Miseria de la diáspora

Opinión | diciembre 24, 2019 | 6:20 am.

Hace unos días vimos por la televisión, en el famoso programa “Caso Cerrado”, la situación de dos venezolanas, profesionales; una graduada en medicina; la otra en estudios internacionales (mención comercio exterior) que viven en Cali (Colombia), y que tuvieron que emigrar porque una de ellas tiene una hija con una enfermedad cuyos medicamentos se consiguen pero a unos precios inalcanzables.


Ambas tuvieron que prostituirse en vista de que no consiguieron empleo en sus profesiones. Ingresaron a la nómina de un burdel que funciona en esa ciudad. Siendo dos chicas muy atractivas; de una conducta muy decente, como lo reconoció la propia conductora del programa, la doctora Ana María Polo. Gracias que les ha permitido monopolizar alguna cantidad de clientes con la consecuencia de que eso ha generado una serie de celos en el medio de sus colegas. Y así que la patrona de la casa de citas en esos tejemanejes las quiere echar a la calle porque el ambiente en el negocio se le ha enguerrillado. Y que fue la causa por la cual ambas hermanas tuvieron que acudir a este tipo de programa; que, por cierto,tiene una gran audiencia en toda la América Latina; de modo que la doctora Polo pudiera contrabalancear la balanza a favor de ellas, y no pudieran perder esta forma de ganarse la vida que, por supuesto, no resulta tan digna.

He allí la miseria que vive hoy en día la llamada diáspora de los venezolanos. Como lo reconoció una de las protagonistas del evento; tomando en cuenta que emplearse en otro país no es cosa fácil a pesar de todos los títulos universitarios con los que se cuente., Y es así como muchos, de acuerdo a las historias que llegan, siendo ingenieros o abogados se encuentran limpiando pocetas, para valerme de uno de los ejemplos que ha puesto Nicolás Maduro en su despecho por el incremento de este fenómeno. Que ya va por los seis millones de compatriotas y que, al parecer, supera el que confrontó la población siria hace un par de años cuando no pidiendo limosna con un cartel en el pecho que reza: “Ayúdame con algo; soy venezolano”.

Incluso, la experiencia de una de estas señoras, según lo relató, fue terrible la primera vez que tuvo que ir a la habitación con uno de los clientes del negocio. Tomando en cuenta que la higiene del sujeto no era la más pulcra, y así que durante el acto su mal olor la obligó a vomitar, y a que el vómito le cayera encima; y así que este señor le cayó a golpes; porque, por lo demás, a esta casa de citas acuden individuos que tienen serios problemas para formar pareja; a propósito de lo torpe que resultan en el cortejo de las damas; quién sabe por qué traumas heredados de la infancia por lo que van a la habitación con una de estas mujeres con una conducta que se mueve entre el odio y el amor. Y suelen ser humillantes; tanto más que está el dinero por medio; dándose el caso muchas veces de que los asesinos en serie a las que eligen como víctimas es a las prostitutas; aunque ya ese es otro tema.

La circunstancia es que presenciar un caso como éste resulta sumamente vergonzoso para los compatriotas que atraviesan por semejante trance. Tanto más que acudan a un programa de televisión no para que las ayuden a conseguir un trabajo más digno; que es lo que uno espera, sino a que no las despidan de una situación tan indigna.

De hecho, la medico mostró llorosa una bata que venía a ser su indumentaria de trabajo, que usaba, cuando ejercía la medicina en el país, y, por supuesto, reconoció que ella se encontraba en esas condiciones por culpa del gobierno de Nicolás Maduro; que ha venido a ser tan cruel y despiadado como el de su antecesor Hugo Chávez; amén de la influencia imperial, como se considera en nuestra opinión pública, que han ejercido los hermanos Castro de Cuba sobre ambos; cuyos regímenes también ostentan el carácter de tiranía.

Por cierto que la doctora Polo no dejó de ser justa al recordarle a la dueña del burdel caleño que cuando a los colombianos les tocó desplazarse hacia nuestro país, como consecuencia del terrorismo que ejercían en Colombia, tanto los grupos ligados a la guerrilla castrocomunista; como a las mafias del narcotráfico que, al final, terminaron siendo “caimanes del mismo pozo”; como diría Chávez, en Venezuela los acogimos; aun cuando en la sociedad colombiana prevalecía el prejuicio de que aquí los tratábamos con menosprecio; como acogimos a los desplazados que llegaron de distintos países; pues hasta antes de la asunción de Chávez al poder esta era una nación de inmigrantes.

Desde luego, aquí también entraría el tema del temperamento del venezolano. A ese respecto recuerdo la consideración de Gabriel García Márquez cuando le fue presentado Hugo Chávez, y de quien dijo que le dio un abrazo a lo caribeño, y que es lo que somos nosotros: confianzudos, zalameros, audaces; por momentos embusteros y acomodaticios, y esto vulnera cualquier medio social; donde prevalece el conservadoraturismo, la medianía; que es lo que ha chocado al respecto de la migración venezolana en los países hermanos; sobre todo, en esas sociedades de los países andinos; no sólo en Colombia, sino también en Ecuador, Perú; en la propia Argentina, y para el caso traigo a colación un artículo del famoso intelectual chilen-argentino Ariel Dorfman, y quien hablaba de ese contraste que se da con la presencia del migrante venezolano en una sociedad circunspecta, como la de Buenos Aires.

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