Collage cuadragésimo cuarto sobre Rómulo Betancourt

Opinión | diciembre 23, 2020 | 6:24 am.

(Gobierno Constitucional –VI-)

El atentado. En el Collage anterior (el Cuadragésimo Tercero), mencioné la exposición que el 21 de enero de 1960 el Presidente Rómulo Betancourt dirigió al país, por la red de radio y televisión, en la que hizo referencia a “la activa interferencia de la dictadura dominicana en la vida interna de nuestro país” y que “será la Organización de Estados Americanos a la que, por expreso pedido del Gobierno venezolano, corresponderá actuar para que cese” dicha interferencia. Y agregó: “En caso de admitirse por la OEA su incapacidad para una acción conjunta interamericana, le quedará a Venezuela el derecho soberano a hacer respetar, por los medios enérgicos que conceptúe su Gobierno necesarios, el legítimo derecho que tenemos a vivir con nuestro propio estilo democrático de vida, a cubierto de que desde el extranjero, en connivencia con venezolanos renegados de la nacionalidad, armen dictadores la mano de quienes lanzan bombas, intentan asesinar a los personeros del Poder Público y pretenden derrocar el Gobierno Constitucional” (1).

El historiador Ramón J. Velásquez anota: “Cuando el Presidente Betancourt en su discurso del 21 de enero, denunció la intromisión de Rafael Leonidas Trujillo en los asuntos de la política interna de Venezuela… no pudo pensar que a escasos cuatro meses iba a ser la víctima elegida” (2).

En efecto, el 24 de junio de 1960 en la Avenida Los Próceres, a las 9 y 20 minutos de la mañana, ocurrió el intento de asesinato del presidente Betancourt cuando, acompañado del Ministro de la Defensa, General Josué López Henríquez, su esposa y del Jefe de la Casa Militar, Coronel Ramón Armas Pérez, se dirigía a presenciar el desfile militar en conmemoración de la batalla de Carabobo y del Día del Ejército.

Al entrar el automóvil presidencial en la Avenida de Los Próceres, estalló en un carro estacionado en la vía una potente bomba, accionada a control remoto desde un transmisor de microondas, cuya onda expansiva alcanzó al coche presidencial, desplazándolo a varios metros, al borde de una isla divisoria. Murió instantáneamente el Jefe de la Casa Militar, y quedaron heridos el Presidente, el Ministro de la Defensa, su esposa y el chofer del automóvil.

El Presidente pudo salir, por sus propios medios, desde los escombros del vehículo en llamas, y auxiliar al Ministro de la Defensa y su esposa. El historiador Edgardo Mondolfi Gudat, en su documentado libro “El Día del Atentado, el frustrado magnicidio contra Rómulo Betancourt”, comenta:

“Se trató sin duda del atentado más técnico en su elaboración, perpetrado a control remoto mediante un dispositivo casi desconocido para su época, provisto de apoyos que revelaron el papel instigador jugado por Trujillo, tramado y ensayado en la propia República Dominicana y, que de paso, estuvo a milímetros de cobrar la vida de Betancourt” (3).

Con la urgencia del caso, el Presidente Betancourt fue trasladado al Hospital Clínico Universitario, adonde concurrieron los líderes de los partidos de la coalición gubernamental, los ex-presidentes Rómulo Gallegos y Eleazar López Contreras y representantes de diversos sectores de la vida nacional.

El boletín médico (firmado, entre otros afamados profesionales, por Joel Valencia Parparcén, Carlos Gil Yépez y Víctor Brito) expresa textualmente: “El señor Presidente de la República se encuentra hospitalizado bajo cuidados médicos por haber sufrido en la mañana de hoy quemaduras de primer grado en manos y cabeza. Sus lesiones no son de gravedad. Su estado general es satisfactorio”.

Betancourt, al verse en un espejo, apeló al humor negro: “Soy un Quasimodo dinamitado”. Después de las curas de rigor, el Presidente quería e insistía en ser trasladado a Miraflores, pero los médicos, con el apoyo de altos funcionarios gubernamentales presentes, se oponían. Aceptó quedarse unas horas más, con la exigencia de que los periodistas lo vieran y tener una breve entrevista con ellos, y así se hizo.

A las 11,45 pm del mismo 24 de junio, ya estaba en Miraflores. Durante el día, el Gabinete, reunido en Miraflores, tomó decisiones en defensa de las instituciones, y de su seno destacó una comisión para someterlas a la consideración del Presidente en el Hospital Clínico Universitario. El historiador Edgardo Mondolfi Gudat nos informa, en su obra, ya citada, sobre el atentado (páginas 33-34): “…Resulta preciso tomar en cuenta que la velocidad de respuesta por parte del gobierno y, objetivamente hablando, la capacidad que mostró para dominar la situación, debió dejar sin efecto cualquier plan ulterior tramado por los complotados. Tan contundente fue el manejo que llegó a dársele a la crisis que de inmediato se suspendieron parcialmente las garantías constitucionales, no se dejó piedra sin voltear en los cuarteles en busca de posibles conexiones con el atentado, y se tomaron medidas preventivas de tipo militar como esta, llamada a reforzar el Palacio de Miraflores mientras el Presidente permanecía recluido en el Hospital Universitario: ‘Para proteger el Palacio dispusimos una oruga (militar) en Puente Llaguno con dos ametralladoras mirando hacia La Pastora y dos más bajando. Eran momentos de incertidumbre y no se tenía mayor información del atentado y de quiénes eran sus autores’ “, según cita de Oscar Zamora Conde.

Al día siguiente, 25 de junio, el Presidente dirigió una alocución al país, he aquí algunos fragmentos: “Estoy hablándoles desde mi cama de enfermo… Quiero decirle al pueblo de Venezuela que debe tener confianza en la estabilidad del Gobierno y en la decisión del Presidente que él eligió para cumplir su mandato, como he venido diciendo y hoy reitero, hasta el 19 de abril de 1964… No me cabe la menor duda de que en el atentado de ayer tiene metida su mano ensangrentada la dictadura dominicana. Existe una conjunción de esfuerzos entre los desplazados el 23 de enero y esa satrapía para impedir que Venezuela marche hacia el logro de su destino final; pero esa dictadura vive su hora preagónica. Son los postreros coletazos de un animal prehistórico, incompatible con el siglo XX. A través de la Organización de Estados Americanos se está extendiendo un cerco de asfixia en torno de ese régimen absurdo, régimen que no se ha conformado con perseguir, humillar y despotizar a los nativos del país, sino que ha venido practicando impunemente el crimen extra fronteras… Le digo al pueblo de Venezuela que esta coyuntura y esta oportunidad deben servir para que hagamos un examen de conciencia. Los enemigos del avance democrático y del desarrollo económico de la Nación no han sido definitivamente vencidos, sino derrotados. Disponen de medios y de recursos suficientes como para contratar aventureros internacionales que vengan a Venezuela a preparar un crimen perfecto. Y es absurdo que las fuerzas democráticas vuelvan a la discordia y al entre devorarse, cuando el enemigo acecha. Si algún esfuerzo y si algún sacrificio he hecho por una mejor vida para mis compatriotas, en nombre de ese esfuerzo y de ese sacrificio les pido que hagamos en este momento un examen de conciencia, que volvamos al espíritu unitario del 23 de enero, que cesen las luchas acerbas y que busquemos fórmulas de entendimiento para trabajar todos unidos por la patria de todos…Ocho horas después del atentado, con las manos vendadas, me vine a Miraflores, porque el puesto del timonel es el timón. Es desde Miraflores de donde les estoy hablando y donde a pesar de mis transitorios quebrantos de salud sigo en contacto directo con todos los sectores del Gobierno, tanto en la ciudad de Caracas como en el resto del país… El gobierno está adelantando investigaciones, que llevará hasta el fin, para tratar de sacar, de una vez por todas, las raíces de la recurrencia dictatorial” (4).

El Gobierno de Venezuela denunció ante la Organización de Estados Americanos (OEA) al Gobierno de la República Dominicana por su responsabilidad en el atentado. Tal como dice Ramón J. Velásquez, “las investigaciones iniciales probaron la activa y directa participación del Gobierno de Santo Domingo en la preparación y ejecución del atentado, pues fue el propio Rafael Leonidas Trujillo quien intervino en la organización del grupo ejecutor del plan; en un fuerte militar de la isla se hicieron ensayos del atentado y desde un aeropuerto militar de aquella República fueron enviados a Venezuela los elementos del crimen” (5).

Además de la denuncia, se solicitó la convocatoria de de una Reunión extraordinaria de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores para dar cumplimiento al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca o Pacto de Río de Janeiro, lo que fue aprobado por unanimidad por el Consejo General de la OEA y, adicionalmente, se decidió el envío de una Comisión Investigadora para examinar in loco las pruebas presentadas por Venezuela. Como resultado de la tarea de esta Comisión se acordó celebrar en San José de Costa Rica la VI Reunión de Consulta de Cancilleres, y ésta decidió sancionar al Gobierno dominicano con el retiro de todas las representaciones diplomáticas y consulares de los países integrantes e la OEA. Posteriormente, el Consejo General de la OEA ordenó que ningún país de la comunidad regional comerciara petróleo u otro producto con el régimen del dictador dominicano.

Venezuela había alcanzado un éxito diplomático. Y en el país, los autores materiales del atentado fueron apresados, procesados y sentenciados por los tribunales competentes.

En el próximo Collage, seguiremos con los sucesos del año 1960.

Notas

1-Rómulo Betancourt. Exposición al país. Antología Política 1959-1964. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas, 2007. Volumen Séptimo. Pág. 140.

2- Ramón J. Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Último Medio Siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág. 206.

3-Edgardo Mondolfi Gudat. “El Día del Atentado, el frustrado magnicidio contra Rómulo Betancourt”. Editorial Alfa, 2013. Pág. 28.

4-Rómulo Betancourt. El Atentado presidencial. Mensaje dirigido al país el 25 de junio de 1960. Antología Política 1959-1964. Obra citada. Pág. 208-209.

5-Ramón J. Velásquez. Obra citada. Pág. 207.