“La dictablanda” y los vicios heredados de López Contreras

Opinión | julio 16, 2020 | 6:16 am.

Al morir Gómez en 1935 tras 27 años de dictadura, el general gomecista Eleazar López Contreras heredó el poder. Era Ministro de Ministro de Guerra y Marina.

Mucho mérito tiene López Contreras al entender (era bachiller en Filosofía y Letras en un país de analfabetas) la urgente necesidad de una transición política que superara la represión brutal y sanguinaria del régimen anterior, que sepultó a Venezuela en la mayor barbarie y atraso del continente. López ejerció una “dictablanda” como la llamó Sanín, al erradicar los métodos más violentos de la represión gomecista (asesinatos, torturas, trabajos forzados, encarcelamientos arbitrarios, etc.) pero no la represión, amparada en “leyes y jueces gomecistas”.

Por ello encarceló y desterró a opositores políticos, impidió la organización y actividad de partidos políticos y sindicatos (aunque López organizó un aparato electoral con funcionarios y recursos públicos), prohibió y reprimió huelgas.

Y confinó a opositores en campos de concentración de presos políticos, como “Jobito” (“La Siberia del Trópico”), que López Contreras creó y bautizó como “Puerto Cedeño” inaugurado en 1937 y clausurado a fines de 1939, situado “…en la población apureña de Puerto Páez, en la confluencia del Meta y el Orinoco. Allí estuvieron cerca de 200 sancionados políticos y la cuota de Caracas incluye a César Rengifo, Francisco J. Avila, Pompeyo Márquez (de 16 años),… y otros intelectuales y combatientes populares…” (“Tres Décadas Caraqueñas 1935-1966”, de Manuel Alfredo Rodríguez, “Monte Ávila Editores”, Caracas, 1975).

A César Rengifo lo apresaron y confinaron “…Por su participación en la ejecución de unas pancartas utilizadas en una manifestación obrera…”, página 60, de “César Rengifo, A Viva Voz”, de Jesús Mújica (“Fundarte”, Caracas, 1991).

En 1936 López Contreras maniobró y ordenó al Congreso designado por Gómez reformar la Constitución y dictar la ley que confiscó los bienes de la millonaria herencia del difunto dictador. Así “…la inmensa desgracia nacional de la muerte del Benemérito General Juan Vicente Gómez”, como dijo López Contreras en declaración oficial que decretó “Duelo Nacional”, se convirtió poco después en repudio público de Gómez por sus antiguos partidarios, entre éstos, los senadores y diputados al Congreso, quienes, por miedo a la furia popular, reconocieron que Gómez era un tirano y un ladrón y confiscaron la cuantiosa fortuna que amasó desde el poder.

Con esto y la liberación de los presos políticos y el regreso de los exiliados, López Contreras inició la lenta transición en Venezuela de la arbitrariedad al respeto por las leyes.

Pero López Contreras no abandonó algunas vicios como los de utilizar el tesoro nacional con fines particulares. Usó dineros públicos para financiar sus “Agrupaciones Cívicas Bolivarianas”, aparato electoral que fundó desde el poder. Y “regaló” el Hipódromo del Paraíso a un particular.

En la obra “Actas del Consejo de Ministros” (Tomo II, 21 de julio de 1936 al 29 de julio de 1938), publicada por “Ediciones de la Presidencia de la República” (Caracas, 1996), páginas 47 al 50, se lee con asombro: “…Consejo de Ministros . Día 2 de octubre de 1936… El Ministro de Agricultura (Dr. Alfonso Mejía, hombre de la total confianza de López Contreras, ya que después fue su Ministro del Interior, Secretario de la Presidencia y otra vez Ministro de Agricultura y Cría)… 4° Proyecto de contrato por el cual el Ejecutivo Federal cede gratuitamente a Rafael Rugero el Hipódromo Nacional con todas sus dependencias i anexidades con el objeto de fomentar i estimular el mejoramiento de las razas equinas del país, por medio del deporte de carreras de caballos. Aprobado…”.

Un año después de la extraña donación del Hipódromo Nacional (“Hipódromo del Paraíso”) (que nunca fue investigada), el Gobierno de López, el 1° de octubre de 1937, otorgó un contrato propuesto por otro Ministro de Agricultura y Cría: “…El Ministro De Agricultura I Cría. 1° Habló sobre contrato para las carreras del Hipódromo Nacional. Aprobado…” (Obra citada, páginas 168 a 170).

(Continuará…)