Más allá del Covid-19

Opinión | marzo 23, 2020 | 6:12 am.

El problema político y existencial que enfrenta el país no es exclusivamente la peligrosa y letal presencia del Covid-19. Es que el tiempo histórico del chavismo-madurismo ha llegado a su fin. A este podrido régimen se le apagó la luz.

Con base en su equivocada visión ideológica, el régimen ha logrado la total destrucción del país. El daño que en todos los órdenes ha causado no tiene parangón en nuestra historia.

Al hacer un análisis retrospectivo de los recursos que dispuso y de los escasos logros y realizaciones alcanzados, debemos concluir que el régimen tuvo la mejor de las oportunidades para hacer un buen gobierno, pero la desperdició miserablemente. La desperdició porque ha sido incapaz para conducir los cambios que proponía. Porque ha demostrado una proverbial ineficacia para gobernar. Porque impunemente sus funcionarios han robado y roban a mansalva, (quieren tener el poder para poder tener) y porque han convertido a Venezuela en un país “gangster”.

La satrapía gobernante lo que ha hecho es retrotraer al país a etapas históricas que ya habíamos superado. Y ha puesto de relieve la perversidad y el cinismo que animan sus métodos represivos contra quienes le adversan.

Los hechos de la dictadura comprueban que las instituciones fundamentales de la nación están afectadas al máximo, en su operatividad ycredibilidad, por el sistemático incumplimiento de las leyes. Por el uso del engaño y la mentira para comunicarse con el país. Por la fuerte injerencia presidencial en todas las actividades de la Nación. Por la gran deshonestidad e ineficiencia de sus servidores y por las equivocadas políticas públicas que ha instrumentado.

La secuela de las incongruencias de la gestión dictatorial se manifiestan por el hartazgo de la población con el ominoso paquete de garrafales errores gubernamentales que han hecho de la vida cotidiana un verdadero infierno.

A su vez, ha ocasionado que muchos de los venezolanos y los extranjeros que convivían con nosotros abandonaran el país, fortuna y profesión. De los que quedamos, algunos ciudadanos se han encerrado en las cuatro paredes de sus casas para salvaguardar la libertad de su pensamiento y de su conducta. Y la gran mayoría, que forman los otros, ha alzado valientemente su voz y ha sido objeto de la vesánica represión de la tiranía de Maduro y la cohorte de facinerosos que lo acompañan y sostienen en el poder.

Los venezolanos, a medida que pasan los días y sufren los embates del mal gobierno, se han vuelto más irritables y se quejan de todo en todas partes. De la vida dura. De las dificultades para abastecerse de lo básico para la subsistencia. Del rigor de los tiempos con que nos golpea la hiperinflación más larga del mundo. De la incapacidad del gobierno frente a los embates del coronavirus. Del futuro sombrío para nuestro país y para cada uno de nosotros. Del estupor y la rabia que causan el cínico espectáculo cotidiano que dan los jerarcas del gobierno. Y del insondable abismo en que el régimen nos ha sumido.

He allí el monumental fracaso de la gestión pública y política de un gobierno al que se le terminó el tiempo histórico de su mandato. Quienes usufructúan el poder saben que es así y ello ha inducido la incertidumbre que atenaza e inmoviliza a los servidores del régimen. Ha arreciado el desencanto y las frustraciones de los seguidores del régimen que cunden a granel.

El régimen y los forajidos que le sirven se angustian y desesperan porque saben que la historia les exige hacerse a un lado y dejar el paso libre a quienes pueden conducir mejor los destinos del país. La mayoría de los venezolanos queremos que termine, de una vez por todas, la larga y tenebrosa noche del chavismo-madurismo. Y para eso luchamos y nos preparamos concienzudamente, sin dubitaciones, ni miedo.