Radiografía de un régimen maligno

Opinión | mayo 11, 2020 | 6:18 am.

La “perversa entente” gubernamental que tomó por asalto el poder en nuestro país ha gobernado de la peor forma posible. El régimen, a través de sus múltiples errores, planificadas equivocaciones, intrigas, violencia desmedida e infamias, ha generado en el ánimo de la población desconfianza, escepticismo y la impronta de un presente y un futuro inciertos que han profundizado el deterioro de la calidad de vida de la gran mayoría de los venezolanos.

El régimen ha convertido a los ciudadanos en una sociedad que carece de lo necesario para vivir dignamente. Una sociedad que se ha vuelto suspicaz hasta lo indecible y que sufre a diario la mayor perversidad del régimen: haber destrozado el poder adquisitivo y no hacer nada ante los desequilibrios crecientes y recurrentes de las variables económicas que impiden el desarrollo del talento, la capacidad y la aptitud para alcanzar una forma de vida mejor.

Igualmente, es de gran perversidad gubernamental la actitud de bloqueo sistemático a la ayuda humanitaria que nos ofrecen desde el exterior. Esta irresponsable inacción gubernamental para adoptar las medidas destinadas a compensar las negativas consecuencias de la indetenible caída del PIB, una desbocada hiperinflación, la creciente escasez de bienes de primera necesidad y medicinas y la falta de preparación para enfrentar las calamidades del Covid-19 es, por decir lo menos, criminal.

Las inevitables correcciones a los desequilibrios macroeconómicos son causadas por la extendida incapacidad administrativa gubernamental, por el robo de los ingentes recursos recibidos por el país y por las malas y equivocadas políticas ha venido aplicando.

La actitud indiferente y negligente ha tenido como únicos resultados: el establecimiento de más represión a los opositores y más opresivos controles a la ciudadanía, encarecimiento y escasez de bienes y servicios, sobrevaluación de nuestro signo monetario, más corrupción, más falta de incentivos para la inversión, más desempleo, aumento de la vulnerabilidad de la economía por hacerla altamente dependiente del comportamiento de las exportaciones y precios del petróleo y, por si fuera poco, mantiene abierta la senda a devaluaciones adicionales como ya ha ocurrido, durante los largos años en que han mal gobernado. Es decir, esto nos acerca, aún más, a la noción de una economía miserable, colapsada y un país fallido.

La propaganda del régimen tiene como finalidad esconder la terrible realidad que los ingresos que percibe no alcanzan para mantener el enorme gasto fiscal ni tampoco para honrar las deudas, y por eso, ladinamente enmascara la continua y masiva emisión de dinero inorgánico para financiar los déficits de las empresas del Estado y la fraudulenta venta de las reservas de oro depositadas en el Banco Central.

Por otra parte, pretende ocultar que sus desesperados intentos para obtener recursos externos han sido un estruendoso fracaso atribuyéndolo a las sanciones impuestas por la comunidad internacional. No obstante, sabemos que la verdadera causa es la profunda desconfianza que la visión económica y las innegables vinculaciones con el narcoterrorismo del régimen condicionan negativamente la actitud de los eventuales financistas externos.

Esa es la secuela de su incompetencia y la desestabilización funcional a la que sistemáticamente, el régimen ha sometido a la iniciativa privada y al aparato productivo nacional y cuyos efectos se expresan en una recurrente caída del PIB, baja productividad, desestímulo a la inversión nacional y foránea, pérdida de empleos y de la capacidad competitiva de la industria y el agro, la desaparición física de muchas empresas tanto por su vulnerabilidad operativa, como por las expropiaciones y, un enorme endeudamiento improductivo y dañino que no ha aportado nada positivo a la calidad del desenvolvimiento económico.

En el orden político, el terrorismo, el feroz e implacable acoso y persecución de la ciudadanía opositora y a sus organizaciones, las torturas, los asesinatos a mansalva, las muertes “accidentales”, el exilio, la desacreditación moral, las constantes amenazas, el engaño, la desinformación mediática y el ocultamiento y falaz adulteración de las cifras que evidencian las tristes realidades que vivimos, han sido otras de las malas prácticas.

El que se fue, para no regresar nunca jamás, es el gran responsable de esta caótica situación. Los actuales segundones que conforman la “perversa entente” tratan, por todos los medios lícitos e ilícitos, de continuar gobernando, pero, ayunos de ideas y “auctóritas” y pletóricos de mentiras y banalidades. Por sus propias carencias no han podido ni podrán superar la grave crisis que causaron. Salta a la vista que su tiempo histórico ya pasó, que se han convertido en una pesadilla viviente y que ha llegado el momento en que deben irse del gobierno. Ya no les es posible seguir engañando al sufrido pueblo; y éste, finalmente se dio cuenta que el modelo del régimen y el régimen mismo, son una utopía perdida e insostenible que hay que desechar.