Aún no aprendemos las lecciones del 23 de enero

Opinión | enero 23, 2021 | 6:20 am.

El 23 de enero de 1958 las FF.AA. dejaron de apoyar a dictador Marcos Pérez Jiménez, con quien pactaron su escape pacífico. Aunque se escribió un relato épico de un alzamiento cívico-militar, en los hechos de ese día lo cívico brilló por su ausencia. El pueblo no estuvo en el escenario, sino en el auditorio. No fue actor, fue espectador. No jugó prácticamente ningún rol relevante, sólo se le agradeció el fomento previo de cierto clima de agitación y se le invitó a celebrar cuando el trabajo ya estaba hecho.

Lo hicimos todo. “caceroleamos”, hicimos huelga indefinida, nos manifestamos una y mil veces. Nos movilizamos, nos organizamos. Marchamos, marchamos, marchamos. Se vieron las más grandes concentraciones que se hayan visto, no solo en Venezuela, sino en el mundo. También sufrimos la más aguda y brutal represión. Fuimos a Miraflores. Dejamos la sangre de nuestros hijos en el asfalto y cuando los militares desalojaron al dictador, no se supo qué hacer. No se consolidó la victoria por no considerar la dimensión militar en el proceso y creer que sólo se tenía que actuar desde la política partidista.

Volvimos al escenario electoral y nos engañaron. Nos engañó el régimen haciéndonos creer que jugaba limpio. Nuestros dirigentes, que pecaron de ingenuos por segunda vez, también nos engañaron. Nos hicieron creer que perdíamos elección tras elección y nos enviaban a manifestarnos con contundencia, pero hasta las dos de la tarde. Nos ilusionamos durante años con el revocatorio y nos dejamos despachar con falsos formalismos. Cuando en un descuido el chavismo se dejó arrebatar electoralmente la Asamblea Nacional, nos dejamos mediatizar con dilaciones y trucos por las autoridades electorales y por decisiones una Corte Suprema conformada por jueces complacientes nombrados a la carrera.

Tanta incapacidad de la dirigencia de oposición desde hace tiempo resulta sospechosa. El liderazgo viene dando suficientes señálales como para hacer creer que ha entrado en complicidad con el chavismo. Un ejemplo contundente y concluyente fue el desaprovechamiento del apoyo ofrecido por Trump, quien les hizo entender que estaba dispuesto a llegar tan lejos como el liderazgo opositor quisiera. Está claro que no se quiso ir muy lejos… No ha servido de mucho luego el haberle echado la culpa al presidente norteamericano por no haber concretado una ayuda que nunca se pidió.

Asombrosamente, toda esta torpeza o complicidad ha permitido el fortalecimiento de Maduro, quien luce más asentado que nunca en el poder desde que tomó el relevo de Chávez. A juzgar por su comportamiento errático, la oposición no termina de comprender los elementos esenciales de la nueva realidad:

• No se ha logrado el indispensable acompañamiento de los militares en el esfuerzo de restaurar la democracia y ha mostrado su absoluta incapacidad para obtenerlo.

• Maduro no está en la tesitura de abandonar el poder y está claro que no se le puede derrotar electoralmente o por cualquier otra vía política.

• Después de dos años de fracasos aparatosos, se van perdiendo los apoyos internacionales y la paciencia de la cincuentena de gobiernos que reconocieron a Guaidó.

• Se ha instalado el desánimo y la desmovilización en la población. Quien no ha podido emigrar, se apresta a seguir el ejemplo de los que han aceptado someterse y convivir bajo el régimen.

• Aunque el chavismo es incompatible con la democracia, las libertades y la prosperidad general, ha tenido éxito conformando una clase política conformista y dispuesta a cohabitar sin pretender el poder.

Se ha cerrado igualmente la coyuntura en favor del logro del “cese de la usurpación”. Los vientos de cambio que soplan en Washington favorecen un reacercamiento incondicional con Cuba, que conjuntamente con la intención del gobierno socialista-comunista (PSOE-UP) de España de desconocer a Guaidó, crearán el ambiente propicio para un levantamiento gradual de las sanciones por parte de los EE.UU. y Europa.

Se dice que los fracasos dejan lecciones valiosas, pero quizás la oposición no considera que ha fracasado y se arrellana bien en su nuevo rol.

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