Venezuela no existe

Opinión | mayo 8, 2020 | 6:24 am.

Todas las naciones atraviesan graves crisis económicas, políticas y sociales al menos una vez. No hay ninguna exenta a estos tropiezos, pero se aferran a soluciones naturales apegadas a su ley, potencialidades e historia. Lo que ocurre en Venezuela desde hace más de 20 años es un proceso totalmente innatural, de desvenezolanización, tanto que, de ser una ciudadanía turísticamente anhelada por los demás países, pasamos ser “los que nadie quiere” por el inminente riesgo de inmigración que nos hoy identifica, el segundo mayor del mundo a punto de superar al sirio, además, estamos “representados” por un régimen acusado de presuntos vínculos narcotraficantes, de apoyo al terrorismo, exportador de delincuencia, entre otras indecibles acusaciones.

La Venezuela cuya rivalidad superior era el Caracas-Magallanes, el país que esperaba frenéticamente los lunes de Radio Rochela, las novelas estelares y de educación de prestigio mundial, la han convertido en un territorio como Petare y la Cota Mil caraqueñas, controlado discrecionalmente por delincuencia organizada en todos los niveles. Hoy somos un país con vestigios de libertad, cada vez más restringida, un país puntero en casos de corrupción obscena que involucra ciento de miles de millones de dólares/euros, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Una Venezuela que, con el pasar de los días, le es más difícil sonreír, a pesar que nuestro sentido del humor era único, se creía inagotable. Una nación que antes debía lidiar con la difícil decisión de escoger entre las numerosas y exquisitas marcas de productos alimenticios hechos en el país, hoy debe comer (sí puede) lo que encuentra, cuando lo encuentra.

Esta no es Venezuela. Un país al que los turistas terminaban escogiendo como residencia permanente. Donde las inversiones pululaban a la par de los empleos, que daba floreciente nido a cualquier semilla en cualquier época del año. Hoy toda su grandeza productiva y comercial ha sido aniquilada por la furia que genera la envidia y el resentimiento, combustible de un proyecto 100% ajeno a nosotros… por eso se impone a sangre, dolor y lágrimas.

Desde 1958 a 1998 nuestro país fue una república democrática civil, con grandes defectos cierto, pero perfectible, con convenios internacionales que velaban por las libertades. Hoy la han convertido en una nación más del conglomerado tiránico que plaga el planeta interconectadamente, sembrador de desigualdades, pobrezas, donde el pueblo debe callar y obedecer sin chistar.

Esto que habitamos no puede ser Venezuela ¡No puede ser! Hasta nos cambiaron nuestro escudo, nuestra bandera y, lo peor de todo, no solo cambiaron el rostro histórico de Bolívar sino su raza, sustituyéndolo por una imagen que nadie nunca aproximó ni remotamente. Que además contradice al propio libertador cuando en 1825 al observar el retrato del pintor peruano José Gil de Castro él mismo la calificó como la pintura más fidedigna a su imagen y semejanza. De allí la referencia “El Retrato Perfecto”.

Esto no puede ser Venezuela. Una nación enemistada entre sí, donde la política pasó ser una herramienta de autodestrucción, donde el carnet partidista sustituyó la cédula de identidad, donde las sedes del Psuv no sufren ninguna carencia mientras nuestros hospitales y escuelas padecen de todo. Hoy el agua, la electricidad, el gas son un accidente, la ausencia de estos servicios es la regla. Pero qué podemos advertir sí siendo un país petrolero la gasolina desapareció, el proyecto que nos imponen a la fuerza acabó con Pdvsa y todas las empresas públicas que antes eran iconos de la nación, ejemplos de eficiencia mundial.

Asígnele el nombre que usted prefiera. Pero esta nación de desgracias, de sufrimiento, de bochorno, no es Venezuela. Es cualquier otra… pero no Venezuela.

@leandrotango