La amenaza ancestral

Opinión | octubre 9, 2022 | 6:22 am.

Los verdaderos y trascendentales cambios en la humanidad no lo hacen los hombres sino las mujeres. Los hombres lo que hacemos es desangrar el mundo, crear conflictos, revoluciones y guerras, establecer diferencias de todo tipo, sojuzgar y martirizar al semejante y lanzarlo al barranco del odio, del hambre y el olvido. Creamos sufrimiento, dolor y muerte.

Son las mujeres quienes aportan la secuencia lógica para transitar la vida. Luchan con la razón y la sensatez, el sentido común y la pasión por lo que es justo y vale la pena sacrificarse. El derecho al trabajo, el derecho al voto universal, los derechos humanos, por ejemplo. En esto último, la reina Magnífica Isabel I La Católica, la más grande reina que ha tenido la humanidad y madre de la Hispanidad, animó a sus asesores para que reflexionaran sobre esto último, lo que hoy conocemos como los derechos humanos.

La cultura occidental comienza a girar para encontrar sus propios pasos. Más allá de las experimentaciones político-económicas de las democracias liberales, que han permitido cubrir parte de Europa con rostros ajenos a su historia y cultura, y a la América hispana con lo más perverso del progresismo/populismo, podrido y fosilizado. Lo cierto es que las sociedades occidentales vuelven sus pasos para asirse a sus tradiciones, a su idioma, a su religión, a la vida civilizada, y a su esplendor.

Es la única y última defensa ante la barbarie que significan las grandes migraciones de grupos humanos que buscan imponer por la fuerza, sus propias tradiciones, lengua, credos religiosos y costumbres primitivas ya superadas, ajenas a la idiosincrasia de las sociedades occidentales.

Lo ocurrido en Italia con la victoria de Giorgia Meloni no es algo secundario o al margen. Si vemos en sus propuestas, el acento recae en la defensa de la tradición, los valores y principios de la cultura italiana. “-Sí a la defensa de la lengua. Sí a la defensa de la religión cristiana. Sí a la defensa de los valores y de la cultura”. Sea esto cierto o no en su cumplimiento posterior, lo que sí es un hecho real es que logró sumar gran parte del electorado, cansado de tantas promesas incumplidas y la insatisfacción de las nuevas generaciones de electores quienes permanecen invisibilizados por un Estado que los ignora.

Pero si esto ocurre en Italia y en la Europa del siglo XXI, en la América hispana las diferentes sociedades aun parecen estar ancladas en las postrimerías del siglo XIX-XX. El populismo más perverso, cínico y aterrador cubre gran parte de las naciones que apenas comienzan a vivir y convivir en sociedades republicanas. El poder patriarcal hecho Estado todo lo controla, todo lo cubre.

Las historias de los pueblos hispanoamericanos aun se cuentan, comienzan y terminan en la época de las guerras de independencia. Toda gira alrededor de las figuras totémicas de los prohombres, como San Martín, Sucre, Bolívar, entre cientos de rostros que a estas nuevas generaciones poco les interesa como sustento ideológico y espiritual para comprender su dramática realidad. Lo diré de manera tajante: ¡Basta de tanto heroísmo populista trasnochado! Dejemos que los muertos descansen en paz.

Los nuevos tiempos piden otro tipo de héroe: cívico, ajeno al protagonismo de falsa pantalla, que establezca acuerdos entre comunidades, que encuentre su fortaleza en la educación y tradición cultural, principios y valores. Ético-estético, que se afirme en la razón y el sentido común de la realidad y las cosas. Que permita construir riqueza material y espiritual. Porque todo mesianismo, toda imagen que roce el populismo, hoy, es una enfermedad que encuentra su propagación en las fuerzas ideológico-políticas que solo construyen miseria, hambre y marginalidad. El populismo banaliza las comunicaciones e implanta la barbarie en bruto, el primitivismo más atroz.

Hay mucho héroe de utilería, fabricado por las tecnologías de la telecomunicación para alimentar tanta ‘masa inculta y bárbara’, tanto fanatismo perverso, ortodoxo y radical. Las sociedades republicanas, democráticas y liberales no son para todo el mundo. La vida cívica no es para todos. Las mentalidades radicales, totalitarias, arbitrarias y fanáticas, sean religiosas o ideológico-políticas, son contrarias a la vida civilizada, de principios, valores y respeto al semejante.

Este tiempo abre el camino que marcará la huella de la mujer y la visión/acción de lo femenino en todo aquello que signifique progreso, adelanto y felicidad para la humanidad. Tiempo que dejará atrás tanta falsa división en el pensamiento/acción humanos.

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