¿Hayek o Keynes para Venezuela?

Opinión | agosto 21, 2020 | 6:20 am.

En el otoño de 1932, Hayek y Keynes se enfrascaron en un intercambio de artículos bajo la forma de cartas enviadas a “The Times” de Londres, contrastando sus opiniones sobre la utilidad del gasto público para estimular la economía.

Keynes defendía que el incremento del gasto o la inversión servía para reactivar una economía deprimida; y que debido a que el sector privado es típicamente remolón y desconfiado para gastar, correspondía al gobierno movilizarse. Hayek replicó rápidamente atacando los supuestos beneficios de incrementar el gasto público financiado con deuda pública, que al contrario de la privada, introduce distorsiones y efectos nocivos.

Se trata de dos economistas brillantes con legados trascendentales para las ciencias económicas, pero con pensamientos que suelen presentarse como contrarios. Sin embargo, más bien que contradictorios, ambas visiones pueden ser complementarias como veremos más adelante.

Keynes fue declarado ganador. ¿Pero quiénes le levantaron la mano? Quienes sino los políticos (y los medios de formación de opinión a su servicio) propensos a gastar cada vez más para congraciarse con el electorado, aun a costa de sembrar la semilla de una nueva crisis económica.

Venezuela puede salir vertiginosamente de su desmadejamiento actual echando mano de manera secuencial de las ideas de Keynes y de Hayek. Se puede lograr a condición de que ejecute tres acciones políticas: i) superar el actual estado de confrontación, ii) recuperar la seguridad personal, y iii) igualar el nivel de libertad económica de los países más ricos del mundo. El efecto combinado de estas tres políticas crearía una “Espiral de Confianza” que provocaría una entrada masiva de capital humano y capital financiero.

Sin embargo, una inundación de dólares como consecuencia de una Espiral de Confianza puede ser muy perjudicial para la economía venezolana por el encarecimiento de productos y servicios que nos haría perder competitividad internacional y limitar el crecimiento de la economía, haciéndola vulnerable frente a efectos externos que drenen los dólares atraídos. Son los mismos efectos negativos que tendría la dolarización, que además convertiría a Venezuela en una gigantesca lavadora de capitales.

Para manejar mejor su economía, Venezuela necesita una moneda propia (que debería llamarse como siempre, Peso) cuya cotización frente al dólar se debería deslizar coherentemente con las diferencias de inflación para estimular la producción interna y el empleo. Aspirar a una moneda fuerte durante los primeros años de recuperación puede provocar que muchos venezolanos se queden rezagados en la miseria.

En un periodo inicial, la entrada de divisas debe acompasarse con la ampliación de la masa monetaria para financiar un déficit fiscal razonable que permita asumir los gastos esenciales del estado. Se trata de la alquimia extraordinaria de monetizar la generación de confianza. Entrada masiva de dólares a Venezuela, no por la vía del endeudamiento, sino por la de la inversión privada, o en todo caso, del endeudamiento privado; de mejor calidad para la salud de la economía según Hayek.

Es decir que, al contrario de la opinión generalizada entre los economistas cercanos a la MUD que abogan (sospechosamente) por recurrir al endeudamiento con organismos multilaterales, Venezuela no necesita endeudarse para recuperar su economía. La entrada de capitales privados es suficiente si desde la política se hace el trabajo de generar una Espiral de Confianza.

El rol del Banco Central será crítico para ejecutar esta política. Mientras compra los dólares que inyecten agentes privados en la economía y acumula reservas en divisas, debe ampliar proporcionalmente la liquidez y expandir el crédito manteniendo un tipo de cambio objetivo, siempre en el marco de una estricta libertad cambiaria. Luego, vendrá un período de flotación sucia para mantener un tipo de cambio competitivo. En este periodo, Keynes es el nombre de la política económica.

El momento de Hayek vendrá inmediatamente después de esta etapa de estabilización, cuando Venezuela deberá igualar los mismos niveles de libertad económica de los países más abiertos del mundo, como Singapur, Nueva Zelandia, Suiza, Australia, Irlanda, etc. Es decir mientras se crea un nuevo orden de escrupulosa ortodoxia económica, con una defensa estricta de los derechos de propiedad y del cumplimiento de la ley. Con un estado pequeño y eficiente, alejado del intervencionismo, pero firmemente comprometido con el objetivo de mejorar la educación, la salud, las infraestructuras y la administración de justicia.

Hayek y Keynes se enfrascaron en una discusión sobre temas diferentes. El primero preconizaba la ortodoxia dando recetas para no caer en crisis económicas creadas por las distorsiones sembradas en la economía por políticos “dirigistas” e “intervensionistas”. El segundo mostraba al mundo el poder de la intervención monetaria y la posibilidad de actuar sobre ella para salir de las crisis económicas.

Ambos tenían razón, pero el mundo de la política encontró un argumento noble, provisto por un economista connotado, para justificar el gasto público improductivo, el endeudamiento excesivo y a hacer crónicos a los déficits fiscales. El colmo es escuchar a muchos socialistas y comunistas llamar keynesianas a sus políticas.

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