publicar una abundante obra científica de gran significación en la lucha contra las enfermedades que tanto afectaban a su pueblo venezolano: tuberculosis, neumonía, fiebre amarilla. Es decir, se trata del ejemplo de un hombre nacido en una familia muy humilde que logra una formación profesional de excelencia no para alimentar su propia vanidad o para enriquecerse personalmente, sino para servir a su pueblo y a su país.

Asume una enorme tarea al servicio de los pobres durante la pandemia de gripe que azotó a Venezuela en 1918. Visita a los enfermos y, en cumplimiento de esa misión, se produce el accidente que termina con su vida. El 30 de julio de 1919 es llevado en hombros de sus estudiantes al paraninfo de la Universidad Central de Venezuela en donde son velados sus restos mortales. Y luego trasladado al Cementerio escoltado por una inmensa multitud de conciudadanos.

La vida de José Gregorio Hernández es una vida ejemplar. Dios mediante estará en los altares a partir del primer trimestre del próximo año.

Seguiremos conversando.

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