Sin ambos (el mercado y el Estado) es como «intentar aplaudir con una sola mano”

Opinión | septiembre 3, 2021 | 6:20 am.

A Marco Tulio Bruni Celli, siempre atento a las cuestiones doctrinarias

Hay tres modalidades de organización económica de una sociedad, según el régimen de propiedad de los recursos productivos y la manera en que éstos son asignados. Esas tres modalidades son: 1-el modelo capitalista de mercado, en el que son de propiedad privada los recursos productivos y predomina la iniciativa privada en la asignación de éstos; 2-el modelo socialista marxista de planificación central, en el que son de propiedad social los recursos productivos y éstos se asignan mediante el uso del mecanismo planificador; 3-el modelo de economía mixta, en el que tanto la propiedad como la asignación de los recursos productivos son objeto de una mezcla o combinación de la iniciativa privada y el control estatal.

A través de esos esquemas de organización económica, las sociedades humanas (trátese de un país industrializado o de un país tribal aislado) enfrentan y resuelven tres problemas económicos fundamentales: qué bienes se producen y en qué cantidades; cómo se producen; para quién se producen. En el qué, se decide entre los bienes que se producen, cuánto de bienes de consumo y cuánto de bienes de capital, ¿mantequilla o máquinas?; en el cómo, la sociedad determina quién se encarga de la producción, con qué recursos y con qué técnicas; en el para quién, se determina quién recibe los beneficios de la actividad económica, cuál es la distribución del ingreso y la riqueza, cómo se reparte el producto nacional entre los integrantes de la sociedad.

La mayoría de los países tienen una economía mixta, con elementos de economías de mercado y elementos de economías centralizadas; ninguno se ubica en las categorías extremas. «Las herramientas de la economía son indispensables para ayudar a las sociedades a encontrar el justo medio entre los mecanismos de laissez-faire de mercado y las reglas democráticas. La mejor economía mixta es, por fuerza, limitada. Pero aquellos que quieren reducir el Estado a un simple policía y unos cuantos faros viven en un mundo irreal. Una sociedad eficiente y humana requiere las dos mitades del sistema mixto: el mercado y el Estado. El funcionamiento de una economía moderna sin ambos es como intentar aplaudir con una sola mano” (Paúl A. Samuelson – Premio Nobel de Economía 1970- y William D. Nordhaus/”Economía”/Décimoctava edición/2005/ pág. 40).

La socialdemocracia propugna la tesis de la economía mixta. Descartado el socialismo utópico, la socialdemocracia (que tiene como teórico principal al pensador y político judío alemán Eduard Bernstein) nace en la segunda mitad del siglo XIX, al final del período de vida de la Primera Internacional, en debate crítico frente al marxismo.

Aunque, respecto al materialismo histórico, reconoce la importancia del factor económico en la capacidad del hombre para modificar y gobernar su propio destino, la socialdemocracia niega el determinismo exclusivo del elemento económico en los fenómenos históricos, y cree que hay una interdependencia entre ese elemento económico, y otros de carácter intelectual, moral, religioso, etc, es decir, que hay una interacción entre la infraestructura y la superestructura (“después de todo, los hombres tienen cabeza”). En cuanto a la presencia del mercado y del Estado en el proceso económico, la socialdemocracia sostiene que “deberá procederse a la socialización donde ésta se justifique con criterio económico” y que “donde el Estado opere menos eficientemente que la industria privada, sería antisocialista dar preferencia al Estado sobre la empresa privada”. Tanto mercado como sea posible, y tanta regulación y participación del Estado como sea necesario.

Estos planteamientos socialdemócratas están recogidos en la “Declaración de Principios” que la Internacional de esa doctrina político-económica aprobó en su XVIII Congreso celebrado en Estocolmo, Suecia, el 20-22 de junio de 1989; allí se dice: “Una sociedad democrática debe compensar los efectos negativos incluso del más responsable de los sistemas de mercado. El Estado no puede ser tan sólo el taller de reparaciones de los daños causados por los defectos de mercado o por la aplicación incontrolada de las nuevas tecnologías. Más bien debe regular el mercado en función de los intereses sociales y tratar de que los beneficios de la tecnología alcancen a todos los trabajadores…”, y más adelante agrega: “Los mecanismos de mercado no pueden garantizar por sí mismos el cumplimiento de los objetivos sociales del crecimiento económico. Una política económica democrática tiene como legítima función promover un desarrollo que abra oportunidades de futuro a la vez que mejore la calidad de vida”.

Acción Democrática como partido socialdemócrata siempre se ha pronunciado por el sistema de economía mixta.

Así lo apunta certeramente Marco Tulio Bruni Celli en su folleto Nuestra Socialdemocracia (pág. 56), publicado en 1991, al señalar, después de referirse al Plan de Barranquilla de 1931, lo siguiente: “…Esta identificación con los principios universales de la socialdemocracia se mantendrá luego en el Manifiesto-Programa de ORVE en 1936, en la Tesis y Bases Programáticas del PDN en 1939; y en los programas, tesis y ejecutorias de Acción Democrática a partir de su fundación en 1941”; y, como lo señala Rómulo Betancourt, cuando en 1941 el PDN se legaliza con el nombre de Acción Democrática, para poder lograr esa legalización bajo el régimen del presidente Medina Angarita, hubo que responder un cuestionario inquisitorial sobre diversos temas, por lo que se impuso una definición ideológica y programática cautelosa: “…Pasamos por esas horcas caudinas. Y el programa de Acción Democrática tuvo que ser un enunciado vigoroso de principios generales, y no el concreto y sincero enfoque revolucionario de los problemas del país y de sus soluciones posibles…” (“Venezuela, política y petróleo”. Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires. Primera edición, 1956. Pág. 134).

En el año 1956 se realizó en Puerto Rico la Conferencia de Exiliados de Acción Democrática, en la que se aprobó la Ratificación de Principios Teóricos y de Orientación Programática normativos de Acción Democrática, donde se reitera la articulación y la acción conjunta de los sectores público y privado en la economía nacional, en los siguientes términos: “El desarrollo económico nacional debe ser planificado por organismos del Estado. La planificación implica la orientación y conjugación de la actividad económica privada y de la pública, dentro de programas de largo alcance, escalonados por lapsos de años, resultantes de serias investigaciones técnicas y aplicados con métodos democráticos, y no totalitarios. El Estado venezolano, por su potencialidad financiera y por las peculiaridades de la evolución económica del país, debe ser el principal impulsor y financiador de las actividades de las actividades de la producción. Pero condicionándolas y encausándolas, para que no se realicen anárquicamente y para que no culminen en la creación de una prepotente oligarquía de los negocios, desvinculada de los intereses del país y multimillonaria a costa del consumidor y del trabajador”.

En el año 1993 me tocó coordinar el trabajo de una comisión de compañeros y simpatizantes de Acción Democrática que tenía el encargo de actualizar la Tesis Política del Partido. En esa oportunidad presentamos -a la manera de la mencionada Ratificación de Principios de la Conferencia de Exiliados de 1956 y de las definiciones ideológicas de los partidos socialdemócratas europeos modernos- en un solo cuerpo las bases doctrinarias y las bases programáticas de nuestra organización; allí se dijo: “El funcionamiento del mercado es compatible con las funciones de coordinación, supervisión, planificación, promoción y producción del Estado en el campo económico y social. Actividades productoras de bienes y servicios básicos, de carácter estratégico en relación con la seguridad nacional, la seguridad económica y el bienestar social son necesarias bajo el control y la gestión del Estado, y en la realización de aquéllas deben converger los principios de la eficiencia económica y la productividad social”.

Acción Democrática, que cumple 80 años este 13 de septiembre, tiene la tarea pendiente de actualizar sus tesis en una Convención Nacional partidista.

En síntesis, una economía moderna, para ser productiva, eficiente y con justicia social, necesita, al alimón, de la participación del mercado y el Estado, porque “sin ambos es como intentar aplaudir con una sola mano”, como dijera en frase imaginativa y lapidaria el gran y laureado economista Paúl Samuelson.