Bicentenario

Opinión | junio 25, 2021 | 6:30 am.

Ayer se celebró el bicentenario de la batalla de Carabobo. Batalla que confirmó el proceso que se había iniciado el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811. Diez años de guerra encarnizada para lograr la independencia del imperio español. Tres figuras estelares: Simón Bolívar, el Libertador; José Antonio Páez, el Centauro de Los Llanos; y el negro Primero, héroe simbólico en el cumplimiento del deber.

Honor y gloria a los padres de la Patria, a los héroes de la independencia, a los que entregaron todo, vidas y haciendas, por hacer de Venezuela una República independiente. Sin embargo, tenemos que reconocer que la deuda pendiente es inmensa.

Hoy, Venezuela ni es república, ni es independiente. Celebramos este bicentenario en medio de un caos institucional. Estamos muy lejos del ideal republicano y democrático que soñaron los libertadores. No existe respeto por la Constitución, ni por el estado de derecho, ni por los derechos humanos, ni por el principio de la autonomía e independencia de las ramas del poder público. Hay presos y exilados políticos. Cosa incompatible con lo que debe ser una nación democrática.

Celebramos el bicentenario de Carabobo en medio de una catástrofe económica sin precedentes. Campeones de la hiperinflación y de la recesión. Un país con inmensos recursos, postrado económicamente por la incompetencia de sus gobernantes. Destruida nuestra principal fuente de recursos, la industria petrolera, y desaparecida cualquier otra forma de producción de riquezas y de generación de empleos.

Celebramos este bicentenario en medio de la mayor crisis social que se recuerde. La abrumadora mayoría de la población viviendo en situación de pobreza y un alto porcentaje en pobreza extrema.

Hambre, miseria, desolación. Sin agua, sin electricidad, sin dinero, sin gasolina, sin gas doméstico, sin educación, sin seguridad y sin un servicio de salud pública adecuado a nuestra realidad.

Celebramos este bicentenario con mucha fanfarria y con desfiles militares, pero con un país sumergido en una prolongada y dolorosa crisis moral. Con niveles de corrupción insolentes y sin alternativas esperanzadoras.

Honor y gloria a los padres fundadores que hace doscientos años nos dieron la independencia y renovar el compromiso de seguir luchando por los mejores intereses de Venezuela y de los venezolanos.

Venezuela tiene futuro. No dejemos que nos arrebaten la esperanza.

Seguiremos conversando.

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