Las 4 etapas del artículo de Almagro

Opinión | agosto 1, 2022 | 6:24 am.

El impacto que ha producido el artículo publicado por el Secretario General de la OEA, Luis Almagro el pasado 29 de julio, entre quienes aún continuamos resistiendo la tiranía abierta y criminal de Nicolás Maduro Moros en Venezuela, podría tal vez considerarse de una escala tal que deba estudiarse y tratarse como lo fue en su momento el estudio del duelo (ver aquí).

En efecto, en 1969 la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross revolucionó el tratamiento del duelo por la pérdida de algo o alguien apreciado al presentar en su libro “Sobre la muerte y el morir”, un modelo general de 5 etapas de duelo para explicar el comportamiento de las personas al procesar un duelo ante el luto y la pérdida. El famoso modelo negación-ira-negociación-depresión-aceptación es ahora de uso común entre los profesionales de la salud mental.

Y no se equivoquen en la interpretación. No es que hayamos perdido a un amigo como Luis Almagro y vayamos a interpretar su nota como la pérdida de alguien apreciado. Todo lo contrario. Deseo utilizar el modelo como una construcción conceptual para analizar el porqué el mejor amigo de carácter internacional que hemos tenido en nuestra lucha en contra del régimen termina concluyendo como concluye en esa nota.

Cuando leí la primera vez el artículo (porque tuve que leerlo varias veces para comprender bien el punto de Almagro) mi primera reacción fue la misma que tiene alguien cuando le dice a un amigo que no se comporta como usualmente lo hace, preguntándole: “¿Y quién eres tú y que hiciste con Almagro?”. Esta fase la podríamos llamar Etapa de shock o impacto inicial.

En esta etapa la primera reacción siempre suele ser la misma: Almagro fue convencido por las fuerzas de la oposición oficial, convencidas que una cohabitación con el régimen es lo que más le conviene a los venezolanos, conformándose en las sobras que Maduro o quien haga sus veces, les arroje para sobrevivir. Triste final de una lucha donde han quedado muchos muertos y torturados en el camino.

Por supuesto, en el medio de esa etapa debemos pensar que si así cree el más aguerrido de nuestros defensores internacionales por un país libre, ¿qué nos queda a los demás? Dejemos esto así y aceptemos la siguiente fase que bien podríamos llamar Etapa de los bodegones, donde existe una paz fingida de normalidad mientras las mayorías mueren de mengua.

¿Qué viene después de eso en esa etapa? El encuentro del hambre con las ganas de comer. Un país entregado a un régimen destructor, asociado a su oposición cómplice, tan corrupta como ellos. Vendrán generaciones de esclavos malnutridos que jamás podrán levantar la cabeza, como lamentablemente aún siguen siendo los cubanos, protagonistas de la esclavitud del siglo XXI, negociados como médicos a quien quiera comprarlos. En cierta medida ya nos encontramos allí.

Pero como en todo lo que escribe Almagro hay allí una gran verdad: si el objetivo de un diálogo con ellos es sacar a Maduro, desde su propia concepción el objetivo está destinado al fracaso, porque como bien indica “…como objetivo estratégico probablemente no fuera el más viable, ni realizable ni realista”. Nadie aceptaría a ir a un proceso limpio si el resultado es que sean excluidos del poder. Eso no existe para ellos y tiene razón.

Y ciertamente, “El objetivo de la salida de Maduro transformó a cada negociación en un juego de suma cero que terminaba siendo imposible: ni la salida de Maduro en una negociación ni una elección que pudiera significar su salida”. ¿Y por qué? Porque ¡no se está negociando lo correcto! Y allí es donde el argumento de Almagro acierta, pero al mismo tiempo falla. El objetivo no puede ser sacar a Maduro. Pero tampoco puede ser uno que termine cohabitando con su régimen. Eso iría en contra de todo, por lo que el mismo Almagro ha luchado -y todos con él- durante tantos años de sufrimiento ininterrumpido.

Almagro propone una cohabitación con contrapesos que impidan la complicidad con el régimen. En un contexto de diferencias entre políticos, yo le daría la razón. Pero en el contexto de una negociación con unos delincuentes que han secuestrado la institucionalidad del país para su propio beneficio, la cosa es completamente diferente.

Almagro, en su condición de garante de la Carta Democrática de la OEA, no puede proponer la cohabitación con delincuentes, aun con el elevado y sublime propósito de proteger el futuro de los venezolanos. Esta fase yo la llamaría Etapa de desesperación. La nobleza de alguien que ante el cierre de todas las salidas prefiere el mal menor. Sin embargo, sería un mal menor entre políticos, pero uno infinitamente mayor entre delincuentes, tanto de la oposición como del régimen.

Entonces, ¿si no son unas elecciones, que se debería negociar con ellos? No es la primera vez que respondo esa pregunta, y mi respuesta sigue siendo la misma: un proceso en el que todos los venezolanos participen fuera del perímetro de la institucionalidad corrupta del régimen y que les dé a ambas partes exactamente la misma participación, no para sacar a Maduro, sino para reiniciar la institucionalidad de Venezuela. Eso está en nuestra Constitución y se llama Asamblea Nacional Constituyente.

Y algunos me preguntarán, incluyendo Almagro, ¿pero eso no sería lo mismo que elecciones? Y mi respuesta seguiría siendo la misma: No. En unas elecciones existe la disputa del quítate tú para ponerme yo, generando el mismo juego suma cero mencionado por Almagro. En el contexto Constituyente, Maduro se quedaría en su puesto hasta que los Constituyentes –partidarios y no partidarios del régimen- decidan qué hacer con su gobierno, para luego proceder a reparar la institucionalidad del país, porque ellos serían la máxima representación legítima de los venezolanos, en la más avanzada expresión de Autodeterminación de los Pueblos.

Se estarían negociando también las bases de esa elección Constituyente (Bases Comiciales) y lo que pasaría después sería materia de la representación legítima de los venezolanos. No se trata de negociar unas elecciones para un cargo que no representa ya nada para los venezolanos y menos aún si Maduro continúa en el poder durante ese proceso electoral. En pocas palabras, se estaría negociando que se le permita al pueblo venezolano decidir qué hacer con su futuro; y la salida o no de Maduro del poder, que sea una consecuencia de esa decisión.

La Comunidad Internacional, como la OEA, colaboraría en ese contexto a proporcionar las garantías electorales suficientes para que el mandato popular de los venezolanos se materialice, a través de un Tribunal Electoral Ad-Hoc donde participarían todas las partes, los países interesados en apoyar al pueblo venezolano, la oposición oficial, el régimen, y la sociedad civil. Asimismo, ella aportaría la fuerza necesaria para lograr que el régimen acepte esa negociación (presión creciente de sanciones) y garantizar que se cumpla lo que el pueblo decida. Esta fase la llamaría Etapa del apoyo internacional, y a la que todavía no hemos llegado. En el año 2020, más de 300 personalidades de la Sociedad Civil venezolana, le dirigimos al Dr. Almagro una carta abierta fechada el 16 de junio de 2020, donde describimos esta fórmula electoral como Solución Humanitaria de Carácter Electoral.

Es en esa etapa de apoyo internacional donde la Comunidad Internacional, incluyendo al Secretario General de la OEA, Luis Almagro, terminan plenamente de comprender que este grave asunto, que involucra a todos los pueblos del continente americano, escapa a una solución entre políticos o delincuentes. La solución la tiene el pueblo de Venezuela y lo que hay que lograr es poner en funcionamiento el mecanismo idóneo para que ese pueblo pueda expresarse limpiamente a través de su representación legítima. Solo hay que darle la oportunidad al pueblo para que sea el que finalmente decida su destino, haciendo que sea este, y no otro sin representación, el que logre que se bifurque el sendero hacia su libertad.

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