Collage trigésimo sexto sobre Rómulo Betancourt

Opinión | octubre 28, 2020 | 6:22 am.

(Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –y XII)

El 1° de enero de 1958, muy temprano en la mañana, estalla una sublevación militar contra el régimen dictatorial que preside el General de División Marcos Pérez Jiménez. A las 6 am de ese día, aviones de la Base de Maracay aparecen sobre Caracas para anunciar a los militares comprometidos en la capital –era la señal convenida- que la insurgencia militar había comenzado. Maracay estaba en poder de los rebeldes.

En forma previsiva, Pérez Jiménez había suspendido la dotación de municiones a algunos cuarteles, por lo que el cuartel Urdaneta de Caracas no se pronunció sino horas después, cuando el mayor Gilmond Báez, simulando lealtad al gobierno, logró el restablecimiento del suministro de municiones. Alrededor de las cuatro de la tarde, los aviones ametrallan el Palacio de Miraflores, donde se activan las baterías anti-aéreas y en cuyos sótanos Pérez Jiménez y algunos de sus principales colaboradores se habían puesto a resguardo de las incursiones aéreas. Debido a fallas en la coordinación –además de la no participación de la resistencia civil- la intentona no tuvo éxito. A las 2 de la madrugada del día 2, en el DC-4 personal del Presidente de la República, piloteado por el mayor Martín Parada, 18 insurrectos viajan a Barranquilla, Colombia.

Como señala la historiadora Mirela Quero de Trinca, Rómulo Betancourt se preocupaba porque el final de la dictadura perezjimenista llegara por la vía de una acción exclusivamente militar, y, en consecuencia, planteó el regreso de exiliados al país para fortalecer la organización de la sociedad civil y de los partidos en la resistencia interna. En carta de fecha 6 de enero, que dirigió a un grupo de militares democráticos, les decía: “Varias circunstancias determinaron que este movimiento tan poderoso no triunfara. Aparte de las de carácter militar, creo que si los alzados hubieran dado armas al pueblo en Maracay triunfan definitivamnte. La gente se echó a la calle en esa ciudad, reclamando armas para pelear” (1).

Por su parte, el historiador Ramón J. Velásquez también tiene aprehensión a la acción únicamente militar: “Lo que diferencia al 23 de enero de los episodios similares de nuestra historia es su carácter de jornada colectiva, tanto en lo militar como en lo civil… Si el movimiento del 1° de enero triunfa el mismo día de su estallido, distinto hubiera sido el rumbo del proceso histórico iniciado en el año de 1958, pues sorprendidos dictador y pueblo con el regalo de las libertades, la participación de los demás sectores nacionales habría sido nula. Los veintiún días que van de uno a otro acontecimiento les permiten a las clases dirigentes de la nación tomar conciencia de la crisis y asumir su dirección. Naturalmente que la decisión final de las Fuerzas Armadas era determinante para poner fin a diez años de gobierno autocrático y personalista, pero el proceso de desajuste del aparato de represión del gobierno va a permitir que numerosos grupos profesionales y económicos abandonen su justo temor ante las conocidas represalias, colaboren con los activistas de los partidos políticos que integran la Junta Patriótica y den carácter de jornada nacional y no de golpe militar al histórico epísodio” (2).

Betancourt sostenía que “el descalabro (no lo llamaba derrota, nota de CCM) del levantamiento militar del 1° de enero no ha fortalecido a la Dictadura, sino que está más débil que nunca. El ejército está anarquizado y el pueblo perdió el miedo… Ya lo dijo Maura, uno de los políticos más zamarros que ha dado España: las dictaduras son como los ciclistas que cuando dejan de pedalear se caen. Soy pues profundamente optimista” (3).

Y en carta, de fecha 11 de enero, le escribía a José Antonio Mayobre: “Estoy convencido de que dentro de pocos días, cuando mas dentro de pocas semanas, podremos regresar a Venezuela” (4).

No se equivocó el fundador de Acción Democrática en su consideración anticipativa. A partir del 1° de enero de 1958 se sucedieron los hechos con velocidad vertiginosa, con el telón de fondo de manifestaciones de obreros y estudiantes, protestas callejeras y pronunciamientos de la Junta Patriótica. El 9 de enero se anuncia un alzamiento de las fuerzas navales. El día 10, por presión militar, Pérez Jiménez designa ministro de la Defensa al general Rómulo Fernández, destituye al Ministro del Interior Laureano Vallenilla Lanz (h), quien se asila en la Embajada de Brasil y luego viaja al exterior, y sustituye al Director de la Seguridad Nacional Pedro Estrada, quien viaja aSanto Domingo.

El 13 de enero Pérez Jiménez da un contragolpe destituyendo al general Rómulo Fernández y expulsándolo del país, y asume personalmente el ejercicio del Ministerio de la Defensa. El 14 circula el manifiesto de los intelectuales contra la dictadura. El 16 de enero circulan manifiestos contra el gobierno firmados por abogados, médicos, farmacéuticos, banqueros y estudiantes. El 17 la Junta Patriótica ordena para el 21 la huelga general, y continúa la agitación en los barrios, en los centros estudiantiles y los sindicatos. El 20 el gobierno maniobra y distribuye volantes falsos a nombre de la Junta Patriótica aplazando la huelga. El día 21, a las 12 del mediodía, las sirenas de las fábricas, las cornetas de los automóviles y las campanas de los templos anuncian el comienzo de la huelga; no circulan los periódicos; la industria y el comercio suspenden actividades; y a las 2 de la tarde hay una concentración en la Plaza de El Silencio, que es ametrallada por la policía, con un saldo de muertos y heridos; se impone el toque de queda a partir de las 5 pm. El día 22, a las 10 pm., Pérez Jiménez es informado de la sublevación de la Marina y de la guarnición de Caracas, envía un emisario a la Escuela Militar, donde se encuentran los dirigentes de la rebelión, y los cita a una conferencia en el Palacio de Miraflores. El contralmirante de la Marina, Larrazábal, quien se ha pronunciado a favor del golpe, le advierte a Pérez Jiménez que debe abandonar al país.

El día 23 de enero, a la 1 de la madrugada, en el avión presidencial, ‘La Vaca Sagrada’, el dictador Pérez Jiménez, acompañado de su familia, algunos ministros y amigos, parte del aeropuerto de La Carlota con rumbo a Santo Domingo. Tuvo un olvido y ¡dejó una maleta! en el aeropuerto. La maleta que después se hizo famosa. La democracia volvió a Venezuela.

Notas:

1-Rómulo Betancourt. Antología Política. Volumen Sexto 1953-1958. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas. 2004. Pág. 699.

2-Ramón J. Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Ultimo Medio Siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas. 1976. Pág. 157-158.

3-Rómulo Betancourt. Carta a Luis Muñoz Marín en Puerto Rico. Obra citada. Pág. 707.

4-Rómulo Betancourt. Obra citada. Pág.710.

Nota de actualidad

La farsa continúa

Sigue montándose el tinglado para la gran farsa electoral del 6 de diciembre. El CNE recién realizó un simulacro a manera de ensayo de lo que se programa para ese día. Los partidos más importantes del país han sido confiscados por el régimen y se han puesto en manos de los beneficiarios de “la operación alacrán” que, en toma y daca vergonzoso, se ha implementado. El país, estupefacto, está a la vera de lo que pueda pasar, y de lo que tendrá que decidir para atajar la larga noche de más de 20 años que se pretende prolongar.

El pasado día 15 de octubre, los Arzobispos y Obispos de Venezuela, mediante una Exhortación Pastoral, formularon algunas reflexiones sobre la tragedia que azota a la sociedad venezolana. No se trata de los descalabros y problemas que a veces se presentan en el tránsito histórico de los pueblos. No. Se trata de una crisis insostenible, casi existencial.

Atinadamente, los altos representantes de la Iglesia, lo han dicho: “El evento electoral convocado para el próximo 6 de diciembre, lejos de contribuir a la solución democrática de la situación política que hoy vivimos, tiende a agravarla. Es inmoral realizar elecciones cuando el pueblo sufre las consecuencias de la pandemia, carece de las condiciones mínimas para su subsistencia, y no existe transparencia en las reglas y mecanismos de verificación que deben regir un proceso electoral. Esto sin olvidar que aún deben realizarse las elecciones presidenciales, pues las del 2018 estuvieron signadas por condiciones ilegítimas que han dejado al actual régimen, a los ojos de Venezuela y de muchas naciones, como un poder de facto”. Verdad bajada del cielo.

Que el pueblo “carece de las condiciones mínimas para su subsistencia” no es palabra vana que baja desde el púlpito de las autoridades eclesiásticas. Esa palabra tiene el respaldo irrebatible que dibujan las cifras que saltan desde el drama económico-social que atormenta a los venezolanos. Vamos para siete años de contracción económica; desde noviembre del 2017 la hiperinflación más alta del mundo posa como corona nefasta sobre la cabeza del país; el salario mínimo, el más bajo de América Latina, se ha hundido por debajo del dólar (cuando escribo esta nota, el dólar en el mercado paralelo está por encima de los 470.000 bolívares); para adquirir la canasta alimentaria, una familia de cinco miembros residenciada en Venezuela requiere más de 114 millones de bolívares (exactamente, Bs 114.028.154,47), según la acreditada información del Cendas-FVM.; y, la Encuesta Encovi 2019-2020 (que realizan las tres universidades más importantes del país) nos ha informado que, desde el punto de vista de ingreso, el 96,3 de los hogares son pobres, y que el índice de pobreza multidimensional (que además del ingreso, toma en cuenta educación, vivienda, servicios públicos, etc) pasó de 51% en 2018 a 64,8% en 2019.

El régimen, en medio de la barahúnda del desastre, continúa pedaleando como ciclista jadeante, sin abandonar la carrera, aferrado al poder.