La revancha como política

Opinión | septiembre 6, 2020 | 6:24 am.

Un nuevo cambio de estrategia política de la oposición en Venezuela tuvo lugar esta semana. La agenda electoral ha renacido, aunque débil y con pocas posibilidades de éxito en su objetivo fundamental de generar una transición. De nuevo se escuchan voces a favor de participar en las elecciones parlamentarias. La dirigencia que normalmente ha sido más proclive al escenario electoral ha desempolvado sus discursos y atuendos de campaña, mientras muchos ciudadanos retoman sus gorras tricolores y se preparan para retomar la esperanza electoral, quizás con algo de movilización en una nueva ola de concentraciones públicas. Venezuela, una vez más, entra en campaña electoral.

Casi como un acto reflejo surgieron los ataques hacia los dirigentes que promueven la participación electoral por parte de aquellos que creen en otras rutas, tanto los de la hipótesis del mantener la agenda del gobierno interino, como los que siguen creyendo en la intervención militar extranjera. Esto no tiene mayor novedad. Lo que sí ha resaltado es el alto grado de violencia en dichos ataques, las diferencias que antes se manejaban con cierto disimulo, hoy se abordan como un enfrentamiento abierto, donde quien piense distinto es un enemigo o traidor. Pareciera que hay más diferencias insalvables entre opositores al régimen, que entre estos y el propio sistema que los oprime.

El G4 está fracturado. Desde hace tiempo las acusaciones mutuas han ido destruyendo las bases de cooperación entre los cuatro principales partidos políticos de la oposición, bases que de por sí ya eran débiles al no estar sustentadas en un acuerdo que trascienda lo táctico. Pero ahora, además de esa fractura, se debe sumar el desmoronamiento de los partidos políticos internamente, su propia dirigencia está tomando rumbos propios, algunos en torno a la agenda electoral, otros en la de la presidencia interina, y no pocos en la de la intervención extranjera. El saldo de estas diferencias será sin duda el de la ruptura interna de varios partidos políticos, y por lo tanto un mayor debilitamiento de la oposición.

Divide y vencerás sigue siendo la estrategia dominante del régimen en Venezuela, muchas veces lograda a través de acciones específicas por parte del oficialismo, pero muchas otras como consecuencia simplemente de la idiosincrasia de los políticos venezolanos, quienes han demostrado no tener capacidad de lograr acuerdos más allá de sus propios intereses y visiones. Ese comportamiento parece natural dentro de una historia que ha sido dominada por los caudillos, quienes hacían las cosas a su manera o no las hacían. Incluso Simón Bolívar tuvo que luchar contra la visión caudillista de sus aliados, y ello lo hizo no como demócrata sino siendo el caudillo que logró imponerse.

La historia venezolana no es precisamente la de una democracia consolidada. Por el contrario, los dos siglos de independencia venezolana han estado marcados por el conflicto entre caudillos y el predominio de lo militar sobre lo civil. Sin embargo, los últimos cuarenta años de democracia sembraron en parte de los venezolanos la idea que el voto es la mejor, y en ocasiones la única, manera de participar en la política. El venezolano muestra así una gran paradoja, por un lado, es profundamente caudillista, pero por otro lado dice creer en la democracia. Quizás esa contradicción es la que mantiene a la oposición atrapada entre dos vientos cruzados, alternando entre uno y otro, pero al final sin moverse.

Entre las distintas visiones de la oposición, cada vez defendidas con mayor vehemencia, se han ido acumulando rencores e intereses irreconciliables. Cada sector ha ido encontrando su modus vivendi en un contexto en el que no tienen la manera de imponer su posición, pero en el que pueden sobrevivir. Esa necesidad de sobrevivencia es lo que aleja a cada facción de la búsqueda de una ruta común, de la creación de un acuerdo de largo plazo, y el lanzarse al vacío de una ruta inédita para todos.

En Venezuela en algún momento habrá un cambio, pero este tendrá lugar más por la implosión del régimen que porque su oposición lo haya derrotado.

Twitter: @lombardidiego