Collage trigésimo quinto sobre Rómulo Betancourt

Opinión | octubre 21, 2020 | 6:22 am.

(Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –XI-)

En el mes de mayo de 1957 arreció en el exterior una campaña para que se expulsara de territorio norteamericano a Rómulo Betancourt. En la República Dominicana la prensa del dictador Rafael Leonidas Trujillo decía que Betancourt era un comunista al que no se le debía permitir que residiera en territorio estadounidense. Como señala la historiadora Mirela Quero de Trinca, “para no ocasionar molestias al Gobernador Luis Muñoz Marín, Betancourt se fue a California” (1).

El 2 de junio, se celebra una entrevista en Nueva York entre Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Gonzalo Barrios, Jóvito Villalba e Ignacio Luis Arcaya en la que se acordó formalizar un acuerdo de las fuerzas políticas venezolanas, incluyendo que se le propusiera así a Copei – que no había perdido la legalidad-, frente a la coyuntura electoral próxima a presentarse con motivo de la sucesión presidencial. Allí se decidió que Jóvito Villalba redactase el documento conjunto de los exiliados.

En el mes de julio, Betancourt regresa a Puerto Rico donde entonces residía. En el “Report on Comunist Problems in Latin América”, de fecha 21 de agosto, se refieren a Rómulo Betancourt como “el líder comunista de toda Latinoamérica” (the comunist leader of all Latin América) (2).

A mediados de octubre toma definitivamente la decisión de marcharse de la isla para evitar ser interrogado por el Comité Contra Actividades Antinorteamericanas, que se había creado por iniciativa del senador Johnston, en una investigación que se realizaría en el mes de noviembre. Sale de Puerto Rico, el 28 de octubre ya se ha mudado a Nueva York. Desde allí, en carta, de fecha del 15 de noviembre, le escribe a Gonzalo Barrios, donde le observa: “Esto de aquí –lo de la investigación del senador Johnston- como que está sepultado bajo toneladas de tierra. Esto me tenía preocupado desde hace meses, no por que pudiera salir algo contra mí, sino porque me hubiera obligado a salir de esta área, ya que estaba descartado por mí mismo la menor posibilidad de aceptar esa jurisdicción (3).

Y un mes después, en Memorándum para el Comité Coordinador de las Actividades de Acción Democrática en el Exterior, de fecha 15 de diciembre, Betancourt informaba que la UP había desde Washington trasmitido un cable, en el que se lee: “En cuanto a la referencia que el senador Johston hizo del ex-Presidente venezolano Rómulo Betancourt, calificándolo de ‘el cabecilla comunista de la América Latina’ las autoridades norteamericanas de Washington recordaron que si tal cosa fuera verdad a Betancourt jamás se le habría dado visación para venir a Estados Unidos” (Antología Política. Volumen Sexto 1953-1958. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas. 2004. Pág. 638).

Meses antes, el día 26 de julio, el Congreso había fijado el 15 de diciembre para la elección del Presidente de la República para el período 1958-1963, y, como anticipo de de la farsa plebiscitaria que ya se tenía en mientes, en el segundo Considerando del Acuerdo respectivo, se decía que “además de las normas constitucionales que determinan dicha elección debe tomarse en cuenta la nueva realidad política y social creada en el país por la acción del Régimen de Gobierno del Ideal Nacional”; y el 4 de noviembre, Pérez Jiménez, en Mensaje Especial al Congreso, manifestó: “…El Proyecto de Ley Electoral es la solución que el régimen propone para el período constitucional que comienza en abril de 1958…El Proyecto contempla una fórmula de universalidad, según la cual se expresará la opinión que se tenga del actual régimen. Queremos que el mayor número de habitantes del país pueda manifestar libremente lo que piensa de su gobierno, y, al efecto, se propone la realización de un plebiscito mediante el cual se determinará si se está de acuerdo con las ejecutorias del régimen y, por consiguiente, si se considera que la persona que ha ejercido la Presidencia de la República en este período debe ser reelegida” (4).

El plebiscito violaba descaradamente el artículo 104 de la Constitución vigente, que la propia dictadura se había hecho aprobar por su espuria Asamblea Nacional Constituyente de 1953. En el plebiscito votaban los venezolanos y los extranjeros con dos años de residencia en el país; “condición esta última en la que Betancourt veía la mano del ex-gobernante Juan Domingo Perón, quien exiliado en Venezuela (había llegado, para quedarse, el 9 de agosto de 1956: nota de CCM) asesoraba a Pérez Jiménez” (5).

Rómulo Betanourt había previsto que, si estando en Nueva York era citado por el mentado Comité Contra Actividades Antinorteamericanas, no atendería la cita, y se iría a Montevideo, Uruguay, donde la Universidad lo había invitado a dictar conferencias sobre “El Mercado Común Europeo y sus repercusiones económicas y políticas en América Latina”, invitación que había aceptado con la advertencia de que, si por alguna circunstancia, tuviese que trasladarse a Venezuela, el compromiso no se cumpliría, que fue lo que terminó ocurriendo a causa de la convocatoria del plebiscito.

El plebiscito para la elección del Presidente de la República y Diputados al Congreso Nacional, como estaba previsto en la Ley Electoral, que habían redactado Laureano Vallenilla Lanz (h) y Rafael Pinzón y fue aprobada por el Congreso Nacional en las sesiones extraordinarias de noviembre por el período 58-63, se realizó el 15 de diciembre de 1957.

No hubo Registro Electoral. El único requisito que se exigía era el de presentar cualquier documento de identificación: cédula, título profesional, etc. Al votante se le entregaba una tarjeta azul, para la expresión afirmativa, y una tarjeta roja, para expresar la negativa, pero fue seis días después, el 21 de diciembre, cuando en la sede del Consejo Electoral se dio lectura al acta de escrutinios conforme a la cual el total de votos emitidos fue de 2.924.985, de los cuales 186.013 fueron nulos, 2.374.790 fueron azules afirmativos, y 364.182 fueron rojos negativos. En seguida, el Presidente del Consejo Electoral proclamó electo al General de División Marcos Pérez Jiménez como Presidente de la República para el período constitucional 1958-1963, y el Secretario leyó la nómina de Diputados propuesta para el Congreso por el mismo período y se ordenó la expedición de las credenciales correspondientes. Dos horas después, a las 11 de la mañana, el Consejo Electoral en pleno se trasladó al Palacio de Miraflores, para hacer la participación al Presidente de la República.

Comenta Mirela Quero de Trinca: “…En el exilio, Betancourt buscaba solidaridad en varios gobiernos y cancillerías americanas para presentar el caso en la OEA, argumentando que el plebiscito desafiaba al Sistema Jurídico Interamericano. Finalizaba esperanzado: ‘Está próximo el final del drama y no vacilo en afirmar que en los primeros meses de1958 ya Venezuela será un país regido por normas democráticas de gobierno y de administración’ “(6).

La Junta Patriótica se había formado el 11 de junio de ese año de 1957, que finalmente estuvo integrada por URD, PCV, COPEI y AD. Como acertadamente precisa la historiadora Quintero de Trinca: “Ante el anuncio del plebiscito, la Junta Patriótica respondió llamando a la abstención, lo que unido a las manifestaciones estudiantiles, a emisiones de radios clandestinas y a sucesivos manifiestos dirigidos al Congreso Nacional, a las mujeres, a las Fuerzas Armadas, a los intelectuales y a los profesionales, formó una matriz de activa oposición al régimen” (7).

Consumado el bonapartista plebiscito del 15 de diciembre, creció el descontento popular, inclusive en los sectores económicos, que reclamaban el impago de las deudas, y había malestar en las Fuerzas Armadas. En relación a este último aspecto, Manuel Felipe Sierra, después de referirse a la recepción de fin de año celebrada el 31 de diciembre en el Palacio de Miraflores, añade lo siguiente: “…No obstante, la noche anterior, el Ministro de la Defensa, general Oscar Mazzei Carta, recibe a un oficial de las Fuerzas Aéreas que denuncia un plan subversivo dirigido por un militar de nombre ‘Hugo’. El único oficial con medios suficientes para intentar una acción de ese tipo es el general Hugo Fuentes. El oficial es detenido. Pérez Jiménez añade al coronel José María Castro León en la lista de sospechosos. Conocido como ‘El Cabito’, Castro León promovió reuniones conspirativas en La Victoria y en Maracay antes de la caída de Gallegos en 1948” (8). La situación militar, era, evidentemente, crítica. Estábamos a las puertas del estallido del 1° de enero de 1958

Notas:

1-Mirela Quero de Trinca. Estudio Preliminar. El Tercer Exilio de Rómulo Betancourt. Asntología Política. Volumen Sexto 1953-1958. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas. 2004. Pág. 579.

2-Obra citada. Pág. 768.

3-Rómulo Betancourt. Carta a Gonzalo Barrios. Antología Política. Volumen Sexto 1953-1858. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas. 2004. Pág. 634.

4-Historia Gráfica de Venezuela. Compilación de José Rivas Rivas. El Gobierno de Pérez Jiménez (segunda parte). Centro Editor. Caracas. 1963. Pág. 94-95.

5-Mirela Quero de Trinca. Obra citada. Pág. 581.

6-Mirela Quero de Trinca. Obra citada. Pág. 581.

7-Mirela Quero de Trinca. Obra citada. Pág. 582.

8-Manuel Felipe Sierra. “Marcos Pérez Jiménez”. Biblioteca Biográfica Venezolana. C.A. Editora El Nacional. 2009. Pág. 80-81.

Sobre el 18 de octubre, sobre el 21 de octubre

Sobre el 18 de octubre de 1945. Hacia el mediodía del 18 de octubre de 1945 entra un profesor al aula del Liceo de Aplicación de Caracas –donde yo cursaba el quinto año de bachillerato- para informar, por parte de la dirección de ese instituto, que se suspendía la clase y debíamos marcharnos a casa porque había estallado un movimiento militar. Efectivamente, se habían alzado la Escuela Militar de la Planicie, secundada por la Guardia Presidencial de Miraflores, y luego, en la tarde, por el sector militar de Maracay, con la excepción de la policía de la capital, que resistió toda la noche. Al día siguiente, 19 a las 10 de la mañana, el Presidente Medina se entrega en el Cuartel Ambrosio Plaza.

Había llegado “la hora de Rómulo Betancourt”, dice el notable historiador Ramón J. Velásquez, y agrega que “se liquidaba así un régimen que se mantuvo en el poder a lo largo de casi medio siglo y se conmovía la estructura social y económica que se había forjado durante estas décadas” (1). Es decir, desde que en 1999 Cipriano Castro había accedido al poder.

Como era de esperarse, mucho, muchísimo, se ha escrito sobre este acontecimiento histórico. Pero ningún analista que sea veraz y respetable puede negar que es un hecho que realizó la democratización del poder. No fue el clásico golpe de Estado, sino un proceso de grandes transformacionnes. Manuel Caballero sostiene: “No es fácil cuestionar el carácter revolucionario de lo actuado a partir el 18 de octubre. Cuando sale del trienio, Venezuela es otra; los cambios han sido profundos y, como se demostrará a partir de 1958, en su mayoría irreversibles. Esos cambios tienen un común denominador y hasta se podría decir, que es un solo cambio que engloba a todo el resto. Se trata del ingreso de las masas a la actividad política, y por allí mismo el ingreso de Venezuela a la sociedad de masas. Y la mayoría de AD, como luego de la democracia, es la mayor en toda la historia del país, en términos relativos como absolutos” (2).

Es verdad que tras la muerte de Gómez hubo una cierta apertura democrática con López Contreras y Medina Angarita, especialmente con este último, pero la voluntad popular seguía secuestrada a la hora de elegir sus gobernantes. Eso, que el pueblo pasara de espectador a ser actor, sólo se logró, bajo la Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, con el establecimiento del sufragio universal, directo y secreto para elegir el Presidente de la República y los Cuerpos Legislativos del país.

Como dijo el gran ensayista Mariano Picón Salas, “era necesario darle cuerda al reloj detenido”, y la Revolución del 18 de Octubre de 1945 dio esa cuerda al reloj de la historia para entrar a la modernidad. El también eminente historiador Germán Carrera Damas toma la medida del tamaño histórico que tuvo ese rescate de la soberanía popular, en estos términos: “La modernización de la vida política, entendida en adelante como expresión del ejercicio de la ciudadanía, valida esta de su arma por excelencia, el ejercicio de la soberanía popular, significaría la más radical transformación sociopolítica experimentada por la sociedad venezolana, desde la ruptura del nexo colonial: los todavía súbditos, si bien de una cuasi monarquía constitucional que era aún de esto último solo apariencia, se vieron llamados a ser, por primera vez, ciudadanos, en la plenitud del concepto” (3). Léase bien: el suceso más trascendente desde que nos separamos de España. El reputado historiador Tomás Straka es también de la misma opinión, al sentenciar: “Con el voto universal, secreto y directo que la Junta Revolucionaria de Gobierno estableció en 1946, la estructura de la república venezolana experimentó su transformación más importante desde su fundación. Ni el federalismo, que nunca se vivió realmente; ni el triunfo de la ‘anti-república’ durante la larga era de dominio caudillista (entre 1870 y 1935) representaron una mutación en las reglas de juego tan honda” (4).

Me extenderé ampliamente sobre el tema, cuando termine y edite en libro estos Collages que estoy escribiendo semanalmente.

Sobre el 21 de octubre de 1952

Este 21 de octubre de 2020 se cumplen 68 años del asesinato de Leonardo Ruiz Pineda por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En esta ocasión me limitaré a reproducir fragmentos de escritos o discursos, sobre el héroe, de Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt y Andrés Eloy Blanco:

Rómulo Gallegos: “Se dice que no se sabe dónde y cómo fue enterrado, a raíz del crimen, el cuerpo de Leonardo Ruiz Pineda; pero lo indudablemente cierto es que el pueblo de Venezuela, en imperecedera presencia de espíritu, el pueblo incontaminado de prevaricaciones, lleva sobre sus hombros al compañero sacrificado y haciendo su camino doloroso hacia el día de la justicia lo conduce a la inmortalidad” (México, 25 de octubre de 1952).

Rómulo Betancourt: “La Revolución del 18 de octubre de 1945 lo convierte en hombre de gobierno. Vívido y nítido conservo el recuerdo de aquel diálogo, en Miraflores, el 21 de octubre, cuando le entregaba el nombramiento de Presidente de su Estado nativo, donde aún resistía una de las más fuertes guarniciones militares de la República: -‘Leonardo, el avión está listo. Van unos pocos hombres acompañándote. Allá te espera la cárcel o la casa de gobierno’. –‘Prefiero la casa de gobierno a la cárcel’, contestó, riendo en su sana jocundia juvenil. –‘Pero si lo que encuentro allá es un calabozo, ya sabes que tengo cierta veteranía en celdas penitenciarias’ “. (San José, Costa Rica, octubre 25 de 1952).

Andrés Eloy Blanco: “Y ahora, lo más triste al parecer, para el verdugo de Leonardo, es pensar en el momento –que ha de llegar un día- en el que un hijo suyo, con rubor o sin él, bajando o alzando la cabeza descubierta, pronuncie con amor venezolano el nombre de Leonardo asesinado.

Así está nuestro mártir, en una calle de San Agustín, en la sangre metida la frente luminosa. Los esbirros le miran, los verdugos le guardan y entre ellos tendido, Leonardo, puro, como el sueño de un niño en un prostíbulo. Y mi voz entrañable, de vuelta a mi poema y a la hora de Armando (Zuloaga Blanco), tremola su pregunta sin respuesta: Coronel que lo asesinaste, ¿cómo harás para asesinarlo en el corazón de tu hijo?”. (México, octubre de 1952).