Luis Beltrán Prieto Figueroa: entre la verdad y la falacia

Opinión | abril 10, 2022 | 6:18 am.

A 120 años de su natalicio son incuestionables la permanencia y el reconocimiento de la tesis del Estado Docente, no solo por amplios sectores del país, sino hablamos en especial de los más connotados. Quienes la suscriben, sin mediar en diferencias políticas, sociales o religiosas, no dejan de ver en ella una razón de Estado por la fuerza de sus argumentos; al mismo tiempo, una política con miras a garantizar la igualdad y la justicia social por la vía educativa.

La tesis del Estado Docente contrapone el concepto de una educación de élites (sectores minoritarios que históricamente habían tenido acceso a una formación exclusiva para mantener así posiciones de poder) con el de una educación de masas (para que todo ciudadano sin importar su estrato social, su religión o color de piel tenga la misma oportunidad de estudiar y compartir la dirección del Estado, salvo las limitaciones derivadas de su capacidad y su vocación).

Recalcaba el maestro Prieto Figueroa la educación pública como una garantía social para el progreso y la estabilidad democrática del país. Su carácter obligatorio parte del deber del Estado en cristalizar el derecho a la educación. Este no puede abandonar la formación de las futuras generaciones. Advertía con preocupación en 1943 que la educación de masas en Venezuela estaba en entredicho por la falta de instituciones que se requerían para atender a toda la población.

Hoy, el éxodo de los docentes hacia otras actividades de mayor remuneración dificulta la garantía de una educación de calidad para todos. Áreas importantes en el currículo de bachillerato no se imparten por la ausencia de profesores bien remunerados y preparados académicamente. Los que se mantienen en el sistema educativo se han trasladado a las instituciones privadas en búsqueda de mejores salarios.

Así las cosas, de una educación de masas hemos pasado a una educación de élites, donde una inmensa mayoría no recibe una verdadera formación. Esta realidad en la que unos pocos pueden pagar una educación de calidad abre inevitablemente una brecha social entre aquellos y estos venezolanos afortunados.

La inversión en una educación de calidad supone una lucha contra la pobreza, toda vez que impide la diferencia salarial entre grupos sociales y la falta de oportunidades para las grandes mayorías, sin mencionar la escasez de profesionales requeridos para la tarea de recuperación del país. Los costos de una sociedad no educada siempre serán más altos que los exigidos en una sociedad educada.

Secretario Nacional de Educación de UNT