La cuarentena no es panacea

Opinión | mayo 17, 2020 | 6:22 am.

La humanidad, desde finales del pasado año vive en alerta en virtud de la pandemia que escaló a todo el globo y que amenaza la vida de todos.

Al principio las autoridades de los países tuvieron respuestas variadas, todas en función de la protección a la población. Unas se centraron en mantener un análisis situacional del impacto del virus, reaccionando con sus instancias de salud para atender a los enfermos.

Otros tomaron medidas más severas, como alertar a la población con programas informativos, haciendo seguimiento a los casos que se detectaban hasta lograr su sanación; tales acciones se estimaron suficientes en virtud de la posibilidad que ofrecía la enfermedad de ser superada, en la mayoría de los casos, por tratamientos dados en casa. Los restantes casos podían ser atendidos con los sistemas de salud con que contaban.

El problema agravó en dos vías. Por una parte la velocidad de propagación hizo que rápidamente grandes números de la población se enfermara, lo que ameritaba tratamientos con medicamentos cuyos niveles de existencia eran normales, para la normalidad, más para lo emergente resultaron prontamente insuficientes, todo ello en virtud de la velocidad con que se incrementó la tendencia de los contagios, por una parte y por la otra la letalidad tomó cifras preocupantes, más allá de lo que estimaron inicialmente. Esto hizo que se apelara a la cuarentena o distanciamiento social.

Las sociedades estiman índices de mortalidad, los cuales se inscriben en lo normal, y es posible que entre ellos se pretendiera incluir los resultantes del Covic-19, en especial los ancianos, grupo etario señalado como de los de mayor incidencia. Así, estando la esperanza de vida entre los 70 a 80 años, los fallecidos por Covid-19, cuya edad estuviera entre los guarismos de mortalidad, entonces lo harían por esa dolencia y no por otra, por lo cual estaban socialmente prevista su muerte, así las cifras podían encubrir el siniestro.

Otros países apelaron desde un inicio a la cuarentena o distanciamiento social. Ello genera como consecuencia obvia que la propagación sea moderada, y siempre la habrá por cuanto es difícil que una sociedad permanezca eternamente aislada del mundo, en algún momento abrirá puertas y ocurrirá su contagio por lo agresivo que resultan sus posibilidades de propagación, lo que está perfectamente demostrado con lo ocurrido en otras sociedades.

Si el Covid-19 es como sus predecesores, a medida de que la persona se infecte, su sanación le generará anticuerpos que evitarán nuevos contagios. Así, al dejar que la enfermedad avance y los enfermos sanen, habrá mayor cantidad de población inmune, lo que provocará menor cantidad de agentes transmisores y menores posibilidades de contagio para quienes por cualquier circunstancia no enfermaron. Es de aclarar que aún nada se ha dicho que el Convid-19 pueda reincidir, lo cual contrariaría lo dicho. Se apuesta a que su comportamiento sea como los de sus antecesores.

Para quienes apelaron a la cuarentena o distanciamiento social desde un principio las cosas pueden verse favorables, tanto en cuanto pueden ir sobre la enfermedad con mucho sentido de la oportunidad, por cuanto el número de casos que tengan les serán manejables. Por otro lado, desde el punto de salud pública, la generación de barreras humanas con personas inmunes producto de la sanación, también será lenta.

Dentro de otros espacios sociales, la cuarentena genera otros efectos. Como la afectación de la calidad de vida de las personas, tanto en lo individual como en lo social. En lo individual, por cuanto el aislamiento genera interrupción de las actividades de vida, como las académicas, además estado de angustia, depresión, ansiedad entre otras posibles afecciones psicológicas; en lo social puede producir rupturas de relaciones producto de la interrupción de la relación o malograrlas producto de los efectos de las alteraciones psicológicas.

Más, en lo económico los asuntos son impactantes. La paralización de las fuentes productivas produce efectos tanto en la oferta como en la demanda de bienes y servicios. En la oferta, por cuanto la paralización de actividades productivas genera que los inventarios tengan dificultades para su reposición, precisamente por la paralización de la producción, en consecuencia, sus niveles en las empresas mermarán al no reponerse, al final habrá desabastecimiento, y por efecto de costos, será elemento que potenciará los precios. En materia de la demanda, por cuanto las personas en situación improductiva deben apelar a sus ahorros a fin de hacerse de medios para la compra, hecho que genera un empobrecimiento de la persona, caída de la demanda y un factor que imposibilita la reactivación del aparato productivo.

Por lo que son visibles las consecuencias positivas y negativas de la cuarentena o distanciamiento social. Cuando esta acción se alarga en el tiempo, los efectos sociales serán duros, difíciles de superar, entonces esta estrategia generará malestar social. Así la cuarentena no es una panacea, por contrario, llegar a ser un problema más que una solución.