Los cien años de mi padre (2/2)

Opinión | octubre 4, 2022 | 6:22 am.

Regreso a su Mérida natal

En 1973 por invitación de su amigo y Rector de la ULA, Ramón Vicente Casanova, regresó a Mérida como director de Cultura de esa universidad. Allí realizó una fecunda labor, destacando la creación de la Extensión Universitaria de Tovar y la fundación de los Talleres Campesinos. Por esos años, publicó varios libros.

En 1974, “Cuentos y cuentas de mi pueblo”, un delicioso relato acerca del nacimiento y desarrollo de su querido Tovar, salpicado con anécdotas de su niñez y su juventud. El libro fue reeditado en 2004.

En 1975, publicó “América Paraíso de tontos”, una novela con referencias históricas. El personaje central es un sinverguenzón que se hace llamar Sand (en lugar de Sancho) y su apellido es Parada. La dedicatoria del libro dice: “A mi hijo Rafael con la convicción de que nunca será un Sand Parada”.

También ese año publicó un folleto titulado “El escogido del diablo”, sobre el asesinato de Antonio José de Sucre,

En 1976, salió a la luz pública “El cachorro Juan Vicente Gómez”. En este libro denunciaba que el dictador Gómez fue un déspota para con la ciudadanía; pero un cachorro de los intereses petroleros. Tuve la honra de hacer el prólogo. El intelectual Pedro Berroeta expresó que sólo la parte introductoria del libro (primer capítulo), bastaba para determinar su excelencia. Fue muy exitoso, de múltiples ediciones.

En 1978, publicó “Perros del mundo uníos”. Una novela narrada por un perro llamado Chuto, acerca de una rebelión de perros. La obra fue llevada al teatro con el nombre de “Chuto el comandante”.

El Diario Frontera

En 1978, renunció a la ULA. Ahora su mente se dirigió a la fundación de un periódico para Mérida. Él no concebía que una ciudad tan progresista y dinámica no tuviera un periódico con todas las de la ley. Puso algún dinero y buscó accionistas. Luego de mucho esfuerzo, salió el Diario Frontera. Lo llamó así, como homenaje a “Fronteras”, periódico que había dirigido en San Cristóbal el mártir de la democracia Leonardo Ruíz Pineda.

Mi padre fue el primer director y sin duda, el alma del diario. Recuerdo los varios intentos por sacar la primera edición. Siempre fallaba algo técnico. La rotativa había sido desechada por un diario del Zulia y fue reparada en Mérida por un señor Franco, muy entendido en el tema, que fue jefe de impresión del diario por muchos años.

Como al cuarto intento, un día de agosto de 1978, salió la primera edición de Frontera. La emoción me enerva al recordar palpar el papel y sentir el olor a tinta del primer número. El ingenio de papá dio el primer titular: “Con uranio de Mérida se bombardeó Hiroshima”. Y narraba la historia de un polaco que en los años treinta había descubierto uranio en Mérida…

El doctor Jesús Rondón Nucete, destacado político e intelectual merideño, fue amigo de mi padre y por un tiempo fungió de subdirector, y director del diario. En una maravillosa semblanza de su vida, publicada por la Academia Nacional de la Historia expresó: “Gallegos fue un hombre bueno y generoso, hasta el desprendimiento total” … “con una imaginación que volaba más allá de cualquier límite.”

De allí algunos titulares como “Paulo VI eligió su propia tumba”, o “Hace sesenta años, un merideño mató a José Gregorio Hernández”.

A veces papá se sentaba a escribir y hacía muchos artículos con una velocidad impresionante.

El periódico tuvo gran acogida en todo el estado. Recuerdo haber trabajado en Frontera haciendo entrevistas a las candidatas a reina de las ferias de Tovar, o haber fungido como comentarista hípico en alguna ocasión (muy fallido en los pronósticos). También asistía como cronista social del periódico a muchos eventos de Mérida. De más está decir que, el fotógrafo y yo, éramos muy bien atendidos.

Varios años después, mi papá se alejó del periódico. Dejaba atrás una gran labor. Frontera es todavía, 44 años después, el diario de Mérida. Y él, queda para la historia como el Director – Fundador de Frontera.

El Quijote que siempre tuvo dentro, estaba muy vivo haciendo su historia. Papá se trasladó a El Vigía. Allí fundó el diario “Vamos”. Nunca logró hacerlo comercial. En Barinas también intentó sacar adelante un periódico, pero no pasó de allí.

El acercamiento a AD

En 1983, su amigo de la universidad y de luchas políticas Jaime Lusinchi fue candidato presidencial. Para apoyarlo, mi padre fundó el movimiento “Nosotros También”. Ganaron las elecciones; pero él se alejó de la política.

Se dedicó, con éxito, al ejercicio de su profesión y a sus libros. Le fue muy bien como abogado. Era muy estudioso y trabajador.

En 1985 publicó “El desafío de Bolívar o los olvidos de Arciniegas”, un libro que rebatía con sólidos argumentos al doctor Germán Arciniegas – autor de la inmortal “Biografía del Caribe”- lo afirmado en su libro “Bolívar y la Revolución”. Arciniegas expresó, en referencia al Libertador, que toda su gloria era solo militar. Mi padre, observando el silencio nacional ante esa frase, afirmó en el libro con ironía: “si el insulto hubiera sido contra los bolívares y no contra Bolívar, qué de deudos hubieran protestado”. El mismo libro también contiene una deliciosa historia novelada “Madrugada de negros”, donde narra la historia del Negro Miguel, que se coronó Rey de Buría; luego la de Andresote, Chirinos, hasta llegar a Gual y España. Planteó que el miedo a las revoluciones antiesclavas precipitó la Independencia.

Después, en 1995, publicó “Los presidentes se confiesan en el infierno”, un relato, cuyo personaje central es un joven político Jorge Villasmil. En el libro, mete a todos los tiempos en el mismo espacio, demostrando que la historia es un mismo escenario donde apenas cambian los actores y el decorado. Puso a conversar en el infierno a Hitler, Mussolini, Lucrecia Borgia, Platón, al mismísimo Lucifer, a presidentes de Venezuela y de otros países. En el capítulo final, en una sesión del Congreso, su presidente dice:

–   Sírvase leer el Orden de Día, ciudadano Secretario.

–   El mismo desde hace ciento cincuenta años, ciudadano Presidente.

En 1996, cerró su ciclo literario con el libro “San Juan Vicente Gómez”. Un anecdotario libre acerca del “taita” que tanto oprimió a Venezuela. El gran actor interprete del dictador, Rafael Briceño quedó encantado al leer el libro y se puso en contacto con mi papá.

Basado en “San Juan Vicente Gómez”, Briceño editó un CD llamado “Intimidades de Juan Vicente Gómez y Rafael Briceño”. Textos de mi padre, presentación de Salvador Garmendia e ilustraciones de Pedro León Zapata. Toda una joya.

Por cierto, en una visita que hizo a mi casa el gran actor Briceño, se lo presenté a mi hijo Rafael Eliseo, de unos cinco o seis años. Le dije: “Rafa, ¿tú conoces a Rafael Briceño?, uno de los mejores actores de Venezuela”.

–   Si no trabaja en Nikelodium no lo conozco – fue la respuesta de mi hijo ante la risa del gran actor.

Libro bajo seudónimo, y rol como articulista

Con el seudónimo César Cienfuegos, Gallegos Ortiz publicó el libro “¡Estos venezolanos sí son P…! el diario íntimo del “jeque”.  Una humorada referida a la visita del “jeque” a Venezuela, donde embaucó a unos cuantos ricachones deseosos de invertir. El “jeque”, era un colombiano que, a pesar de su condición de “árabe”, se pasó de palos en una fiesta en su honor, comenzó a bailar salsa… y allí se descubrió todo.

Además, Gallegos Ortiz fue un prolífico articulista. Escribió en casi todos los periódicos de Caracas y muchos del interior. Cuando en 1960, las transnacionales ejercieron presión contra El Nacional, él fue uno de los articulistas excluidos.

Los últimos años…

Los pasó dedicado al desarrollo intelectual, al ejercicio de la profesión y a la familia. Sin embargo, siempre estaba pendiente de la política. En 1993, cuando defenestraron a CAP, lo visitó mucho. Estuvo en contra de lo que consideró una jugada de los “notables” para lograr un atajo al poder.

De su propio peculio- que no era mucho- publicó varias veces en la prensa, escritos a dos columnas y una página, explicando porqué CAP debería finalizar su período. Disertó que sacar a CAP de la presidencia tendría un costo muy alto para Venezuela. Y vistos los acontecimientos posteriores, hay que darle la razón. Luego de su defenestración, visitó varias veces al presidente Pérez en La Ahumada.

En una marcha opositora en la Plaza Altamira, papá se cayó y se pegó muy duro en la cabeza. La consecuencia fue que pasados varios días hubo que llevarlo a terapia intensiva. Salió de esa; y vivió dos años más; pero jamás recuperó su dinamismo. Hasta el final de su vida, asistió religiosamente a su bufete y siguió escribiendo en la prensa.

En 2005, el 15 de julio, falleció luego de tres días hospitalizado. Rodeado de su esposa María, de sus hijos Anela, Maricrís y Rafael y su nuera Herminia, de sus nietos John, Manuel, Rafael y José Ramón. Y de innumerables familiares y amigos, entre ellos nuestra querida madre Olga.

La tristeza de todos contrastaba con su verso:

Cuando yo muera

que nada esté de negro

que todo esté de rojo

hasta el cajón

que lleve mi cuerpo largo y tieso

para que nadie diga

que me venció la muerte

Aunque la verdad, papá venció a la muerte. Vive en nosotros, en sus libros. En los que llegaron después a enriquecer nuestras vidas: Daniela e Irina, las esposas de sus nietos. Y en sus bisnietos Juan Ignacio, Tomás Fabián y Andrés, todos nacidos en la pandemia de 2020 y 2021.

Versos para no leer

Años después de su ausencia, su esposa, María, con mucho amor, juntó unos versos de mi padre. Le costó hacerlo. En algunos tuvo que traducir letras ilegibles, casi garabatos. En condiciones peores que los egipcios, porque ni siquiera tenía piedra Roseta para comparar tamaños jeroglíficos.

Al final, María sacó una edición artesanal y hermosa, con la colaboración ad honorem de amigos, del libro de poemas” Versos para no leer”, que era el nombre con que papá pensaba publicarlos algún día. Hermosos poemas siempre vigentes.

Cerramos así este paso por esta maravillosa vida de 82 años y nueve meses, con un sentido poema de su nieto José Ramón, que a la muerte de mi padre tenía 13 años:

… simplemente solo sucedió

      el momento más triste de mi vida

       y aunque hayan pasado ya tres años

       por más que siga intentando

       nunca lo podré olvidar.

Ciertamente, nunca lo olvidaremos. Es una parte muy hermosa de nosotros. Agradecemos profundamente a Dios habernos permitido comprender, y aprender de su vida. Además, él nos enseñó en un poema: “cómo olvidar los recuerdos si los recuerdos no mueren.”