Un burro con mucho poder

Opinión | febrero 13, 2021 | 6:16 am.

Mi religión es el estudio y el trabajo como únicas herramientas de ascenso económico y social. Por tal motivo soy ferviente defensor de la meritocracia para todos, no de élites. Sin embargo en Venezuela existe otro modelo denominado el enchufe, es decir, escalar posición en la sociedad a través de la adulación al poderoso, sin existencia de ética o escrúpulos.

En este contexto aparece el burro con mucho poder, una figura nefasta que la Revolución Bolivariana no ha podido erradicar. Se le conoce por ocupar alto cargo sin suficiencia profesional para ello pero se mantiene allí debido a inmenso respaldo político. Detrás de todo burro existe siempre un burro o burra más grande que lo patrocina.

La hegemonía de los burros, seres de escasa inteligencia pero respetable astucia para enchufarse con amigotes y permanecer en el poder, representa la sepultura de la meritocracia. Frente al poder y el despotismo del burro, no hay estudio o trabajo que tenga valor, pues este animal burocrático ejerce la fuerza y no la razón. Su voluntad siempre se impone, así ello cueste grandes daños al patrimonio público.

La frecuente colocación de estas bestias en cargos directivos conduce al aparato administrativo a la mediocridad y al fracaso. No se cumplen los objetivos del servicio público para generar bienestar a la sociedad, por el contrario, los ciudadanos se convierten en víctimas de ese mal gerente que se siente guapo y apoyado.

No se discute que para gobernar hacen falta subalternos leales al jefe, pero distinto es que tal lealtad sea el único requisito para el delicado oficio de administrar la cosa pública. La gestión debe ser calificada por resultados, y si se raspa ese examen el mal conductor no debería ser reciclado en otro cargo donde lo hará igual o peor, a sabiendas de la protección de sus padrinos mágicos.

En 2002 cuando directores y técnicos de Pdvsa se alzaron contra el gobierno de Hugo Chávez, la palabra meritocracia quedó desprestigiada pues la gente que dentro de la industria petrolera eran los privilegiados meritócratas atacaron el corazón económico del país y le ocasionaron inmenso perjuicio a toda la población venezolana al paralizar el país. Para la mayoría, los meritocráticos alzados de Pdvsa pusieron su interés político grupal por encima de la República Bolivariana.

Hoy ante la debacle de los servicios públicos de agua, luz, teléfono, gasolina, gas, entre otros, se hace necesario volver a la meritocracia en su mejor sentido. O sea, colocar como directivos de esas instituciones a los técnicamente facultados para salvarlas y producir resultados exitosos en corto mediano plazo, pero sin permitir que estos gerentes se conviertan en una élite con agenda política propia y divorciados de la sociedad. Muchos de los capacitados son derechistas y no deben ser descartados, simplemente deben ser supervisados. Urgente es rescatar a tantos revolucionarios que son técnicamente brillantes pero no son tomados en cuenta porque no le adulan a dirigentes políticos y porque de vez en cuando difunden sus críticas constructivas.

Un gobierno asediado por EEUU y sus secuaces, lógicamente, debe procurar tener empleados políticamente fieles y con ese argumento se justifica que no siempre los jefes sean los más capacitados profesionalmente, en ese caso debe hacerse acompañar de asistentes, que pudiendo ser contrarios al partido político de su superior o izquierdistas críticos, se limitarán a cumplir las tareas técnicas asignadas. Hasta aquí todo es aceptable. Pero, ¿cómo tolerar tener en la estructura del Estado a burros con poder que adicionalmente son enemigos de la causa socialista venezolana y simplemente se disfrazan con camisa roja mientras hacen desastres a lo interno del ente público?

Los protectores políticos de estas nocivas criaturas permiten la corrupción, el despilfarro, la ineficacia, el nepotismo y la ineptitud administrativa cometida por sus incompetentes protegidos. Sólo un cambio de mentalidad podrá revertir esta situación calamitosa, es tiempo de que la dirigencia del Estado haga mejores designaciones para la función pública, es menester aplicar criterios meritocráticos o la crisis se comerá a la patria. Deseamos que los nuevos favorecidos en cargos sean evaluados cada seis meses en cuanto al rendimiento de su gestión, de lo contrario Venezuela no podrá resurgir de la crisis en que hoy se nota preocupantemente sumergida.

El burro con mucho poder ya no oculta su fortuna mal habida. Se le ve en el este de Caracas con camionetas japonesas del año que valen 60 mil dólares y que son curiosamente inmunes al bloqueo estadounidense. Habita en mansiones lujosas dentro de residencias exclusivas. Este burro cincuentón o sesentón es visto con chicas de veinte años que poseen medidas perfectas con rostro y cuerpo de modelo, de esas que aparecen en televisión. No sabe hablar bien pero si sabe contar pacas de dólares porque ejercita constantemente.

Este espécimen de la selva ya no oculta su fortuna de dudosa procedencia. Se exhibe con relojes Rolex, zapatos Gucci, corbata Luis Vuitton. A veces porta guayabera roja de fino lino cortado que vale $800. Y no es un sólo burro, son centenas de ellos. Él es el mal ejemplo para el pueblo, un sujeto que todavía balbucea con hipocresía la palabra revolución mientras millones de compatriotas pasan dificultades sin ayuda. Este burro hace gala de un estilo de vida es la total negación del evangelio rojo que predica. Chavistas de a pie, es hora ya de organizar una izquierda antiburrista.

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