El tanquero… el tanquero

Opinión | junio 7, 2020 | 6:26 am.

Una parte de esa gran riqueza se ha invertido en crear un Capitalismo de Estado… Ese Capitalismo de Estado tiene consecuencias graves. Si sigue creciendo ilimitadamente, Venezuela va a llegar a ser un país, no ya de dependientes del petróleo, sino de dependientes del Estado, y ese capitalismo monstruoso del Estado, llegará fatalmente a convertirse…en una terrible máquina de tiranizar Arturo Uslar Pietri


Vergonzosa, inhumana, cínica, indignante, alevosa, denigrante, injusta, inconcebible, desesperante, bochornosa, no alcanzan los epítetos, los vocablos, las palabras, los calificativos para nominar la trágica situación que aguantan los súbditos bolivarianos a fin de llenar los exhaustos y sedientes tanques de sus automotores con las caras migajas liquidas de gasolina iraní.

Esta situación ciertamente clama al cielo: la ineptitud, la desidia, la corrupción, la improvisación de los hablachentos y brabucones dirigentes de un depredador Socialismo del siglo XXI, se tradujo en la progresiva y dolosa destrucción de Pdvsa, la gallina de los huevos de oro negro del país.

Convertida en chatarra socialista, se paralizó, inutilizó, la importante capacidad de refinación con que contaba el país hasta hace 20 años, cuando producía derivados del petróleo para abastecer el mercado interno de hidrocarburos, exportar… y luego, manirrotamente, regalar como gesto se solidaridad revolucionaria con los aliados del chavismo.

A la falta de agua, luz, Internet, medicinas, alimentos, atención sanitaria, a la ausencia de aseo urbano y de mantenimiento de los bienes públicos, a la inseguridad ciudadana, en pleno tiempo de pandemia china, los resignados venezolanos, masoquista y estoicamente, soportan el sadismo castro – madurista. Surrealistas son las imágenes de las actividades que, a todo riesgo, realizan a objeto de paliar la larga y penosa espera para- si tienen suerte -, llenar el tanque: juegan dominó, futbolito, cartas, degustan unas frías comunitarias y más de una avezada buhonera fríe – en usado y grasiento aceite -, arepitas dulces, tequeños y empanadas que no pasarían ningún control sanitario. El virus, a sus anchas, contento, al acecho, regocijado, contaminando a diestra y siniestra a aquellos que mañana no serán hombres y mujeres con nombre, familia y apellido, sino frías cifras de una estadística gubernamental en la que nadie confía…la cúpula revolucionaria, bien protegida, bebida, comida, mientras tanto. disfruta a placer en sus bunkers a prueba de balas, misiles y virus de cualquier índole,

Nos imaginamos una vieja escena de la serie televisiva llamada la Isla de la Fantasía. Como toda payasada es posible en esta otrora Tierra de Gracia, ahora de Desgracia, es posible que veamos, en Puerto Cabello, en Punto Fijo o en Puerto La Cruz al petizo y rechoncho hombre del mazo troglodita, vestido de punta en blanco, anunciando a viva voz El Tanquero … El Tanquero, y a un robusto y bigotudo Ricardo Montalbán rojo – rojito, recibiendo con abrazos y palmadas en el hombro, al estupefacto capitán y a la tripulación de esos esperados y ansiados buques.

No dudamos que al Capitán le regalen su lingotito de oro socialista, y que a todos los trasladen al Hotel de la Revolución, allí los hediondos, barbados y verriondos hombres que llegaron a puerto con un bronco deseo de mujer – Antonio Arráiz dixit -, podrán disfrutar de un generoso obsequio caribeño, Todo previsto está, un selecto grupo de jineteras venezolanas y cubanas, traídas para la ocasión, los esperan en el Gran Salón para la escogencia de rigor. Ojalá los preservativos alcancen, y que en la próxima ayuda humanitaria nos incluyan medicamentos contra las enfermedades de trasmisión sexual. Empavados como estamos a lo mejor al drama sanitario nacional se suma una nueva epidemia diferente a la china: el terrible morbo gálico.

En fin, como humanitaria y cristianamente, sentenció el Comandante Eterno en plena y sufrida tragedia de Amuay: ¡El show debe continuar!

Con el poeta español Enrique Gracia Trinidad, podemos implorar; rogar, justificadamente demandar:

¡No los perdones Señor,
porque sí saben lo que hacen!