El candelero político

Opinión | agosto 6, 2020 | 6:16 am.

«Una cosa es estar en la candela política y otra desde afuera decir como se apaga» Rómulo Betancourt, Padre de la democracia en Venezuela

Hay que estar convencido de que no se debe perder amigos por razones políticas y mucho menos menos pelearse con familiares por ese tipo de diferencias. Es lo más aconsejable para mantener, como debe ser, la más elemental y pacífica convivencia en sociedad, la solidaridad y unión familiar. Es una regla cívica.

No todos pensamos igual y atendemos a los mismos intereses políticos, sociales, económicos, espirituales, religiosos y además, poseemos, el mismo espíritu de sacrificio. Hay diferencias y tenemos que aceptarlo como algo intrínseco del ser humano. Estamos obligados a ver, entender y vivir la realidad. En la vida nada es lineal.

Es muy cierto aquella sentencia: «de todo hay en la viña del señor». Es por eso que podemos afirmar, sin temor a equivocos, que estamos ante una sociedad, dónde incluso el ejercicio de hipocresía, pareciera, ser el deporte rey. El que menos uno imagina, quiere estar bien con Dios y con el diablo. Comulgan con Dios y predican con Satanás. Es despreciable, pero existe más de lo imaginable. No hay sorpresas.

Es por ello, que no me preocupa en lo más mínimo los ataques de adversarios y, hasta enemigos gratuitos, viejos y nuevos. Mis posiciones políticas las tomo de acuerdo a lo que me dicta mi conciencia, mis principios y atendiendo a los supremos intereses de mi país. En ese escenario, unos coinciden conmigo y otros no. Es natural. Lo que nadie puede negar es que asumo con responsabilidad, ante Dios, la patria y el pueblo, las consecuencias de mis decisiones y acciones. Es cuestión de formación.

Hay que respetar a todos aquellos, que no se atreven a proclamar amistades, para no ser crucificados en el altar de la opinión pública y, sus entornos íntimos. Están en su derecho, pero hay que entender, que en la actividad política, para alcanzar puertos seguros, hay que atravesar muchas tormentas y para ello, hay que tener fortaleza de espíritu y estar dispuesto a luchar con convicción por lo que se cree y los objetivos que se buscan. Llueve y escampa.

Hay la tendencia a decir, cuando alguien alcanza un cargo. «Mira pues, que sortario», sin embargo, nadie se pasea por los momentos bien difíciles y caminos intrincados por los cuales tuvo que transitar para coronar ese éxito. La suerte existe, pero tiene que encontrarte trabajando y metido en el centro de los acontecimientos. Nada es gratis. Hay que ganárselo, aunque para ello, tenga que chamuscarse, en el candelero político.

Lo importante es no pisar los terrenos nauseabundos del pragmatismo corruptor, estar tranquilo con la conciencia y entender que siempre habrán detractores. No os sorprendéis.

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