Viuda del cap. Acosta Arévalo: A nadie le importa lo que estamos padeciendo los venezolanos

Política | julio 2, 2020 | 1:13 pm | .

Walewska Pérez, viuda del capitán Rafael Acosta Arévalo se enfrenta al trauma familiar que fue perder a su esposo hace un año y expresó a La Gran Aldea que la falta de justicia ante el crimen la ha llevado a la desesperación y que a nadie parece importarle lo que viven los venezolanos.

«He envejecido mucho, he perdido peso y sé que no tengo brillo en los ojos. No puedo sonreír, no me sale. Casi no duermo. Me levanto de la cama a medianoche y camino sin hacer ruido, para no despertar a mis hijos ni causarles más traumas. Vienen a mi mente las escenas más pavorosas. Mis abogados me lo dijeron, porque yo les pedí que lo hicieran.

Y luego leí el informe de la autopsia que salió en la prensa. Lo llevaron a una casa de torturas que tiene la dictadura en Miranda, lo desnudaron y lo colgaron de un árbol; le disparaban cerca de los oídos para reventarle los tímpanos; le pusieron una carpeta con tirro alrededor de los ojos; lo golpearon con tablas en todo el cuerpo; lo metían en un cuarto helado y le echaban agua helada; le daban latigazos; le ponían bolsas en la cabeza; le metían la cabeza en tobos; le hicieron cortaduras en las plantas de los pies; le metieron electricidad en los testículos,… Participaban muchos, me dijeron, porque el método de ellos es no dejar descansar a la víctima. Cuando quedaba inconsciente, lo reanimaban. Le tomaban fotos. Alguien tiene las fotos de mi esposo siendo martirizado. Trato de no pensar en eso, pero no puedo», dijo en entrevista al medio web.

Contó que conoció a su esposo cuando ella tenía 17 años y él 25, Acosta ya era un oficial de la Armada. «Participó mucho en la crianza de los dos niños. En las primeras semanas, si los bebés lloraban durante la noche, él los cargaba, los cambiaba, les daba los teteros. Cuando crecieron, los llevaba al deporte. Era muy afectuoso, no con palabras, sino con hechos».

Indicó que vivían en Colombia, luego de que el militar pidió la baja en 2006 porque no estaba de acuerdo con el chavismo. «Había cumplido 50 años el 17 de junio y el 21 de ese mes fue detenido, sin orden judicial, en Guatire.

«Desde ese día lo mantuvieron en la cámara de tortura durante una semana, al cabo de la cual fue trasladado por una comisión del DGCIM a la sede del tribunal militar para su audiencia de presentación. Era un guiñapo. Incapaz de tenerse en pie, lo llevaron en silla de ruedas. Mostraba signos de desorientación, sangre en las uñas, la nariz fracturada y escoriaciones en los brazos, que era lo que se le veía».

Ante el crimen, pese a que sabe que nadie le devolverá a su esposo, pide justicia. «La burla, la impunidad, me han llevado a la desesperación. La señora Bachelet estaba en Caracas cuando a él lo mataron, por qué no lo impidió… A veces pienso que a nadie le importa lo que estamos padeciendo los venezolanos. Pero, ni siquiera en mis momentos de mayor rabia, le he reprochado por qué se fue a Venezuela, por qué marchó a la muerte. Todos cometemos errores. Cómo voy a pelear, ni siquiera en mi mente, con un hombre tan generoso».

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