«Ya me daba por muerto»: La aterradora experiencia de un vigilante retenido por delincuentes en Barlovento

Nacionales | septiembre 1, 2020 | 7:59 am | .

Eran pasadas las 10 de la noche del martes 18 de agosto cuando en medio de la oscuridad generada por la falta de luz eléctrica, el vigilante del Conjunto Residencial Las Terrazas II en Tacarigua, Barlovento, estado Miranda, Ramón Jiménez**; escuchó, con léxico delincuencial, la frase “no le vamos a hacer nada, pure. Venimos por un beta que nos avisaron”, mientras, tembloroso, veía el cañón de la escopeta que apuntaba a su rostro.

De 66 años, Jiménez, quien reside cerca de la urbanización vacacional que ha sido reiteradas veces ultrajada por ladrones, cuenta que estaba descansando y haciendo su guardia en una de las casas de ese conjunto cuando de un momento a otro sintió la luz cegadora de una linterna. Eran, según pudo ver, al menos cinco hombres, todos con la cara tapada: iban a robar otra vez.

“Estaba descansando, cuando me pegaron una linterna en la cara. Volteé y alcancé a ver como a cinco muchachos. No sé si eran cinco, pudieron haber sido más, pero yo calculé a esos cinco. Uno me apuntó con una escopeta y me pidió que saliera. Entonces bajé e inmediatamente me dijeron que bajara la cara para que no los viera, pero pude alcanzar a ver que uno tenía una escopeta calibre 1s2 y otro como un revólver. No era una pistola tipo 9mm, sino parecido a un .38”, dijo a El Universal.

Sin mediar, Jiménez fue amarrado de la misma silla donde estaba sentado y lo dejaron ahí. Un delincuente velaba sus movimientos y vigilaba cualquier accionar del adulto que ya en ese momento imploraba a Dios por otra oportunidad.

“Estuve un rato ahí. Vi que el hombre daba vueltas, le sentía los pasos, pero todo eso estaba oscuro. Ellos tenían el rostro tapado y usaban gorras. Todos eran jóvenes, como de 25 años hacia abajo, no eran maduros, eran unos adolescentes, casi”, recuerda.

Pasó una hora y no escuchó más nada salvo la llovizna que caía y uno que otro animal nocturno común de esa zona barloventeña que en otrora fue un lugar de esparcimiento como ningún otro. Decidió, a la buena de Dios, salir, pues se acordó de que justo en Las Terrazas II reside un hombre, el señor Guillermo**, de su misma edad, con su hijo. Estaba dispuesto a ver cómo estaban.

Caminó, como pudo, pues todavía estaba amarrado a la silla, hacia la casa del propietario y cuando casi arriba, de pronto, desde una de las casas salió el antisocial armado con la escopeta. Jiménez tragó grueso: “Yo me quedé esperando el tiro. Ya me daba por muerto”.

Pero no sucedió. El delincuente le gritó: “Bueno, ¿yo no te dije que no te movieras? Camina pa’ esa vaina. Dale pa’ allá, donde está el otro viejo”; y lo llevaron justamente a la casa del señor Guillermo.

“Cuando llegué, estaban las puertas abiertas. Alcancé a ver con la luz de la luna que en la cama estaba el niño acostado y en el piso estaba el señor Guillermo desnudo y boca abajo”.

Otro robo

Este no es el primer robo, pero sí es uno de los primeros casos en donde la vida de personas estando dentro de Las Terrazas II se ve amenazada por la delincuencia desatada en el estado gobernado por el chavista Héctor Rodríguez.

Emigdio Terán, propietario de uno de los Town House del conjunto, recordó con amargura las tres incursiones a su casa. “En la primera ocasión se llevaron un freezer, un taladro, una caja de herramientas, mangueras, una olla sancochera, candados, horno microondas. En la segunda incursión se llevaron un aire acondicionado de ventana, tres ventiladores, una licuadora, dos bombonas de gas, dos cámaras DVR, ropa, comida, un filtro de agua y el botellón y en la tercera incursión, un aire de 12 mil BTU”.

Incluso denunció ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas. Dijo que cuando el segundo robo, una comisión de la policía científica dio un recorrido, entrevistó a un vigilante, pero más nada; por lo que alimenta su presunción de que, en efecto, hay complicidad interna.

“En alguna ocasión de los vigilantes y otra de alguien que pernocta ahí. Tienen mucha precisión, el tiempo se lo toman a los vigilantes, cuando están, a qué hora están, dónde están, tiene que ser alguien que les da los datos”, apuntó para El Universal.

Haga clic aquí para leer el artículo completo en El Universal.