Venezuela: entre la democracia y la hiperinflación

Opinión | diciembre 16, 2022 | 6:28 am.

Este largo padecimiento de 24 años que algunos llaman “revolución”, ha pasado por dos etapas bien definidas: una con dinero, el socialismo a realazos; y otra sin dinero, que ha devenido en esta ruta hacia el capitalismo autocrático.

El “socialismo a realazos” aconteció en los albores de la “revolución”. Altos precios del petróleo y un dirigente con mucho carisma. Los gigantescos ingresos petroleros fueron repartidos como dádivas en Venezuela y en otros países, ante delirantes aplausos del pueblo – el mismo pueblo que hoy sufre el sueldo mínimo más bajo de occidente –y las adulancias de algunos gobiernos extranjeros. Aunque usted no lo crea, se llegó a repartir dinero a los pobres de Nueva York, o a dar dólares para que los venezolanos los despilfarraran en el exterior, mientras cumpliendo el desiderátum de destrucción made in La Habana, acababan Pdvsa, las empresas eléctricas, las dos terceras partes de las industrias, las instituciones y paremos de contar.

Por otra parte, la dilapidación de los ingresos petroleros contribuyó a crear una nueva oligarquía, en la que destacan los llamados bolichicos, y además dejó innumerables obras sin concluir a lo largo y ancho de Venezuela. Ruinas sin gloria.

La segunda etapa, esta ruta actual hacia el “capitalismo autocrático”, es el resultado del legado que Chávez le dejó a Maduro: un país desmantelado y sin dinero, con una Pdvsa desvalijada por un largo sabotaje gerencial, cuyo hito fue el despido de 23.000 trabajadores (a mucha honra en Gente del Petróleo y Unapetrol).

El desmantelamiento dejó al país sin renta, y si aunamos la destrucción de la economía…

Lo cierto es que esta segunda etapa de la “revolución” se caracteriza por escasez de recursos. Cual Midas al revés la “revolución” transformó a un potencial Qatar en un país de cuarto mundo. No hay excusa. Lesa humanidad.

Sin dinero, al gobierno no le quedó otro camino que abjurar del socialismo, e inaugurar esta fase de capitalismo autocrático, caracterizada por una desesperada búsqueda de inversionistas y de divisas.

El imperio, que como dice Rafael Poleo, existe y es malo, ha venido trabajando con calma la decadencia de la “revolución”. Ha observado la transmutación de la prepotencia en mendicidad. El imperio ha hecho como el árabe que se sentó en la puerta de su casa a esperar al enemigo.

Y ahora con la “revolución” en la inopia, el imperio le ofrece la presencia de empresas petroleras, de esas a las que en la época de oro los “revolucionarios” les gritaban gringo go home. Increíble, los otrora “cabezas calientes” (Betancourt dixit), hoy celebran el regreso de los imperialistas, con alfombras rojas, bombos y platillos. Algo así como si el nuevo lema fuera: gringos come back… please.

¿Nuevos mejores amigos?

¿Y ahora?

Luego de la invasión a Ucrania, Europa no puede seguir dependiendo del gas ruso. Necesita nuevas fuentes de energía. Por ello Biden, el jefe de Occidente, envió emisarios a un Maduro urgido de recursos, y muy claro en que la urgencia de divisas sólo puede ser satisfecha con ingresos petroleros.

Se juntaron el hambre y las ganas de comer. De allí la negociación en México. Cambio de sanciones por democracia es la estrategia del imperio. El gobierno aparenta – y solo aparenta- exigir que le eliminen las sanciones para otorgar democracia, como si fuera su prerrogativa y no un mandato constitucional.

Guanteos de la negociación.

La realidad

El gobierno necesita dinero urgentemente. Basta observar el alza del dólar y de los precios. El Banco Central no puede inyectar suficientes divisas para mantener el valor del bolívar, que por cierto ya vale la cuarta parte que hace once meses.

De mantenerse los niveles mensuales de devaluación e inflación se estaría asfaltando la ruta hacia otra hiperinflación. Ya el gobierno (¿desesperación?) parece reiniciar la fatídica ruta control de precios, escasez… las consecuencias sociales y políticas serían impredecibles.

La práctica ha demostrado que los “panas” rusos, iraníes, o chinos, o no pueden o no quieren aportar divisas estabilizadoras de la economía.  Sólo podrían ofrecerlas inversiones petroleras de ExxonMobil, Shell, BP o etc., o los préstamos de los bancos occidentales.  Puro imperio.

Por ello el gobierno está obligado a tomar medidas y “otorgar” elecciones libres, habilitaciones, liberación de presos políticos … derechos humanos. Cambio de sanciones por democracia. No quiere decir que lo vaya a hacer; pero no hacerlo implicaría retornar a la escasez, la hiperinflación, el hambre, etc.

¡Ah!, y también implicaría arreciar el autoritarismo para contener el descontento, en un continente que lo condenaría, porque la “nueva izquierda” (el “nuevo” Lula, Petro, Boric, Dina y otros), condenarían los déficits democráticos. Por otra parte, Cuba y Nicaragua, están cada día más aislados.

Por cierto, elecciones libres significan una casi segura derrota para el gobierno en el 2024.

Democracia o hiperinflación, he ahí el dilema. Aunque mal pague.