El Saren y la prohibición contra los niños

Opinión | febrero 3, 2020 | 6:26 am.

Coincido con Froilán Barrios en denunciar las criminales mentes que idearon, en una de sus noches farragosas, soltando bilis, la inhumana y sin alma decisión de anular el poder dejado por los padres (más de 6 millones de personas, que se han visto obligadas a a marcharse del país) para que sus hijos les sean devueltos tan pronto estén en condiciones de protegerlos.

La circular del SAREN-DG-CJ-030-C-000152, de fecha 01 febrero de 2019, suscrita por el Director General del Servicio Autónomo de Registros y Notarías, dirigida a las Notarías Públicas, señala: «… deberán abstenerse de autenticar documentos de autorizaciones para viajar, dentro y fuera del territorio nacional, a través de Poder General o Especial, otorgado por el padre, madre, tutor o tutora o terceras personas; así como también los mandatos en los cuales se mencionan la referida Autorización».

Esta orden se disfraza con la intención de resguardar los derechos de los niños y adolescentes teniendo siempre como norte un mal llamado interés superior.

El resultado de esta perversión ha sido la desprotección, el abandono, la proliferación de la mendicidad infantil de los menores que se ven imposibilitados de reunirse con sus padres porque un funcionario del socialismo del siglo XXI decidió por cuenta propia o cumpliendo órdenes de sus superiores castigar a los migrantes, condenando sus hijos, imposibilitando la reunión familiar.

Esta atrocidad, este abuso superior de una institución pública sobre los derechos de la familia, nos genera profundas reflexiones. Es un comportamiento de un régimen que muestra su miseria interior. En lugar de preocuparse por la estabilidad de aquellos menores en situación delicada debida a la partida de los padres, cortan la posibilidad de que pueda efectuarse la reunión familiar como única alternativa de protección social con que cuenta esta población, la cual nunca podrá ser suplida por el Estado y sus instituciones porque carecen de los medios y no figura en sus atribuciones proteger a este gran sector de menores alejados de la protección de sus padres.

Esta medida es una muestra evidente de que al socialismo siglo XXI la familia no importa. No tiene ningún valor. No es parte de su estructura, vale menos que una UBCH, un círculo bolivariano, una comuna u otra de las asociaciones creadas bajo su mandato. Cualquier funcionario tiene el poder de impedir que la familia se reúna, que los hijos regresen a la protección de sus padres. El interés superior que mencionan es atacar, destruir, pudrir las esperanzas y soluciones a la cuales los venezolanos se aferran con desesperación y que acepten esclavizarse sin ningún reclamo. Es claro, el interés superior es mantener el régimen del Socialismo siglo XXI y destruir a todo el que se oponga, tal como ha sido la practica en todos los rincones del mundo donde han logrado tomar el poder.

Por eso vale mucho la pregunta de Froilán, trasladada a nuestro terreno. ¿Han aprendido los venezolanos las dimensiones de nuestra tragedia? No puede sucederle nada peor a unos padres que decidieron salir a buscar medios para sobrevivir que se les prohíba reunirse con sus hijos. Una decisión que nos trae a la mente la imagen de Siberia, las pobladas cárceles cubanas, la matanza de niños en Vietnam y china comunista. Prohibirle a un niño reunirse con sus padres es quitarle el oxígeno, su posibilidad de crecer, estudiar, lograr todo aquellos que sus padres han salido afanosamente a buscar.

Esta amarga reflexión nos remite a una conclusión inevitable. Estamos obligados, por encima de nuestros egos, de nuestras creencias y obsesiones particulares a luchar arduamente para lograr una unidad de propósitos como fortaleza para detener el crimen humanitario que está ocurriendo en nuestro país. La unidad, muestra que frente al atropello de los socialistas se erige una multitud, una mayoría que piensa y actúa distinto, aunque seamos diferentes y heterogéneos, condición que nos enorgullece reconocer. Seremos diferentes entre nosotros pero pocos o ninguno se atrevería a cometer un crimen de lesa humanidad como el que conlleva decretar la separación de la familia, usando para ello envilecidas armas jurídicas.

Este es el reto que tenemos por delante. Antes de enfrascarnos en improperios, descalificaciones, denuncias sin fundamento contra los que están arriesgando su vida por defendernos, pensemos en los miles de niños que a partir de esta decisión de este satánico Saren no podrán reunirse con sus padres. Separación llevada a cabo con la frialdad de los que asesinaron a Fernando Albán, Oscar Pérez, Rafael Acosta Arévalo, los que mantienen en prisión a Juan Requesens y a Leopoldo López. El Saren se convierte en un instrumento de retaliación, de venganza contra todos aquellos que han decidido y se han arriesgado a salir a pie o por cualquier medio a buscar afanosamente, con desesperación la forma de sobrevivir y que ahora albergan la esperanza de poder reunirse con sus hijos.

He tratado de buscar algo peor que pudiera ejecutar el Saren y no lo he encontrado es casi decretar la muerte de miles de niños y jóvenes que pueden quedar en total desamparo en una sociedad secuestrada por un poder inclemente.

La unidad como expresión de las creencias de la mayoría es una obligación moral que enfrentamos los venezolanos. No hay excusas para negarse. Luchar por lograr las condiciones que nos permitan expresarnos, votando contra viento y marea. Por todo ello bienvenido Juan Guaidó.