Armando.Info: Para los espías, el Credit Suisse tuvo una diligencia indebida

Política | febrero 27, 2022 | 11:00 am | .

Carlos Aguilera Borjas, entonces capitán del Ejército, participó en la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, que lideró Hugo Chávez junto a otros tres tenientes coroneles del llamado MBR200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, una logia clandestina cívico-militar de izquierda nacionalista).

Fue a prisión tras el fracaso de la intentona, como el propio Chávez, que lo siguió considerando como uno de los “muchachos” del movimiento. La confianza se acentuó con el tiempo y Chávez, libre desde 1994, quiso a Aguilera entre sus guardaespaldas mientras recorría el país.

Cuando Hugo Chávez llegó a la presidencia de Venezuela por vía electoral, en febrero de 1999, tenía aún en la memoria el nombre y trayectoria de Aguilera Borjas y premió su lealtad. Lo nombró director de Relaciones Presidenciales. Luego vinieron otros cargos de cierta relevancia e indudable proximidad con la vida del palacio presidencial de Miraflores: Viceministro de Gestión Comunicacional, Secretario de la Presidencia de la República y Presidente de la Fundación Pueblo Soberano. Aguilera coronó su carrera fulgurante con su designación como director de la policía política, la Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip).

En marzo de 2002, Chávez, el mentor de Aguilera, continuaba elogiándolo en público, hasta concederle una cierta aura de leyenda: “Carlos Aguilera, el jefe de la Disip, policía política, anda por ahí, nadie lo ve, [aunque] yo sí sé dónde está parado ahorita”,  dijo el comandante revolucionario, con su estilo entre la guasa y la intriga, mientras acuñaba para su pupilo el apodo de El Invisible, durante su maratónica alocución dominical del programa televisivo Aló, Presidente del 3 de marzo de ese año.

Pero un mes más tarde, su suerte se torció. Aunque quién sabe si para mejor.

Aguilera fracasó en detectar y sofocar el pronunciamiento militar que entonces se engendraba y que se manifestó de manera abierta el 11 de abril de 2002, aunque apenas consiguió desalojar a Chávez del poder por 47 horas. Aguilera no solo no pudo proteger a su jefe: durante la asonada, agentes rebeldes de la Disip lo pusieron bajo arresto en la sede del cuerpo. Pudo escapar del confinamiento gracias a una astucia del prochavista general Jorge Luis García Carneiro, y solo tuvo reflejos para prepararse a desaparecer en la clandestinidad. Según versiones, se afeitó su característico bigote para pasar inadvertido.

Distaba mucho del desempeño que se esperaba del jefe de la cheka chavista. Se le destituyó y marginó a una canonjía devaluada, al frente del Fondo de Jubilados y Pensiones, para luego sí hacerse invisible, al menos desde noviembre de 2002, cuando desapareció de la vida pública.

Aguilera se mudó a España, donde hizo posgrados y se dedicó a los negocios. Ninguna de esas reconversiones, sin embargo, bastaba para explicar cómo hizo para amasar enseguida una enorme fortuna, incorporado de lleno como empresario a la vida de paisano.

Al Credit Suisse, segundo banco del mercado suizo, tampoco le interesó averiguar el origen de esa fortuna antes de aceptarlo como cliente. Consigo traía, literalmente, millones. Al menos desde 2011 fue cliente del banco.

Como ahora revelan los datos de la filtración que dio origen a la serie de los Suisse Secrets -información sobre cuentas bancarias del Credit Suisse abiertas desde los años 40 hasta bien entrada la década de 2010-, entregada al diario alemán Süddeutsche Zeitung y compartida con Occrp (Organized Crime and Corruption Reporting Project) y, luego, con 48 medios internacionales-, ese año Aguilera Borjas abrió dos cuentas que alcanzaron un balance de 7,8 millones de francos suizos (8,6 millones de dólares) y siguieron abiertas por varios años.

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