De nuevo, unirnos, o hundirnos

Opinión | febrero 1, 2021 | 6:26 am.

Estas líneas las escribí en 2014. Las releo y me doy cuenta de que aún tenemos que resolver casi todo. Se pudiera considerar milagroso que permanezcamos de pie y en resistencia. Comencemos aceptando que el gobierno no ha encontrado vías para su legitimación, asistieron a Fedecámaras en lugar de ordenar policialmente su presencia en Miraflores. Además, Jorge Rodríguez en una dudosa solicita actitud de búsqueda de dialogo ofrece apertura mientras apresan a los miembros de Azul Positivo y la insólita Iris Valera amenaza con una bestial arremetida contra la propiedad, muy propio de ella.

La posibilidad que tuvo el gobierno, hasta ahora, de reorientar las preferencias electorales con medidas inmediatistas, populistas, ganadoras al corto plazo, pero destructivas al mediano y largo plazo, se han agotado. Cada vez será más difícil derrotar el rechazo que la población siente frente al Himalaya de problemas que estamos sufriendo los venezolanos. Reeditar un Dakazo, una nueva y lacrimosa versión de la estafa inmobiliaria, revivir las agotadas misiones o abastecer a Mercal con los alimentos que faltan en nuestras mesas.

Cuando sopesamos la necesidad, el volumen y complejidad de respuestas, salidas o soluciones que hay que construir para superar el abismo crítico en que estamos hundidos y calibramos la magnitud de la responsabilidad que conlleva, no queda sino abandonar las peleítas, los autogoles y pensar en serio. La lista es infinita, las demandas de la población son cada vez más apremiantes y difíciles de resolver.

Lo primero es definir por dónde empezar ¿Será acaso por la política? Lanzarnos de cabeza al rescate de la autonomía perdida de nuestras instituciones, convertir el surgimiento de un CNE distinto, fruto de la confrontación directa con la asamblea madurista que trama una nueva estafa política y asumir una pugna para retornar la confianza en el poder del voto y en la imparcialidad del poder legislativo. Forzar una transformación del poder judicial, para que las personas más capaces, éticas y responsables sean los nuevos jueces que requiere Venezuela. Acertar en quién y cómo se dirigirá ese proceso de reinstalación de la justicia con la máxima probidad, pero además abriendo espacios para los que están hoy en esas posiciones tengan la posibilidad de recuperar su moralidad ciudadana y responsabilidad de servidores públicos.

¿O será por la economía? Enfrentar o anular la alternativa que considera el régimen de emular el modelo chino de crecimiento económico y negación de la libertad individual y colectiva, todo de forma simultánea, una tentadora y peligrosa alternativa. Seria tanto como mantener en prisión a los enemigos del régimen, torturarlos y hasta asesinarlos, llevar a las ultimas el cierre de medios de comunicación, mientras se retorna la autoridad monetaria al Banco Central, diluyendo su triste papel de financista del ejecutivo. Se restauran los equilibrios económicos, disciplina, control y se amaga con el intento de recuperar la eticidad de las instituciones responsables del resguardo de los recursos públicos, después de 15 años de despilfarro y corrupción sin frenos.

Se detiene la guerra contra los empresarios, una de las causas de la inflación que amenaza batir todos los récords mundiales. Y se puja por renovar la confianza en nuestra economía, tratando de que el país olvide las consecuencias de las políticas del chavismo-madurismo, enemigo terco de los que producen y se intenta avanzar hacia otro modelo con incentivos para crecer y propender al bienestar público, fácil de decir pero dificilísimo de hacer.

¿Qué haremos con la crisis educativa, que ha convertido a nuestras universidades nacionales en el parasistema del sistema oficial ideologizado? ¿Cómo abordar a la masa de estudiantes y docentes de los centros de estudios gubernamentales, jóvenes y profesores venezolanos que requieren una salida, soluciones para cerrar las brechas que ha creado una educación politizada, de baja calidad y revertir el ataque brutal a las universidades nacionales?

¿Qué respuestas tenemos frente al complejo tema de la salud? Se pueden unir los dos sistemas que aún quedan el público y el privado. ¿Cómo recuperar hospitales y ambulatorios? Y la parte más delicada, ¿cómo regenerar la confianza de nuestro personal de salud y recibirlos de vuelta en sus funciones, responder a sus reclamos de condiciones de trabajo, remuneración y respeto a los hospitales y a los espacios de atención a la salud, requisito imprescindible para garantizar la salud de nuestra gente?

¿Cómo retomar un camino ético y eficiente técnicamente para disponer de soluciones al urgente problema de vivienda de los venezolanos, sin mentiras ni falsas cifras? ¿Cómo se deben repartir las responsabilidades entre el Estado, los constructores y la gente? ¿Cómo recuperar el sentido de propiedad de la vivienda familiar y con ello la posibilidad de mejora creciente de nuestros barrios populares alejándolo de la visión de campos de batalla con viviendas de mala calidad y sin perspectivas de futuro?

¿Qué haremos con todo ese manojo de empresas cuya propiedad ha sido robada por el gobierno a sus legítimos propietarios y condenadas a la ruina y a la destrucción del empleo de sus trabajadores? ¿En qué condiciones se haría la devolución? ¿Qué medidas, leyes e instituciones tendrían que movilizarse para recuperar esas unidades económicas vitales para el crecimiento del país?

¿Habrá que cambiar el modelo de propiedad pública en Guayana o activar nuevas empresas que garanticen la existencia de más de 50.000 trabajadores y sus familias que conviven en el sur de Venezuela?

Y la seguridad de la vida y del patrimonio de los venezolanos, ¿cómo haremos para que los ciudadanos no sigan huyendo del país por temor a perder su vida y sus bienes? ¿Qué solución a los agraviados? ¿Qué tareas urgentes con nuestros policías, con su formación, valores y principios y desde dónde hacerlo?

No se trata de un nuevo listado de políticas públicas, el problema es más profundo, se trata de un nuevo Contrato Social entre el estado y los ciudadanos, cuánto poder delegan los ciudadanos en sus instituciones y cuál es su misión, cuáles las nuevas reglas de juego sobre los cuales edificar las responsabilidades, la confianza, el respeto, la prosperidad y la libertad de los venezolanos.

Esos son los temas de fondo, que las argucias politiqueras del gobierno no pueden enfrentar con salvavidas de última hora. De nuestra parte no queda más que reconocer que lo primero es salvar las diferencias entre nosotros mismos, porque es cierto que o nos unimos o nos hundimos, todos.