Dark (temporada 2)

Opinión | julio 12, 2020 | 6:24 am.

El destino como trampa insoslayable es el hilo central de la segunda temporada de la serie alemana Dark.

Los personajes, aun descubriendo la verdad y dominando la posibilidad de viajar en el tiempo, parecen marionetas que no logran escapar de sus designios. La tragedia a la que se enfrentan es la del falso libre albedrío, pues aun decidiendo sus acciones se encuentran atados a lo que ya estaba escrito. Esto en términos bíblicos recuerda la muerte de Jesús, y como aún previendo el sufrimiento al que sería sometido lo acepta para poder traer la salvación a la humanidad, siendo así el Hijo de Dios otra pieza del destino. Al final la paradoja que se presenta pareciera resumirse en: eres libre de cumplir tu destino.

En la segunda temporada se presentan hasta cuatro planos temporales distintos, con no pocos personajes viajando en el tiempo, atados a un lugar y las historias personales de cada uno. Lo anterior conduce inevitablemente a una red de historias entrelazadas entre sí, produciendo una sensación de caos que contrasta con la hipótesis central del destino como resultado inevitable de cualquier complejidad. En ese aparente transcurrir caótico de eventos cada uno ocurre con una precisión temporal cronometrada. Los destinos personales están regidos así por un reloj invisible, metáfora que se intenta captar con el científico que elabora la teoría de los viajes en el tiempo, quien a la vez es un relojero.

La gran pregunta detrás de la compleja red de causas y efectos que invariablemente conducen a resultados similares es como romper ese ciclo infinito (“loop”). En la serie, Jonas dedica todo su esfuerzo a encontrar el punto en el que el ciclo comienza, en donde el “final” y el “inicio” se unen. Y si bien ese punto es clave para la historia, hay detrás una pregunta filosófica de mayor profundidad, ¿qué hubo antes de ese primer inicio? En otras palabras, dónde ubicar el origen de toda causalidad, idea a la que en la serie se aproximan a partir de la mención de la “partícula de Dios”. En esa interrogante descansa la esencia de la vida, más allá de sus ciclos y eternos retornos.

Esta interrogante del origen fue abordada de manera interesante por Locke, quien a partir de un razonamiento lógico presenta, según él, una prueba irrefutable de la existencia de Dios. Su argumento se refiere al hecho que si bien todo lo que observamos es un vínculo permanente entre causas y efectos, al ir hacia atrás en la cadena de causas se llegará a un punto en el que se encuentre la primera causa de todas, y es en ese punto en el que se explica la existencia de Dios. La lógica implementada por Locke no busca responder al argumento de la circularidad del tiempo, pero sí a la finitud de las causalidades, es decir al punto en el que empieza el misterio del origen.

En la serie, hasta la segunda temporada, optan por no responder a la interrogante del origen, y prefieren seguir con una especie de noria sentimental, en la que los secretos y pasiones de los personajes se van develando, literalmente, a lo largo del tiempo. De esta manera, el espectador es arrastrado cada vez más a una historia con personajes que se solapan en el tiempo, convirtiéndolos en clones que interactúan entre sí, lo que inevitablemente lleva a lo que parece una interrogante esencial dado que si un “yo” del presente interactúa con un “yo” del futuro o el pasado se estaría diciendo que esa persona puede tener tantas almas como manifestaciones temporales de su yo existan, es decir un alma divisible.

La segunda temporada de Dark puede parecer a ratos algo circular, y por lo tanto repetitiva. Quizás esa es la intención de los guionistas. Sin embargo, en ese ir y venir han ido generando una compleja red de historias que será interesante ver como terminan de desenmarañar. En la segunda temporada la serie se mueve en una delgada línea entre la novedad y la repetición, con circunstancias ya conocidas por el espectador va develando nuevos secretos, y en ese ir y venir puede ir diluyendo el tema central en la necesidad del espectador de saber quien es quien en qué época. Hasta este punto de la historia todo indica que se han puesto las piezas para el desenlace.