El nuevo duelo mundial

Opinión | marzo 21, 2022 | 6:22 am.

Samuel Huntington, en su Choque de civilizaciones ha lucido más acertado que Francis Fukuyama en El fin de la historia. Ambos, importantes pensadores, aventuraron en la década del noventa sus respectivos pronósticos sobre cuál sería el nuevo orden –o desorden– mundial que sucedería a la extinta guerra fría.

Para Huntington la contienda entre regiones del mundo la determinarían las diferencias culturales, ya no la ideología. Fukuyama, por su parte, auguró el predominio global de un orden regido por los valores fundamentales de la llamada civilización occidental, triunfadora en la guerra fría.

Huntington, dentro de la fisonomía cultural como atizador del choque entre países, puso el acento en la religión como factor crítico del nuevo desencuentro, en el islamismo, que movido por su cometido sempiterno de conquista espiritual de la humanidad, enfrentaría a las culturas de Occidente. El fin del SXX y despertar del SXXI pronto sustentaron esta hipótesis con terribles ataques terroristas.

Ciertamente, el islamismo ronda Europa como un fantasma, pero las agresiones recientes del Estado Ruso y la amenaza de China sobre el Sudeste asiático apuntan a que, concretamente, más que la religión, el gatillo cultural que hoy dispara el choque de civilizaciones es la espinosa relación entre los Estados autocráticos y los países donde impera el respeto a los derechos humanos y la democracia.

Los primeros, Rusia, China y ciertos regímenes islámicos son sociedades patriarcales perpetuas que nunca en su historia han vivido democráticamente, continúan anquilosados en sumisión y a capricho del liderazgo político y a contra corriente del humanismo civilizatorio. La connivencia entre estos actores emerge como amenaza real para el resto del mundo.

El asalto criminal de Putin a la democrática Ucrania, invocando nacionalismo e identidad étnica, ha empujado al Occidente democrático a cerrar filas y prepararse adecuadamente para su defensa. Para los venezolanos es una afrenta la alineación sumisa  y oportunista del régimen con la barbarie.