En el corazón de las tinieblas

Opinión | mayo 21, 2021 | 6:21 am.

La realidad venezolana es un capitulo escalofriante. Se han perdido increíbles oportunidades de lograr un desarrollo importante. La amarga experiencia revolucionaria, patentizó, una vez más, que gobernar con odios es una garantía para el fracaso. Si le agregamos el carácter depredador de los recursos públicos, comprobaremos que estamos pisando tierra movediza.

La semana pasada se conoció que Venezuela está entre las diez naciones con mayores niveles de hambre en el planeta. Semejante estadística demuestra cómo se desvanecieron las potencialidades de una nación con enormes probabilidades. Estamos en los extractos más deficientes en diversos órdenes. Nadamos en la necesidad, una pobreza que se proyecta hasta realidades que son parte de un proceso decadente. Quién no entienda estas verdades jamás comprenderá nuestra situación. Todo esto es el resultado de un modelo primitivo que desgobierna desde hace mucho tiempo.

Analicemos qué es estar entre las naciones más pobres del planeta. Estamos hablando de países que necesitan de lo elemental. Son repúblicas que nacieron careciendo de recursos naturales y materiales para lograr el desarrollo. ¿Por qué Venezuela, con el enorme potencial que tiene, puede rodar tan bajo, equiparándose con lo peor de la estadística?

Sin duda la respuesta la conseguimos en la enorme herencia de la corrupción revolucionaria, que en más de dos décadas depredó la suerte nacional estrellándola contra la pared. El hambre venezolana es absoluta responsabilidad del régimen. Es conocida la vida esplendorosa de la cual goza la camarilla roja. Mientras tanto el pueblo hurga en la basura, cada día es un nuevo reto para sobrevivir en medio de una realidad espantosa.

El futuro que se está levantando está arraigado sobre bases muy frágiles. ¿Cómo pueden rendir en las escuelas niños mal alimentados? Esas carencias alimentarias los harán seres con órganos débiles, con problemas para tener la capacidad de adaptarse a los retos del futuro. ¿Cómo competirán en un mundo lleno de exigencias, en dónde triunfan los más aptos? Un cuadro dantesco se nos asoma en el horizonte. Un país rico con un pueblo mayoritariamente en dificultades, con una porción importante en la indigencia. Queda en nosotros la enorme tarea de cambiar una realidad que nos sujeta en el fondo del precipicio.

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