Universidad Central de Venezuela

Opinión | noviembre 3, 2021 | 6:26 am.

Ante la visita nocturna de Nicolás Maduro a la UCV comienzo citando la justa afirmación de José Rafael Herrera: «La intervención de las universidades no se puede seguir interpretando de modo simplista y superficial, como si los rufianes que la han estrangulado, para luego aparecer como sus salvadores, no hubiesen salido de su propio seno”.

Es indescriptible el sentimiento que nos embarga cuando observamos a Maduro y su corte pisando los terrenos de nuestra universidad, aquella que concienzudamente se dispuso a destruir sin piedad. Todos sabemos las penurias financieras de la primera universidad venezolana.

Repito lo escrito hace poco tiempo:” Es cierto, Maduro. Cabello y Padrino nunca fueron miembros de conciencia de comunidades universitarias, son desconocidas para ellos, las consideran enemigas, obstáculos de sus ambiciones. Son un impedimento para establecer el totalitarismo, el control sin límites en nuestra sociedad. Sus decisiones contra las universidades no son simples estocadas o amenazas, son heridas mortales contra un futuro posible. No solo es la destrucción de la economía, el hambre, la anulación de la libertad de opinar, destruir las universidades libres es en síntesis tan dramático como la existencia de desnutrición infantil, que niega los alimentos a los infantes para formar sus huesos, músculos y cerebros, ambos constituyen el más dramático episodio del robo del futuro a los venezolanos. Hay que defender nuestras universidades libres de la destrucción porque lleva en sus entrañas la disolución del país”.

La incursión nocturna de Maduro es una cínica arremetida de un personaje sin escrúpulos que se regocija ante los crímenes que alevosamente comete. Quebrar las universidades venezolanas no es producto del azar. Fue una acción fríamente calculada, para luego intentar aparecer como salvador. La Universidad Simón Bolívar no solo fue invadida por el régimen, sino que tendrá que “funcionar” con 0,4 % de los recursos que solicitó al Ministerio de Educación. A la UCV le aprobaron 2,27 %. En esas condiciones, cualquier universidad está casi obligada a no seguir, dicen autoridades administrativas de estas casas de estudio, aunque saben que tienen que seguir adelante contra viento y marea.

El macabro juego político del régimen es jugar con la desinformación. Tratar de borrar la conciencia sobre los miles de docentes obligados a emigrar por empobrecimiento material, como lo hemos dicho antes: El salario más alto de un profesor universitario de la mayor jerarquía en este año 2021 es 11,14 dólares. En 20 años esta categoría docente ha tenido una perdida salarial de 2.444,98 dólares (Encovi).

Maduro propicia la quiebra y luego trata de revertir sus culpas a las autoridades de nuestra alma mater. Mayor inmoralidad es imposible, es jugar con la gente, intentar engañarnos vilmente como si no hubiésemos sido testigos del drama, profesores en estado de hambruna, sin instalaciones sanitarias disponibles, carentes de agua, sin recursos pedagógicos y bajo un asedio político permanente por aquellos que aspiran sustituirlas por las tristes instituciones bolivarianas con las cuales pretenden engañar a la juventud venezolana.

Atónitos asistimos a la mise en scène: un (supuesto) presidente de un país no se atreve a pisar el recinto del alma mater más importante de su sociedad, por ello realiza una obscura visita nocturna en compañía de sus secuaces a las instalaciones. Enseguida intenta culpar, a través de los medios de comunicación, a las autoridades universitarias por la degradación de la institución producto de la total sequia de recursos a que implacablemente ha sido sometida bajo su mandato.

No podemos olvidar que las universidades tienen un papel insustituible en la sociedad, como afirma José Rafael Herrera: “propiciar la discusión, el debate, la polémica, el diálogo, la confrontación de ideas. Una universidad sin diferencias, sin diversidad, no es una universidad, sino un convento o un cuartel”. Maduro: la UCV no es un cuartel, es la casa que vence la sombra y las mentiras. No trates de engañarnos.